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@rodolfodiazf
Muchas veces nos quejamos amargamente de las situaciones externas, pero profundizamos poco sobre el estado que guarda nuestro interior. Nos lamentamos de lo mal que van las cosas, sin analizar nuestra responsabilidad en que esos aspectos de la vida se encaucen y mantengan así.
Llegamos a vislumbrar condiciones paradisíacas en las que todo sería más fácil de resolver. Creamos fantasías y ambientes idílicos en los que nosotros seríamos el as faltante para cambiar cualquier situación anómala o adversa.
Como niños eternos, barajamos en nuestra mente que somos el ansiado súper héroe que va a transformar la realidad. Visualizamos condiciones óptimas en las que todo se resolverá casi mágicamente, sin que sea necesario actuar de manera más atropellada o enérgica.
Casi todos estos febriles sueños tienen su origen o génesis en nuestra incapacidad para encontrar la solución a la problemática que nos rodea. Si creamos edenes o paraísos es porque nos declaramos incompetentes o tenemos miedo de enfrentarnos directamente al cambio de la situación.
Sin embargo, vayamos donde vayamos, o huyamos donde huyamos, llevaremos consigo nuestros miedos. Aunque cambiemos de situación, no es posible transformar nuestro corazón, como dice una fábula india:
Había un ratón que estaba siempre angustiado porque le tenía miedo al gato. Un mago se compadeció de él y lo convirtió en... gato. Pero entonces empezó a sentir miedo del perro. De modo que el mago lo convirtió en perro. Luego empezó a sentir miedo de la pantera, y el mago lo convirtió en pantera. Con lo cual comenzó a temer al cazador.
Llegado a este punto el mago se dio por vencido y volvió a convertirlo en ratón, diciéndole: “Nada de lo que haga por ti va a servirte de ayuda, porque siempre tendrás el corazón de un ratón”.
¿Venzo mis miedos?