Una democracia conquistada

    En el centro del poder, la ilusión de representatividad, basada en mayorías artificiales, se impone como un mandato divino. El morenismo, con su retórica de justicia social, ha olvidado que gobernar no es solo para los que votaron por ellos, sino para todos.

    La democracia, ese concepto que tantas veces hemos celebrado como la cima de la civilización, parece hoy, más que nunca, un horizonte distante. ¿Es acaso ingenuo pensar que todas las acciones de un gobierno deberían dirigirse hacia su fortalecimiento? Tal vez lo sea. Pero lo que no puede negarse es que en su ausencia, el vacío se llena con sombras: autoritarismo, exclusión y un orden que privilegia a unos cuantos sobre la colectividad.

    En el México actual, la democracia ha sido erosionada, transformada en una palabra que se menciona con frecuencia pero que se practica poco. En el centro del poder, la ilusión de representatividad, basada en mayorías artificiales, se impone como un mandato divino. El morenismo, con su retórica de justicia social, ha olvidado que gobernar no es solo para los que votaron por ellos, sino para todos. Esa omisión, lejos de ser inocente, muestra un síntoma profundo: la incapacidad de trascender el sectarismo partidista hacia una visión de nación que abarque a toda la ciudadanía.

    La desinstitucionalización y la concentración del poder

    Dos fuerzas gemelas avanzan en sincronía, desmantelando los pilares democráticos: la desinstitucionalización y la concentración del poder. Por un lado, el desmantelamiento de organismos autónomos como el INAI ha eliminado la garantía de transparencia, convirtiendo el acceso a la información en un privilegio para pocos en lugar de un derecho de todos. Por el otro, la creciente concentración del poder en manos del Ejecutivo está empujando al país hacia un esquema despótico, donde las voces críticas son silenciadas y las reglas se moldean al antojo de una mayoría que no siempre refleja la diversidad del país.

    En este panorama, el Poder Judicial, otrora bastión de equilibrio, se encuentra al borde de ser una extensión servil del Ejecutivo. Las reformas propuestas no buscan fortalecer su independencia, sino transformarlo en una herramienta al servicio de los designios gubernamentales. Esta lógica, que hace eco de regímenes autoritarios en otras latitudes, no solo atenta contra la democracia, sino que corrompe la ética pública y erosiona la confianza ciudadana.

    Kakistocracia: el gobierno de los peores

    El ejercicio del poder bajo esta lógica no está exento de sus absurdos. Como bien señaló The Economist al declarar “kakistocracia” como la palabra del año 2024, el gobierno de los peores parece haber encontrado un laboratorio perfecto. Las designaciones basadas en lealtades personales y no en méritos han minado la capacidad del Estado para responder a los retos contemporáneos. Rosario Piedra, al frente de la CNDH, se erige como un ejemplo contundente: la defensa de los derechos humanos ha sido sustituida por la complacencia con el régimen.

    El costo de estas decisiones no se mide únicamente en términos de eficiencia gubernamental, sino también en el deterioro de la calidad democrática. Cuando el talento y la capacidad son desplazados por el servilismo, las instituciones dejan de cumplir su función esencial: proteger a la ciudadanía frente a los abusos del poder.

    De la esperanza
    a la desesperanza

    Morena llegó al poder impulsado por el anhelo de esperanza. Sin embargo, el discurso transformador que prometía un cambio profundo ha degenerado en una administración que erosiona las libertades ciudadanas. La desaparición de contrapesos, como el acceso garantizado a la información pública o un poder judicial verdaderamente independiente, ha creado un ambiente donde la desesperanza empieza a enraizarse.

    Los derechos civiles, lejos de expandirse, se han visto reducidos a meras palabras en el papel. Sin una entidad imparcial para proteger los derechos humanos o un mecanismo efectivo para contradecir decisiones injustas del gobierno, los ciudadanos se encuentran cada vez más vulnerables ante un Estado que parece priorizar el control sobre la justicia.

    Un horizonte incierto: dos caminos

    La democracia en México enfrenta una encrucijada. Dos caminos se vislumbran en el horizonte:

    Recapacitar desde dentro: el actual gobierno podría, en un acto de verdadera transformación, abandonar el sectarismo y buscar consensos que incluyan a todas las voces. Esto requeriría un compromiso con el pluralismo y los valores democráticos, un esfuerzo por construir un espacio donde los derechos humanos y el interés público prevalezcan sobre las ambiciones políticas.

    Una nueva fuerza política: ante la improbabilidad del primer escenario, se vuelve urgente el surgimiento de una fuerza política que priorice los derechos humanos, la transparencia y la recuperación del estilo de vida democrático. Una fuerza que, en lugar de perpetuar las prácticas de exclusión, abrace la diversidad y trabaje por una democracia igualitaria.

    Hoy, el primer camino parece lejano, mientras que el segundo se perfila como una necesidad inminente. La historia nos enseña que los sistemas democráticos, aunque frágiles, tienen la capacidad de renovarse. Pero esta renovación no ocurre por inercia; requiere de ciudadanos comprometidos, de liderazgos éticos y de instituciones que, aun bajo presión, se mantengan firmes en su misión de proteger los principios democráticos.

    Una democracia
    conquistada:
    el desafío pendiente

    La democracia no es un regalo que se da una vez y se disfruta para siempre. Es una conquista diaria, una lucha constante por preservar los valores que nos permiten convivir en libertad y justicia. México enfrenta hoy un desafío monumental: recuperar su democracia.

    El tiempo de la complacencia debe terminar. La esperanza que alguna vez movilizó a millones debe transformarse en acción, en una defensa férrea de los derechos civiles y en una exigencia inquebrantable de un gobierno verdaderamente representativo. La democracia no es perfecta, pero es el mejor camino que tenemos para garantizar un futuro donde todas las voces sean escuchadas y todos los derechos sean respetados.

    En el cruce de caminos en el que nos encontramos, el silencio ya no es una opción. La democracia no se hereda; se conquista. Y el momento para conquistarla de nuevo es impostergable.

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    @RobertHeycherMx

    Animal Politico / @Pajaropolitico