Una época de sometimiento y
el anhelo de una convivencia digna

    “La dignidad es un derecho, y el respeto a los derechos humanos es una obligación. Levantemos nuestras voces cuando sean pisoteados”._ Amnistía Internacional
    Hemos llegado al punto de entregar nuestros derechos a cambio de una frágil garantía de supervivencia, dispuestos a vivir en la inmediatez sin aspirar a un mañana mejor.

    Vivimos en tiempos oscuros, donde muchos se conforman con la simple dádiva de existir. La aspiración de ser verdaderamente libres, de forjar nuestro propio destino, parece haber perdido importancia, relegada a un rincón olvidado de nuestra conciencia colectiva.

    Hoy, lo esencial para muchos parece ser encontrar a alguien que nos brinde una falsa seguridad, aunque esto signifique una vida reducida a migajas. No importa si otros toman el control de nuestros destinos, siempre y cuando alguien nos asegure subsistir, aunque sea bajo condiciones mínimas.

    Es desalentador observar cómo, en una era de transformaciones revolucionarias en el ámbito digital y virtual, la mayoría se ha convertido en una masa de individuos manipulados, dependientes del poder y las decisiones de unos pocos.

    Muchos líderes políticos han sabido capitalizar esta necesidad de protección, promoviendo una vida subsidiada sobre una vida autónoma.

    Hemos llegado al punto de entregar nuestros derechos a cambio de una frágil garantía de supervivencia, dispuestos a vivir en la inmediatez sin aspirar a un mañana mejor.

    Nos hemos convertido en una sociedad que busca seguridad momentánea, sin considerar el futuro. Este es el dilema de nuestra época: preferimos el confort inmediato, aún a costa de nuestra libertad y de nuestras aspiraciones a largo plazo.

    Si bien estas reflexiones pueden parecer pesimistas, mantengo la rebeldía de creer que aún podemos construir un sentido de dignidad y de resistencia.

    Este pensamiento me invita a seguir “picando piedra”, construyendo desde lo pequeño y

    cotidiano una fuerza humana que, con indignación ante los atropellos, aspire a una convivencia digna.

    Lamentablemente, esta mentalidad de delegar el propio destino y actuar como simples espectadores parece estar profundamente arraigada y va para largo. Aunque se han creado estructuras y mecanismos que fortalecen esta motivación de estar sometidos, nuestro impulso libertario sigue intacto. Desde las pequeñas acciones, lucharemos por ser arquitectos de nuestro propio destino, levantando olas para una vida digna y con rostro humano.

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    El autor es director de Iniciativa Ciudadana para la Promoción del Diálogo A.C.

    @iniciativa_pcd

    Animal Político / @Pajaropolitico