A la memoria de Maximiliano Ruiz
Para cuando se publique este texto se habrá cumplido el primer año de gobierno de los alcaldes, síndicos procuradores y diputados locales sinaloenses morenistas, dejamos de lado a los federales que son de otra canasta política, y aunque es difícil hacer un juicio sumario de ellos vamos a intentar establecer grandes líneas de acción que marcaron el quehacer del partido más votado en las elecciones concurrentes de julio de 2018.
Primero, está claro que el triunfo de Morena sucede en una matriz donde por un lado estaba su escasa presencia política y vida partidaria y por el otro lado, la ola creciente del liderazgo de AMLO. La confluencia de ambas variables es lo que definió y define la naturaleza tanto de su representación, como también la acción de sus gobiernos.
Y es que, aquella ausencia se llenó con lo que había, creándose dos grandes familias, los históricos lopezobradoristas y los ex perredistas, hoy en abierta disputa por el futuro de la organización. Eso ha provocado que, tanto en el Congreso del Estado, como en las alcaldías, la lucha llega en algunos casos a ser enconada y cada vez más inocultable para la mayoría de los ciudadanos.
Segundo, ante la ausencia de una meridiana institucionalización partidaria, y más de una dirección estatal, los órganos de gobierno bajo el morenismo se plegaron, en el mejor de los casos, a las directrices que marcaba el líder y el programa electoral y en el peor, a las iniciativas u ocurrencias producto de su fuerza en el ámbito de acción gubernamental.
Así, la mayoría morenista dividida en el Congreso del Estado, buscaba y lograba ser un contrapeso al Gobierno del Estado, todo iba bien hasta que en su división afloraron las pequeñas mezquindades, esas que han podrido a las organizaciones de la izquierda mexicana, y que por “mantener la unidad interna”, la resolvieron a golpe de dinero, de incremento de un aguinaldo que irá este año hasta los 154 mil pesos cuando muchos diputados no han hecho otra cosa que levantar la mano para votar por línea.
En el caso de los alcaldes, especialmente de Ahome, Culiacán y Mazatlán, que han absorbido prácticamente todo el arco mediático, podríamos decir que ha sido un desastre, sin oficio político, mucha improvisación, dispendio del gasto público, falta de sentido de equipo, nepotismo, ocurrencias caras, corrupción y desplantes de pequeños virreyes que ensombrecen lo que había en los gobiernos del PRIAN y que han terminado por ampliar la división ahora entre los rochistas y alcaldes que se sienten, en medio del desastre, con merecimientos propios para aspirar al cargo de gobernador.
Tercero, está adelantado el reloj electoral en el morenismo, las encuestas indican que va en caballo de hacienda a la gubernatura, que la marca sigue teniendo valor independientemente de quien la encabece en 2021, el Senador Rubén Rocha convoca con su desempeño inequívocamente obradorista en el Senado pero también provoca rechazo, en la última encuesta nacional de la empresa demoscópica Massive Caller aparece con 23.8 por ciento, seguido por la también Senadora Imelda Castro que lleva 14.4 por ciento, y eso indica que no hay nada definido en las alianzas intramuros para nominar candidato morenista.
No obstante, el Senador construye alianzas afuera según los trascendidos con quien se pueda y tenga un valor electoral, con el Gobernador Quirino Ordaz, empresarios, ex gobernadores y especialmente con el dirigente del PAS y el poder tras el poder en la UAS y eso que en campaña ofreció volver la dignidad a la institución de la que también fue Rector. De ser cierta esta última, son malas noticias para la centenaria casa de estudios y hay algo cuando las tres iniciativas de reformas no terminan de cuajar, pese a la retórica reformista, en un Congreso del Estado mayoritariamente rochista.
Cuarto, el trabajo de los senadores y diputados federales, a la vista deja mucho que desear en el estado por el diseño del Presupuesto Federal para 2020 y eso pudiera tener un efecto electoral contra los candidatos de Morena.
Si bien trae una buena cantidad de recursos en obra pública, lamentablemente una ellas, se llevará más del 90 por ciento de los 21 mil 519 millones asignados, es el caso de la planta de amoniaco de la Bahía de Ohuira, una obra mayor que los grupos indígenas, ambientalistas incluso diputados morenistas han criticado severamente por el impacto ambiental que tendrá en la región y no menos por los personajes políticos que se encuentran tras de ella. Hoy esos diputados apechugan vergonzosamente ante la decisión centralista.
Asimismo, es notorio que los grandes perdedores en el nuevo presupuesto son los estados y municipios ya que se drenará menos dinero federal y es una contradicción pues es en los estados donde se generan los impuestos, ahora, una buena parte los administrara la federación con el criterio de la desigualdad regional. No se diga con el recorte en los apoyos al campo y la ganadería estatal que afecta a cientos de miles de productores y familias campesinas sinaloenses. Hay malestar entre los sectores afectados y eso quizá no lo calculan las encuestas de percepción partidaria. Y eso, es un nicho de oportunidad, para otros partidos y futuros candidatos.
Quinto, Morena se presentó como la oferta de la esperanza de una vida mejor, la vuelta a un nacionalismo distributivo en favor de los que menos tienen ahí está la gran cantidad de recursos que este presupuesto asigna a los llamados sectores vulnerables, pero, técnicamente, para algunos especialistas estamos en un ciclo recesivo después de tres trimestres de no crecer nuestra economía.
Cierto, esa reasignación del gasto entre los que menos tienen reactiva el mercado interno porque ese dinero se gasta principalmente en el barrio, la colonia, los pueblos y ciudades, y eso produce economías de escala, sin embargo, coincide con inhibición de la inversión y por lo tanto la captación de impuestos. Es decir, favorecer la esperanza llevando beneficios abajo pero siempre debe ir en busca de los equilibrios entre los ingresos y los egresos de los gobiernos. Afortunadamente esta semana la clase empresarial se reunió para acordar una estrategia de inversiones para los próximos años. Ya veremos si logra la recuperación económica que este año cero.
En definitiva, el movimiento morenista sinaloense, tiene activos, pero sin duda pasivos penosos, la ausencia de una dirigencia estatal y peor la tribalización de su política, que va a tardar en desmontarse por las resistencias naturales a la institucionalización partidaria, y estos serán factores que estarán presente en los procesos de selección de los futuros candidatos como en la acción de los actuales y futuros gobiernos.
Al tiempo.