Turistas y migrantes náuticos

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    omar_lizarraga@uas.edu.mx
    Sus embarcaciones son muy distintas, los turistas navegan en yates y cruceros de super lujo, tripulados por profesionales; en sus mesas se sirven los más exquisitos platillos y licores. Por otra parte, los migrantes, navegan en pequeñas embarcaciones improvisadas llamadas ‘pateras’, tripuladas por traficantes de personas sin escrúpulos, duran días en su travesía con escaso alimento y agua.

    La ruta migratoria del Mar Mediterráneo es una de las más transitadas del mundo, y una de las rutas más peligrosas también, por el riesgo de navegar clandestinamente en embarcaciones improvisadas o sobrecargadas.

    Cerca del noventa por ciento de los migrantes que intentan llegar a la Unión Europea por ese mar, provienen de diez países, en orden descendente por magnitud, son originarios de Siria, Afganistán, Eritrea, Nigeria, Pakistán, Irak, Somalia, Sudán, Gambia y Bangladesh.

    Los ciudadanos de esos países salen de sus lugares de origen huyendo de la condición de miseria y/o violencia, en busca de una mejor calidad de vida en países como Italia, Grecia y España.

    En los últimos diez años se calcula que 27 mil migrantes han fallecido ahogados en el Mar Mediterráneo. Tan solo en lo que va del año 2023 la Organización Internacional para las Migraciones, calcula que dos mil han muerto en naufragios ocurridos allá.

    Ese mar es el que separa dos mundos: el del sur, donde hay guerras, pobreza, desplazamientos forzados; y el mundo del norte, el económicamente próspero y desarrollado. Es también en sus aguas, donde convergen personas de ambos mundos. Unos lo hacen como migrantes y los otros, como turistas.

    Sus embarcaciones son muy distintas, los turistas navegan en yates y cruceros de super lujo, tripulados por profesionales; en sus mesas se sirven los más exquisitos platillos y licores. Por otra parte, los migrantes, navegan en pequeñas embarcaciones improvisadas llamadas “pateras”, tripuladas por traficantes de personas sin escrúpulos, duran días en su travesía con escaso alimento y agua.

    En ese “mar de la muerte”, como lo llaman algunos activistas, murieron hace unos días alrededor de seiscientos cincuenta personas migrantes en el naufragio de un barco pesquero a unos kilómetros de la costa griega. La mayoría de los ahogados eran de África y Medio Oriente. Según testimonios de los sobrevivientes, entre los muertos se encontraban cien niños y muchas mujeres.

    De este naufragio, sólo se salvaron 104 personas migrantes y fueron rescatados por uno de esos yates de lujo, cuyo valor se calcula en 175 millones de dólares, y que navegaba cerca durante esas horas. Por cierto, propiedad de la familia mexicana de apellido Bailléres.

    En la prensa internacional aumentan las críticas a la guardia costera de Grecia, por su tardía intervención en el naufragio, aun cuando días antes se percataron del navío sobrecargado.

    ¿Será acaso que la indiferencia por la tragedia fue por tratarse de migrantes pobres? ¿Qué pasaría si los náufragos fueran turistas millonarios? Por supuesto que se desplegaría un ejército de guardias costeros en su rescate. Tal es el caso del millonario operativo de búsqueda de los náufragos del sumergible de expediciones turísticas llamado “Titán”. Operativo en el que participaron cuatro países por cinco días sin descanso.

    Ambas tragedias ocurridas la semana pasada son sumamente lamentables, se trata de seres humanos que dejaron atrás a sus padres, madres, hijos o hijas. Pero es tema de reflexión la enorme desigualdad entre el norte y el sur global, y la mayor vulnerabilidad de los más desposeídos.

    Es cuanto...