Un Hitler agazapado

ÉTHOS
04/07/2024 04:00
    Comentó la que pocos días después de terminar la guerra y liberar los campos de concentración, se dirigió a Maidanek, donde estaba uno de esos laboratorios de la muerte y de exterminio, en el que murieron más de 300 mil personas.

    La figura de Hitler es una de las más aborrecidas de toda la historia. Sin embargo, nos asombraría ver que puede estar un Hitler agazapado dentro de nosotros.

    Llegados a este punto, tal vez la mayoría de los lectores me dirán que estoy completamente equivocado.

    Bueno, la expresión no es mía, es de Elizabeth Kübler-Ross, en el libro que citamos hace pocos días: “La rueda de la vida”.

    Comentó la que pocos días después de terminar la guerra y liberar los campos de concentración, se dirigió a Maidanek, donde estaba uno de esos laboratorios de la muerte y de exterminio, en el que murieron más de 300 mil personas.

    Se horrorizó ante tanta crueldad, pero más se escandalizó cuando su amiga, Golda, le dijo: “Tú también serías capaz de hacer eso... Hay un Hitler en todos nosotros”.

    Le explicó que ella también había alimentado odio y vomitaba venganza todos los días, hasta que –por fortuna- no cupo en la tanda de prisioneros que llevaron a la cámara de gas porque la puerta ya no cerraba.

    Y, como ya estaba en la lista de los que deberían ejecutar, no se volvieron a preocupar de ella. Fue así como salvó la vida y se preguntó si sería capaz de seguir alimentando su rencor y odio, para no diferenciarse en nada de Hitler.

    ¿Cómo hubiéramos procedido nosotros? ¿Seguiríamos atizando nuestro odio y rencor? ¿Nos volveríamos vengativos e intolerantes? Golda había comprendido que la espiral de la violencia solamente se rompe con el perdón, y eso concede paz al corazón.

    Se dio cuenta de que tenía muchos motivos para incubar su odio, pero encontró más poderosos los motivos para albergar y alimentar su esperanza.

    ¿Llevo un Hitler agazapado? ¿Incubo mi odio? ¿Perdono y me perdono para encontrar la paz?