Para algunas personas, la primavera de este año resultó como la canción italiana que obtuvo el segundo lugar en el Festival de San Remo 1981: una “maldita primavera”. ¿Por qué? Sencillamente porque la llegada del coronavirus a México se adelantó a esta bella estación del año. Y no sólo eso, sino que amenaza convulsionar nuestro verano, el cual inicia el 20 de junio y culmina el 22 de septiembre.
Sin embargo, el flagelo de esta pandemia no puede tener la última palabra. Sí, podrá afectar nuestra vida, hábitos, costumbres, relaciones laborales, familiares y afectivas, pero no puede derribar ni destruir nuestro espíritu: baluarte, sostén, soporte y bastión de nuestra alma.
Se puede vivir en medio de un borrascoso mar con la seguridad de que se saldrá avante de la tempestad, como expresó Albert Camus en su obra El verano: “Siempre tuve la impresión de vivir en alta mar, amenazado, en el corazón de una magnífica felicidad”.
Escribió esta obra en 1940, aunque fue publicada hasta 1954. Camus vivía en medio del caos, estragos e incertidumbre provocados por la Segunda Guerra Mundial, pero alejando la melancolía y resignación apostó por el triunfo y enaltecimiento del espíritu:
“En medio del odio descubrí que había, dentro de mí, un amor invencible. En medio de las lágrimas descubrí que había, dentro de mí, una sonrisa invencible. En medio del caos descubrí que había, dentro de mí, una calma invencible. Me di cuenta a pesar de todo eso... En medio del invierno descubrí que había, dentro de mí, un verano invencible. Y eso me hace feliz. Porque esto dice que no importa lo duro que el mundo empuja contra mí; en mi interior hay algo más fuerte, algo mejor, empujando de vuelta”, expresó.
¿Venzo la adversidad? ¿Preparo un verano invencible?
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@rodolfodiaz