Trump, la era del garrote y el surgimiento de la diplomacia ciudadana

06/04/2025 04:01
    Ante el modelo de confrontación e imposición de Trump, es momento de desarrollar una diplomacia ciudadana que exija respeto a los derechos humanos, promueva la cooperación entre los pueblos y defienda los principios de equidad y justicia en la agenda global.

    La segunda administración de Donald Trump en la Casa Blanca ha consolidado un estilo de gobernar caracterizado por la confrontación, la presión y la imposición. Su trayectoria empresarial, marcada por una negociación implacable, ha trasladado a la política una lógica donde el diálogo se convierte en un mecanismo de intimidación.

    En su visión, la negociación no busca consensos, sino la sumisión del adversario, utilizando la opinión pública como instrumento de presión.

    Este enfoque recuerda los inicios de la diplomacia estadounidense, cuando el presidente James Monroe estableció la Doctrina Monroe a finales del Siglo 19 con el lema “América para los americanos”, marcando un primer paso hacia una política expansionista. Décadas más tarde, Theodore Roosevelt reforzó esta doctrina con la política del “Gran Garrote”, que combinaba la diplomacia con la amenaza del uso de la fuerza para garantizar los intereses de Estados Unidos en América Latina.

    Hoy, bajo la administración de Trump, esta estrategia se actualiza y adquiere nuevas dimensiones. Su comportamiento, percibido como soberbio y xenófobo, ha transformado las relaciones internacionales en un juego de imposiciones, donde las naciones deben alinearse con sus intereses o enfrentar represalias económicas y diplomáticas.

    Su política expansionista, respaldada por sectores privados y gobiernos afines ideológicamente, está alterando los principios básicos de la convivencia internacional construidos con esfuerzo en las últimas décadas.

    El resultado es preocupante: cada vez más gobiernos ceden ante la presión sin plantear alternativas de negociación que fomenten la cooperación y la corresponsabilidad en la agenda global.

    Este liderazgo no sólo genera crisis diplomáticas y rupturas políticas, sino que también profundiza la desconfianza en las instituciones democráticas, debilitando los espacios multilaterales que garantizan el equilibrio global.

    Ante este panorama, surgen interrogantes fundamentales: ¿es sostenible este modelo de confrontación e imposición? ¿Se logrará reconstruir una política de acuerdos basados en la corresponsabilidad, o estamos frente a una nueva era de rupturas que podrían desembocar en conflictos de gran escala?

    Frente a esta realidad, los ciudadanos no podemos ser espectadores pasivos. Es momento de desarrollar una diplomacia ciudadana que exija respeto a los derechos humanos, promueva la cooperación entre los pueblos y defienda los principios de equidad y justicia en la agenda global.

    No podemos permitir que el estilo de Trump se imponga sin resistencia. La dignidad de nuestras naciones y la defensa de nuestra casa común, la Tierra, dependen de nuestra capacidad de alzar la voz y exigir un mundo basado en el diálogo y la cooperación, y no en la imposición y la fuerza.