Con el fallecimiento de la actriz Silvia Pinal, a los 93 años, se cierra un importante capítulo en la historia del cine, teatro y televisión, pues fue considerada la última gran diva de México. Se convirtió en la musa de Diego Rivera y Luis Buñuel, quienes nos brindaron grandes retratos de esta polifacética mujer. El primero, pintó un cuadro cuando la artista tenía 25 años, mientras que el segundo la dirigió en tres memorables películas: Viridana, El ángel exterminador y Simón del desierto. De hecho, sin falsa modestia, la Pinal llegó a decir: “Yo escogí a Buñuel, no él a mí”.
Nació en 1931, en Guaymas (la otra gran diva, María Félix, era también sonorense, de Álamos). En 1948 participó en su primera película, con un modesto papel. Incursionó también en la política y fue dirigente de la Asociación Nacional de Intérpretes y la Asociación Nacional de Actores. En 1986 creó el icónico programa ‘Mujer: Casos de la Vida Real”, donde se analizaban problemas de maltrato físico, violencia sexual y doméstica, y otros problemas psicológicos y de dependencia.
Se le aplicó la palabra “Diva”, que proviene del latín y significa diosa; en italiano se formó la palabra para designar a una cantante o actriz relevante (como la “Casta diva”, aria de la ópera Norma, de Vincenzo Bellini, estrenada en La Scala el 26 de diciembre de 1831).
En castellano utilizamos este concepto para referirnos a una mujer admirada e idolatrada, que goza de un gran reconocimiento público, como se subrayó en la biografía de la actriz española, Mercedes Díez: “Criaturas en quienes ha colocado Dios una chispa de lo infinito”.
De igual forma, la periodista española, Carmen de Burgos, expresó: “Los artistas pertenecen a una patria suprema, espiritual, sin fronteras”.
¿Rindo tributo a una diva?
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