El miércoles 22, con el operativo que se montó para la captura de Néstor Isidro Pérez Salas, alias “El Nini”, Culiacán se volvió a cimbrar columpiado por el suspenso, el miedo y la zozobra. En los turnos vespertinos de algunas escuelas y universidades suspendieron clases como previsión ante una supuesta reacción del crimen organizado para querer contrarrestar la detención, al igual que ha sucedido anteriormente con los llamados “Culiacanazos” (que han acontecido en jueves, mientras que este operativo se adelantó y organizó en miércoles).
Ahora bien, si los planteles, de facto, no suspendieron clases, los alumnos se tomaron la prerrogativa de no asistir para no poner en riesgo su integridad física. No se les puede juzgar, debido a las amargas experiencias que les ha tocado vivir.
Muchos comentarios versaban sobre la juventud del “Nini” (30 años, aproximadamente). Y es que muchos jóvenes buscan una vida fácil y sin grandes esfuerzos, sin necesidad de quemarse las pestañas estudiando ni de conquistar grandes méritos. Quieren emular a los grandes capos y se sienten orondos con las briznas de poder que van adquiriendo.
Leyendo el reciente libro de Ronaldo González Valdez, titulado “Culiacán, culiacanes, culiacanazos”, me encontré un recuerdo que escribió el “Roni” sobre un amigo de su juventud, apodado “El Güero”, quien le escribió una carta en la que parecía sintetizar el conocido mantra de una elección de vida: “no nacimos pa’ semilla”. El Güero escribió: “Yo no quiero una vida larga, la quiero ancha, así dicen los malandrines y por ahí me tiendo”.
El “Roni”, representando la imagen de “El Güero” en el espejo de los hijos de nuestra generación, se preguntó: “¿escogió de veras él mismo, por sí mismo, una ancha vida, no larga vida?”.
¿Busco una vida larga y fructífera, o ancha y efímera?