El miedo es una emoción primaria, surge como respuesta a una amenaza real o percibida. Su principal función es protegernos, activa el instinto de lucha, huida o parálisis. Desde la perspectiva biológica el miedo es una reacción del sistema nervioso, la amígdala, es la glándula que juega un papel clave en este proceso, al procesar los estímulos y activar la liberación de hormonas como la adrenalina y el cortisol. Esto impacta de inmediato en cambios fisiológicos como el aumento del ritmo cardiaco, la dilatación de las pupilas o la tensión muscular. Desde una perspectiva psicológica, el miedo no siempre se basa en amenazas inmediatas o reales. Este puede ser aprendido o condicionado a través de experiencias pasadas, la educación o la cultura. Puede manifestarse en formas, desde miedos instintivos como al fuego o depredadores, hasta en miedos sociales, como el rechazo, el fracaso o a la incertidumbre.
Por años, el miedo ha sido utilizado como herramienta de control, a través de la religión, la política o la educación, y también ha sido un tema recurrente en el entretenimiento, como el cine, la literatura y otras expresiones artísticas. El miedo tiene raíces profundas tanto en la biología como en la cultura, ha pasado de ser una respuesta adaptativa diseñada para garantizar la supervivencia, puesto que nuestros antepasados dependieron de ella para hacernos llegar hasta el día de hoy, a convertirse en una construcción social, ejercida desde los distintos poderes, económicos, políticos, religiosos, armamentistas, fácticos, para moldear las sociedades como hoy las conocemos.
Hace unos días, meditaba sobre el video de los niños corriendo mientras las balas sonaban a unos metros, sobre los (muy necesarios) simulacros de tiroteo en las escuelas, ¿de qué forma están moldeando la vida como la conocemos? ¿Qué estamos perdiendo que no va a regresar? Como es costumbre ya en estos artículos, aquí no está la respuesta, pero creo que sería bueno meditarlo en lo individual y en lo colectivo, y estructurar respuestas que nos permitan transformar la relación de una sociedad con el miedo.
Si uno revisa nuestra historia, se dará cuenta que el pasado, siempre se parece mucho al futuro, así que me preguntaba en primer lugar ¿cómo construimos sociedades dónde millones compartamos valores, costumbres y leyes? Si fuimos capaces de llegar hasta aquí, podemos ser capaces de reconstruirnos en la medida que logremos imaginarlo. Así que, imaginando, imaginé vivir sin miedo.
Vivir sin miedo significaría que hemos sido capaces de fomentar una educación emocional que enseñe a reconocer, comprender y manejar el miedo de manera saludable. Que hemos logrado promover una cultura del pensamiento crítico, necesario para evitar narrativas que exploten el miedo por desinformación, propaganda o manipulación. Que hemos cerrado filas frente a la cultura del miedo que promueven los medios de comunicación y las notas alarmistas.
Significaría que hemos logrado construir sociedades más justas y equitativas, donde las personas no vivan entre represión, violencia o pobreza. Que hemos construido instituciones que garantizan la protección a la ciudadanía libre de impunidad o abusos de poder.
Significaría que en términos de comunidad, hemos fomentado el apoyo mutuo y recuperado la confianza en la comunidad. Donde me siento seguro de ser quién soy y de conectar con el otro. Que hemos sido capaces de crear espacios seguros donde las personas pueden expresarse sin temor a la censura, la exclusión o el castigo.
Imaginé esta sociedad donde hemos sido capaces de canalizar el miedo en acciones positivas, hemos identificado donde vive para utilizarlo como una motivación de cambio y seguir avanzando juntos. Hemos usado el miedo como un impulso para la transformación social.
Imagino porque quien no imagina es incapaz de construir algo que no está ahí, porque imaginar es la primera chispa de las ideas que nos pueden resultar transformadoras, imagino porque es importante que el miedo no nos arrebate, la posibilidad de imaginar un futuro mejor.
Gracias por leer hasta aquí.
Nos leemos pronto.
Es cuánto.