Violencia, bomba de alcaldes entrantes
Inician sus cuentas regresivas por la paz

A contrarreloj y asfixiados por la actual atmósfera de violencia de alto impacto, más de la mitad de los presidentes municipales que toman posesión el próximo 1 de noviembre no dispondrán de zona de confort alguna en lo referente a seguridad pública y deberán plantear un plan eficaz, creíble e innovador para el combate al delito y la promoción de la mentalidad por la paz. Más allá de los operativos militares y policiacos implementados hasta hoy, los alcaldes están obligados a construir la estrategia para restarle adeptos a personajes o grupos criminales y sumarlos al movimiento ciudadano a favor de la concordia fincada en la legalidad y civilidad.

Y sí les compete, hay que aclararlo antes de que avienten la papa caliente, pues la prioridad es que los procesos de paz vayan más rápido que las destrezas de la delincuencia para abducir a gente de bien, en su mayoría jóvenes, y descarriarla al reclutarla a las faenas del narcotráfico. Los ayuntamientos tienen que convertirse en el primer andamio de la educación, cultura, deporte y trabajo que les representen oportunidades dignas a los sectores que el crimen ve como filones de pistoleros y punteros.

No disponen de tiempo para fallar ni simular. Imaginemos a los ediles de Culiacán, Juan de Dios Gámez; de Mazatlán, Estrella Palacios; de Navolato, Jorge Bojórquez; de Elota, Richard Millán; de Concordia, Óscar Zamudio; de Eldorado, Faustino Torres, o de Rosario, Claudia Valdez, planteando paraísos de tranquilidad y orden en el primer día de sus administraciones. Desde ese momento la incapacidad para reconocer la realidad, y enfrentarla, derivaría en que los gobernados les den la espalda por engañarlos y enrolarlos en la quimera que ofrece sosiego en medio de regiones que son campos de guerra.

En la franja devastada por la barbarie que dejó a su paso la guerra interna en el Cártel de Sinaloa, que comprende también a Cosalá, San Ignacio y Escuinapa, urge la reconstrucción de la esperanza como obra que les atañe a los presidentes municipales y donde no bastará con resanar lo material porque la fisura es tan profunda que exhibe la afectación a emociones y sentimientos de complicada y prolongada restauración. A diferencia de anteriores crisis por violencia, ahora la embestida facinerosa supera el mes de duración y el tiempo transcurrido hace más grandes las heridas.

Por ello, cuidado con lo que expresen en el presente contexto de amedrentamiento generalizado. Impensable que en los discursos de inauguración de sus trienios los ediles le saquen la vuelta al tema que está en la boca y preocupación de todos. Inviable la mención furtiva, temor entre líneas, que por subrepticia sintetice los miedos del servidor público que son preámbulos de ausencia de autoridad. Al ponerse al frente del Gobierno toman el cargo completo, incluyendo la bomba de tiempo que es la inseguridad.

Una vez a cargo de los ayuntamientos, están llamados a superar el esquema que le avienta la bola de la violencia a los gobiernos federal y estatal y dejar de creer que la acción preventiva significa tener policías patrullando y actuando contra infractores menores a los cuales se les obliga a pagar una multa o pasar algunas horas en barandilla. Ya no se vale eso cuando el delicado estado de cosas exige ir contra la raíz del fenómeno delincuencial, enseñándole a la población cómo organizarse en la construcción de paz verdadera y duradera.

La situación que vive Sinaloa amerita replantear la acción de los alcaldes habilitándoles en trasponer la función de administradores públicos y dar resultados en áreas esenciales para la gobernabilidad, entre éstas las de reparar las relación ciudadano-gobierno a través del involucramiento de la gente en determinar soluciones para el actual bucle de alteración de la ley y la armonía. Lejos de la palmada hipócrita ofrecida a las víctimas, lo que se necesita es que la autoridad ponga el cuerpo entero para que sirva de escalera hacia la pacificación.

Urgen respuestas y asideros para los comerciantes que padecen del saqueo de sus establecimientos, los empresarios que entre el cobro de piso y la huida de trabajadores decidieron cerrar los negocios, las familias afectados por pérdida de vidas humanas o desapariciones forzadas, los niños imbuidos en ambientes de terror que los privaron de trozos importantes de la infancia, y hasta los desertores de la servidumbre del narco que ejercerán presión para incorporarse al trabajo lícito.

Queda poco tiempo para que las fuerzas nacionales y locales hagan la tarea de restaurar lo bastante que está dañado en las actividades económicas, la acción social y áreas esenciales como la educación, el empleo, lo socioemocional y encima de todo la confianza. Por eso corre el reloj para los equipos de asesores de los nuevos o refrendados alcaldes que tienen un reto colosal en lo que respecta al replanteamiento de la seguridad pública.

No habrá un cómodo Alcalde,

Que en combate a la violencia,

Ofrezca un gobierno en balde,

Sin pagar alguna consecuencia.

Al todavía Alcalde de Guasave, Martín Ahumada Quintero, le funcionó la estrategia de mantener hechas las maletas por si volviera a ocupar algún otro cargo en la función pública. Y sí salió beneficiado en la catafixia de los ex presidentes municipales que el Gobernador Rubén Rocha Moya llamará para ser parte de su Gabinete. Otro que debería mantener armado el equipaje por si volviera al desempeño de cargos de gobierno es Édgar González Zataráin, Alcalde de Mazatlán, porque parece ser que también se viene a Culiacán a integrarse al dream team rochista.

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