Todavía se ve muy lejos la definición de quienes van a ser los o las representantes de las principales fuerzas políticas en el País para contender por la Presidencia de la República.
La carrera apenas comienza, sin embargo, el solo hecho de que entre los aspirantes más fuertes se encuentren dos mujeres, eso habla de que en México, un país profundamente machista, algo verdaderamente revolucionario está ocurriendo, como producto de la toma de conciencia y las movilizaciones sociales de grupos que claman por la igualdad.
De consolidarse las candidaturas de Claudia Sheinbaum y Xóchitl Gálvez, no sería la primera vez que en México una mujer intenta competir por el cargo político más importante, aunque en esta ocasión ambas sí tienen oportunidades reales de alzarse como ganadoras, en especial la que enarbola los colores guindas, por el alto nivel de aprobación que tiene el partido del Presidente.
En Latinoamérica, solamente 13 mujeres han ocupado la Presidencia en sus respectivos países. La primera que llegó por la vía de las urnas fue la nicaragüense Violeta Barrios de Chamorro, que en 1990 subió al poder como representante de la coalición opositora al Frente Sandinista de Liberación Nacional, encabezado en ese entonces por el ahora Presidente Daniel Ortega.
Antes, María Estela Martínez de Perón, en Argentina, y Lidia Gueiler Tejada, en Bolivia, habían alcanzado el cargo presidencial, pero no por elección popular; sino que la primera fue designada tras la muerte de su esposo, por ser ella Vicepresidenta del País. Mientras que la segunda llegó al poder mediante un golpe de Estado, mismo método por el que fue destituida tan solo un año más tarde.
Otras presidentas latinoamericanas destacadas han sido las tres mandatarias progresistas Michelle Bachelet, de Chile; Cristina Fernández, de Argentina; y Dilma Rousseff, de Brasil; que por su popularidad lograron repetir en la dirigencia nacional. Aunque las dos últimas terminaron sus mandatos envueltas en escándalos de corrupción exacerbados por grupos conservadores, que aprovecharon la inestabilidad política para volver a tomar el control, al menos por un breve periodo.
El que una mujer llegue a ocupar un puesto tan importante no asegura, sólo por ese hecho, un mejor desempeño en comparación a los hombres. En realidad, en cuanto a eficacia no hay ninguna diferencia entre géneros. Pues así como han existido presidentes (hombres) buenos y malos, demócratas y dictadores; también entre las mujeres hubo de todo: estadistas, reformistas, corruptas, populistas y hasta las que se han prestado para arrebatar el poder por la fuerza.
Por eso quizá lo mejor sea poner el foco en lo que en términos sociales significa que una mujer llegue al poder. Esto indiscutiblemente es un signo de avances en torno a la igualdad de oportunidades. Aquellos lugares en donde las mujeres pueden aspirar a presidir un país, seguramente han comenzado a sacudir las trabas que impiden un desarrollo equitativo.
Ahora bien, si me preguntan por los perfiles de las posibles candidatas para las próximas elecciones en México, a mí en lo particular ambas me dejan insatisfecho. No por razones de género, por supuesto, sino porque ninguna me parece que refleja en su persona un liderazgo a la altura de lo que este país necesita. Claudia por no saber desmarcarse de la figura de López Obrador, e incluso mostrarse sumisa y abierta a la posibilidad de que éste mantenga el control tras el término formal de su mandato; y Xóchitl por prestarse al juego de la vieja oligarquía racista, corrupta y conservadora, que ahora se dice representar los intereses de la ciudadanía.
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jorge.ibarram@uas.edu.mx