Viernes negro de lecciones al periodismo
Cuidar a reporteros más allá de su suerte

OBSERVATORIO
    Las empresas del periodismo o los medios propios que manejan periodistas de manera independiente debemos entrarle a analizar de manera conjunta, con enfoque de solidaridad gremial más que de competencia por la noticia, de qué manera evitar consecuencias terribles para los reporteros en episodios de violencia de alto impacto.

    Hacer periodismo sin perder la vida en el intento parece ser la otra lección derivada de los sucesos de violencia que hace una semana mostraron la creatividad criminal para implantar en Culiacán un poder de facto con el terror como arma de sometimiento, y sin la garantía de que policías y militares, que luchan por cuidarse a sí mismos, otorguen condiciones para la adecuada y esencial labor de dar las noticias desde la trinchera presencial. De nuevo la prensa fue colocada en el dilema de apegarse a la ética que le es intrínseca a la actividad de informar objetivamente, o replegarse en lugares seguros mientras existen condiciones para las coberturas directas.

    Durante el referenciado como Culiacanazo 2.0, del 5 de enero de 2023, el Instituto para la Protección a Personas Defensoras de Derechos Humanos y Periodistas de Sinaloa reportó que nueve comunicadores de la capital del estado fueron víctimas de agresiones que van desde amenazas, despojo de vehículos y de equipo de trabajo, intimidación, y hasta afectaciones psicológicas derivadas de estar en el ojo de la zona de violencia. Es decir, también fue un segundo jueves negro para comunicadores y medios.

    El reciente viernes 22 de marzo al menos dos reporteros de noticieros de radio que narraban desde el lugar de los hechos enfrentamientos entre la fuerza pública federal y estatal y pistoleros de la delincuencia organizada, estuvieron en la inminencia de ser alcanzados por balas del fuego cruzado en medio del cual se encontraban, pero por fortuna salieron ilesos con la correspondiente marca emocional que dejan tales situaciones de alto riesgo. Las imágenes y audios que se conocieron dan cuenta de lo terrible que resulta el periodismo vivencial en estos tiempos, en esta tierra.

    Sin embargo, el periodismo es el primero que debe reponerse del azoro y el miedo porque se le necesita valiente e íntegro mientras el resto de la población realiza las catarsis después de verse dentro de escenarios propios del salvajismo criminal. En todo caso el problema está en cómo separar a los trabajadores de la información del impacto que causan en ellos las coberturas en atmósferas de máximo peligro, asumiéndolos como seres humanos capaces de sentir miedo, no obstante que lo procesen de maneras distintas.

    Las empresas del periodismo o los medios propios que manejan periodistas de manera independiente debemos entrarle a analizar de manera conjunta, con enfoque de solidaridad gremial más que de competencia por la noticia, de qué manera evitar consecuencias terribles para los reporteros en episodios de violencia de alto impacto. ¿Debe darse la orden en las redacciones de no salir cuando estén trastocados por completo el orden y la legalidad? ¿O asumir al reportero como corresponsal de guerra que se juega la vida en la encomienda de exponerle a las audiencias la realidad desde el fragor bélico?

    No es sencilla la decisión, por supuesto. Cualquier protocolo de protección establece que no vale la pena exponer la vida a cambio de lograr una buena noticia y que esta no tiene su valor en quién la da primero sino en quién la da mejor. En tal lógica, las organizaciones de defensa de la libertad de expresión y protección de periodistas ponderan la situación de desventaja laboral e indefensión gubernamental en que se halla este sector en México, siendo mayor el desamparo para las familias cuando el periodista pierde la vida en aras de lograr opiniones públicas adecuadamente enteradas.

    Sería un buen punto de partida realizar el análisis sereno sobre las condiciones en que salen los reporteros a la escena donde chocan las fuerzas del Gobierno contra los sicarios del narco. Revisar todos los puntos con la intención de generar las mejores prácticas de seguridad para el trabajo de la prensa sin alterar los principios fundamentales que ubican a Sinaloa dentro de las regiones del País que mejor periodismo realizan. Que sea un notable esfuerzo de anticipación a los riesgos desde la premisa de que ninguno queremos más colegas asesinados, ni a Sinaloa le conviene que le estén matando a quienes les dan voz a aquellos que no la tienen para la denuncia pública.

    ¿Cómo protegemos la integridad física de nuestros periodistas? ¿Les colocamos corazas antibalas? ¿Los obligamos a ceñirse a protocolos de seguridad ajustados a la realidad de Sinaloa? ¿Los dejamos a expensas de la vocación periodística que los lleva a sacar lo noticia de dónde esté, así sea en las fauces del monstruo criminal? ¿Qué certidumbres acompañan al reportero cuando realiza coberturas que le pueden significar la muerte? ¿La exposición del comunicador a altos riesgos es la única manera de dar bien una noticia?

    Uno de los reporteros que se jugó la vida al darle seguimiento a los operativos en Culiacán posteriores al secuestro masivo de familias enteras que el 22 de marzo perpetró una de las células del Cártel de Sinaloa, sintió las balas a ras de piel cuando ocurrió uno de los enfrentamientos entre militares y delincuentes en el Malecón viejo. Cubrió la noticia con gran arrojo y al mismo tiempo aportó la evidencia de lo mucho que arriesga, lo bastante que sufre y la conmoción a que se expone el periodista a cambio de la convicción del cumplimiento del deber.

    Providencialmente resultó a salvo, sólo con las heridas que se le asestan al alma, pero no podemos sentarnos a esperar que todos corran con igual suerte.

    Reverso

    No vemos detrás de la noticia,

    Porque no nos alcanza la vista,

    Cómo peligra el periodista,

    Cuando el plomo lo acaricia.

    El Rocha de siempre

    Desde las trincheras cívica, política y de la inteligencia Rubén Rocha Moya siempre ha sido empático con el trabajo y la misión social del periodismo. Cuando en 2017 asesinaron a Javier Valdez se colocó en el gobierno de Quirino Ordaz en la primera línea de exigencia de esclarecimiento del caso y de creación de protocolos de protección a periodistas. No tiene por qué pensar o actuar distinto ahora que es Gobernador. Si apoyó a que Sinaloa tuviera la Ley de Protección a Periodistas, le toca avanzar a mejores condiciones para el ejercicio de la libertad de expresión y recordar que reporteros y medios no crean las noticias que intranquilizan a los sinaloenses. Solamente informan de esos hechos.

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    sicairos6204@gmail.com