Urge enfriar el campo sinaloense
En los surcos, el esfuerzo es igual
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Por donde se le busque, la solución a la crisis del campo en Sinaloa apunta hacia el Presidente Andrés Manuel López Obrador quien debe implementar la estrategia de rescate a todos los productores de maíz y no solamente a los del sector social cuya aportación a la soberanía alimentaria es importante, aunque marginal. El fondo del problema es que se le quiera ver y tratar como tema de campesinos jodidos y agricultores pudientes, a pesar de significar un asunto de seguridad nacional.
La toma de las instalaciones de Petróleos Mexicanos en los municipios de Ahome y Salvador Alvarado, que escaló ayer a Culiacán, visibiliza la extenuación de la lucha por mejores precios para el maíz y trigo y el agotamiento del modelo para el campo porque en el régimen autodenominado Cuarta Transformación la labor de labranza del suelo decayó al prejuicio sexenal de primero los pobres y el resto, clases media y alta, utilizados como ariete financiero de tales programas sociales.
La producción agroalimentaria debe situarse dentro de los propósitos insignia del Presidente. De igual manera que defiende y privilegia proyectos como el Aeropuerto Felipe Ángeles, Tren Maya y Refinería Dos Bocas, a los cuales no les escatima la inversión pública, al campo le urge la atención de López Obrador con recursos presupuestales emergentes en tanto es rediseñado el sistema de coexistencia gobierno-agricultura-mercados.
Por lo pronto, va en serio la movilización por la agricultura redituable. Ésta trasciende las gestiones que realiza el Gobernador Rubén Rocha Moya ante el Gobierno federal y adquiere adeptos en las áreas económicas que orbitan en torno al agro. Antes que todo lo demás, Sinaloa es el trabajo inagotable en los surcos y ello se traduce en maíz, el suficiente para que no falte en las mesas de las familias porque si no llega allí la estabilidad se acaba.
Las convulsiones verdes siempre empiezan con el rugir de los motores sobre el pavimento de Culiacán y escalan enseguida a acciones más extremas. En julio de 2017, un año antes de que López Obrador ganara la elección presidencial, los maiceros tomaron las casetas de peaje y dejaron libre el paso de vehículos en Costa Rica, San Miguel y Alhuey. Y en 2019, meses después de que AMLO tomara posesión del cargo, integrantes de la Unión Nacional de Trabajadores Agrícolas usaron igual táctica en el punto de cobro de El Pisal de la maxipista Benito Juárez.
Entonces, más allá de la inconformidad de los labriegos de más de 10 hectáreas, a los cuales se les dejó fuera de la certidumbre de poder vender a 6 mil 965 pesos la tonelada de maíz, lo que se pone en riesgo es la troja mexicana, pues los granos de consumo básico en general estarían entrando al esquema de depreciación y por incosteabilidad la labranza de la tierra perderá fuerza, desinterés que ya ocurre cuando los ejidatarios prefieren rentar las parcelas en lugar de sembrarlas y así recibir los beneficios extras del Procampo y la reventa del fertilizante que les regalan.
Para Sinaloa, como líder nacional en producción de maíz, las condiciones de comercialización son factor de conformidad o conflicto. Recientemente, por decisión de López Obrador, se garantizó la compra de 1.8 millones de toneladas por parte del Gobierno, para retirarlas del mercado e incentivar el precio, quedando a la deriva alrededor de 4 millones de toneladas, con la expectativa de que los industrializadores del grano compren a igual precio.
Sin embargo, deben existir otras propuestas de la Federación que le resten tensión al campo sinaloense y aminoren la presión al gobierno. La volatilidad de los precios internacionales y nacionales para cosechas de maíz, frijol, sorgo y trigo es permanente y por lo tanto se necesitan acciones de largo plazo, ya no más cíclicas, teniendo como punto de partida la solución de la crisis de hoy que es lo que creará condiciones para la planeación a futuro.
Ronda a este movimiento agrícola la tentación por la represión al reportarse desplazamientos de fuerza pública estatal y militar en las inmediaciones de las plantas de Pemex intervenidas. En caso de realizarse, significaría el error de arrojarle gasolina a un fuego que bien puede ser apagado mediante el acuerdo que en protestas de años anteriores ha funcionado al acudir a soluciones intermedias, de consenso entre las partes del diferendo.
En resumen, para la producción de alimentos no funciona la mentalidad oficial que fracciona a los ciudadanos como de primera y de segunda, buenos y malos, o pobres y ricos. En los surcos se funde como uno solo el trabajo de sacarle frutos a la tierra y en las mesas de la familia, mientras la despensa agroalimentaria esté segura, se compacta el objetivo de paz social fincada en los satisfactores del bienestar suficientes y oportunos. Para qué echarles a los maizales más plagas de las que ya tienen.
Al campo lo que lo ahorca,
Son los criterios enanos,
Que le buscan a la mazorca,
Espinas en vez de granos.
Al complicarse el entendimiento entre las partes de algunos conflictos en Sinaloa, vale recordar que el periodismo no es para incitar catástrofes sino para evitarlas. Más allá de la obligación de exponer desde la neutralidad todos los escenarios de cualquier coyuntura difícil, la utilidad de la información consiste en llamar a la mesura y la legalidad sin aspirar a ser componentes del caos que, de ocurrir, trae implícitas responsabilidades para todos, inclusive para los que al generar noticias profesionalmente elaboradas eluden la seducción sensacionalista de las fake news. Del balance de los daños nunca escapan los agoreros del desastre.