Un final feliz

    Cuando asistimos a una película u obra de teatro que culmina con un final feliz salimos extasiados. Desde niños se nos acostumbró a escuchar cuentos de hadas en donde los intríngulis de la narración se resuelven en glorioso final.

    No obstante, al reflexionar sobre el término de nuestra vida las cosas se complican. No se nos antoja llegar a la ancianidad porque acarrea muchos problemas, carencias, enfermedades, disminuciones y dependencias.

    Es cierto que las condiciones actuales no son iguales a las de la antigüedad, sin embargo, recurramos a los sabios consejos que escribió Cicerón en su tratado Sobre la vejez:

    “La vejez está siempre en primer plano. Todos se esfuerzan en alcanzarla y, una vez conseguida, todos la culpan. Siempre ha sido necesario un final, y, como sucede en los brotes de los árboles y en los frutos de la tierra, tras su madurez oportuna, el sabio casi ajado y caduco, debe aceptar con serenidad su propio final.

    “Yo, pensando en mí mismo, encuentro cuatro causas que agravan sobremanera la vejez: —primera, porque aparta de la gestión de todos los negocios. —segunda, porque la salud se debilita. —tercera, porque te priva de casi todos los placeres. —cuarta, porque, al parecer, la muerte ya no está lejos.

    “Es verdad que (el anciano) no hace el trabajo que hacen los jóvenes, sin embargo, el timonel hace cosas mejores y de más responsabilidad. Trabajo que no se realiza con la fuerza, velocidad o con la agilidad de su cuerpo, sino con el conocimiento, la competencia y autoridad.

    “Y si algún dios me concediera volverme de esta edad a la de niño otra vez, y llorar en la cuna, me resistiría mucho, pues no quiero desde el fin de la carrera volverme otra vez al principio”.

    ¿Preparo mi final?