Última llamada

    “Preocúpate más por tu conciencia que por tu reputación”.
    Durante tres años, en medio de denostaciones, el Presidente ha perdido la oportunidad de escuchar alternativas a los problemas y corregir

    Hace tres años estaba seguro del triunfo de su gestión, sería una refundación de México. Hoy el País sangra por la violencia incontenible, por las muertes debidas a la negligencia, por las ineptitudes asesinas. Llegó la hora de la conciencia.

    El Presidente afirmó que, si no lograba pacificar al País, su gestión no se podría “acreditar históricamente”. Nada en el horizonte nos indica que ello sea viable. En relación con Calderón los homicidios dolosos han crecido 138 por ciento. Las masacres y los feminicidios aumentan. Saldrá de la Presidencia, las cifras que tanto desprecia estarán allí. Vayamos mejor a otro territorio. Por primera vez el Presidente habló indirectamente del fracaso. Siempre dio por sentado el triunfo de la 4T. Pero, para donde se mire, los escenarios son terribles: pobreza, 12 millones más que con EPN, educación, salud, justicia, horrores. Todos los días el Presidente va a su propia trampa: exponerse varias horas negando realidades o invocando fantasmagorías. Al hablar de “acreditar históricamente” dejó ver que sabe del posible fracaso.

    Qué difícil es aparecer todos los días a defender un sketch que ya muy pocos creen.

    Quizá por eso, cada vez con más frecuencia, pierde el tono, como ha ocurrido con Jorge Ramos y ahora con Alberto Peláez, periodistas de gran prestigio. Este último -con amabilidad- lo inquirió sobre las relaciones entre México y España. El Presidente respondió con otro insulto generalizado. Su principal bandera, el combate a la corrupción, se ha convertido en una mofa, pues está rodeado de sospechosos. Cómo explicar su desconocimiento. Por omisión se está convirtiendo en cómplice. La integridad del Fiscal se desmorona por asuntos patéticos -ser un posible plagiario- como lo ha demostrado valientemente Guillermo Sheridan. Y, por si fuera poco, su otra gran obsesión, el sector energético se colapsa: los paros en las refinerías se disparan y la meta de exportación se ve imposible.

    Nuestro País tiene muchos problemas muy graves, algunos heredados, la violencia, otros, creados como la pérdida de confianza de los inversionistas. Lo más doloroso es que hay muchos mexicanos de buena fe que quieren ayudar al Presidente para. así, ayudar a México. Empresarios que han hecho esfuerzos por hacerle ver la necesidad de modificar ciertas estrategias: energía de nuevo. Organizaciones de la sociedad civil que al denunciar colaboran en la lucha contra la corrupción o la impunidad. Su información es de gran utilidad para los gobernantes. También el periodismo crítico, cuya función es investigar y exponer, siendo así un contrapeso imprescindible. Los intelectuales y quienes nos dedicamos a este oficio, de ordenar información e ideas, en el fondo queremos que las cosas vayan mejor. Este es nuestro país, aquí vivimos con nuestras familias y amigos.

    Durante tres años, en medio de denostaciones, el Presidente ha perdido la oportunidad de escuchar alternativas a los problemas y corregir. “Acreditar históricamente” en sus palabras, es tener éxito, evitar el fracaso, pero para ello necesita escuchar y estar en la disposición de corregir. Por desgracia en ciertas cuestiones, incluso corrigiendo, ya no hay remedio. Por ejemplo, la generación de niños con problemas auditivos que perdieron la oportunidad de un implante coclear y que por lo tanto muy probablemente serán sordomudos, ellos pesarán sobre la conciencia de los actuales gobernantes. Lo mismo los niños con cáncer y sin tratamiento. Pero hay otras áreas donde todavía podría corregir. Un relevo en Energía, PEMEX y CFE, por personas que no sean enemigos de la inversión traería resultados. Hay más: salud, lo evidente. El Presidente necesita dejarse ayudar, comprender sus limitaciones, como dijera Gandhi, y así obtener fortaleza verdadera. Ya no tiene mucho tiempo, pero podría intentarlo y llevarse menos cargas.

    Primero la conciencia, que puede doler y mucho, lo demás...