Vocería como contraofensiva de Rocha
Feliciano Castro, muro a desinformación

OBSERVATORIO
    Adquiere razón de ser la vocería única contra el aparato de delincuencias mancomunadas que se dedica en cuerpo y alma a distraer al Gobernador de su función esencial, que es la de proteger a la ciudadanía con toda la fuerza pública de que dispone el Estado; desquiciarlo en los hechos y en los dichos; lanzarle bazukazos de mentiras que mil veces repetidas algo dañan, e inundar la vía pública de mantas y volantes incriminatorios.

    En medio de dos fuegos hostiles, uno que mantiene bajo terror a la población y otro que le invierte enormes sumas de dinero a la estrategia de presentar a Rubén Rocha como el culpable de todo, resulta acertada la decisión de quitarle al Gobernador la función de vocero único de los operativos de seguridad pública y fortalecerlo como factor bisagra con la Federación, sectores productivos y la sociedad sinaloense en general, en el propósito de recuperar la paz y garantizar la gobernabilidad. Lograr que, como en cualquier guerra, cuartel y mando permanezcan íntegros para guiar hacia el éxito la ofensiva contra el verdadero enemigo.

    Aunque inicia tarde la tarea de limpiar la narrativa nacional de contenidos mercantilizados que sobre pedido le quitan la atención a los tentáculos del crimen organizado que asfixian a Sinaloa, y la fijan sesgadamente sobre el Gobierno y los operativos que de la disuasión han pasado a anular a factores de violencia, sí es factible que con la vocería y los resultados de la labor de inteligencia militar la percepción pública muestre un viraje contrario al que pretenden los agoreros del desastre.

    La designación del Secretario General de Gobierno, Feliciano Castro Meléndrez, como vocero del Ejecutivo Estatal se fundamenta en la definición de un mensaje unificado que evite la versión múltiple sobre un mismo tema que en la mayoría de las veces resulta desafortunada de parte de los titulares de las demás dependencias del Gabinete. Se acabó el discurso disperso, el pleonasmo declarativo y el protagonismo del servicio público donde se habla de todo y en realidad nada se dice bien.

    La información referente a la prolongada jornada de violencia que desató el secuestro que puso a Ismael “El Mayo” Zambada a disposición de los tribunales de Estados Unidos, ha sido objeto de una series de adulteraciones donde la atención se quita de los generadores de violencia y de la circunstancia que siempre se supo detonaría tal barbarie, que es la supresión de quien mantenía el equilibrio al interior del Cártel de Sinaloa y en la relación de éste con otras organizaciones criminales del País.

    La ausencia de Zambada, no se diga si a ésta la forzó la traición, fue durante décadas la eventualidad que por terrible nunca deseó alguien. Quien sea que viviendo en Culiacán conociera los alcances de la posible separación de “El Mayo” de la égida del poderoso corporativo trasnacional del narcotráfico, midió con precisión el escenario que sobrevendría, exactamente como ocurre hoy. Sorprendernos por la realidad, o tergiversarla con fines aviesos, constituye perversidad.

    Es la otra guerra que tribunas y opinantes le quieren ganar al Gobierno mediante la inquina. La beligerancia sistemática que induce la instalación del poderío criminal encima de la potestad de instituciones y autoridades establecidas mediante el orden constitucional. Y quien despache en la oficina principal del tercer piso de Palacio de Gobierno siempre será el rehén que tomen si se niega a pagar el soborno que garantice el elogio. Como en los viejos tiempos, la propensión al chantaje matando la responsabilidad social intrínseca al ejercicio de libertad de expresión y derecho a la información.

    Y quien fuera Gobernador en tal cisma del narcotráfico estaría en similares condiciones a las de Rocha y requeriría, igual que ahora, de la mayor aptitud gubernativa para esquivar la celada política que trata de distraer a la opinión pública de la complicación fundamental. Sucedería de la misma manera que el político a cargo del Ejecutivo estatal fuera blanco de la campaña negativa pagada con recursos de dudosa procedencia que se reparten discrecionalmente a quien acepte sumarse a la táctica de tumbar al Mandatario estatal en turno.

    De allí resultó la urgencia de aglutinar la información oficial en un solo frente y sostenerla con las pinzas de la evidencia. Difundirla a suficiencia, darla a conocer antes de que cobrara fuerza la especulación, enterar a tiempo a la gente como vacuna contra las fake news, abatir a medio vuelo los complots de la palabra vendida. Y si después de esto algunos persistieran en engañar a audiencias que consideran incapaces de sacar sus propias conclusiones, pues allá ellos viendo cómo la credibilidad se les precipite en el despeñadero de los embusteros.

    Por eso adquiere razón de ser la vocería única contra el aparato de delincuencias mancomunadas que se dedica en cuerpo y alma a distraer al Gobernador de su función esencial, que es la de proteger a la ciudadanía con toda la fuerza pública de que dispone el Estado; desquiciarlo en los hechos y en los dichos; lanzarle bazukazos de mentiras que mil veces repetidas algo dañan, e inundar la vía pública de mantas y volantes incriminatorios. Por supuesto que tan fuerte acometida necesita de la participación de camarillas políticas, mafias de poder y de la indispensable colaboración del crimen vertebrado y la corrupción organizada.

    Y en la conferencia de prensa del 22 de octubre, y en la de ayer, se siguió el guión establecido para la contención de la alevosía comunicativa que propone los cañonazos del “chayote” a cambio de pausar las ráfagas en los campos de batalla de la desinformación.

    Reverso

    Al designar al vocero,

    No fue requisito vano,

    La fama de Feliciano,

    De ser de muy duro cuero.

    El montaje y el testigo

    Se le hace bolas el engrudo a la Fiscalía General de la República al atribuirle a su homóloga de Sinaloa el montaje que quiso hacer creer que la muerte de Héctor Melesio Cuén fue por el intento de robo del vehículo que lo transportaba, propiedad de Fausto Corrales Rodríguez, quien el día en que ocurrió el asesinato acompañaba como chofer y asistente al ex Rector de la Universidad Autónoma de Sinaloa. La clave es éste, el testigo principal, para saber quién le ordenó simular la escena distinta a como en realidad fue perpetrado el crimen. Desenredar las apariencias, pero sobre todo esclarecer el caso.

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