El sino del escorpión aguarda las repercusiones del estreno en Netflix de la serie documental El caso Cassez-Vallarta, basada en el libro de Jorge Volpi. Por ahora, desvelado tras cinco horas frente a la pantalla, el alacrán abrevia una opinión de bote pronto. Luego de los libros de Wornat, Francisco Cruz, Lemus, Volpi et al, más esta teleserie, sabemos lo sabido: la AFI era el violentísimo cártel de García Luna y Cárdenas Palomino. La novedad: autodefensas paramilitares de la comunidad judía en México. ¿Liberación de Vallarta? Dicho esto, el alacrán remite al lector a un célebre caso ocurrido hace justo tres décadas, el caso Molinet, revelador también de cómo la justicia mexicana parece no saber realizar una investigación criminal si no es mediante la tortura, la fabricación de pruebas, la cooperación prevaricadora de ministerios públicos y jueces, y la manipulación de los medios de comunicación.
El proceso judicial de aquel caso criminal fue tan ridículo y absurdo que llamaría a risa si no hubiera implicado el asesinato nunca resuelto de una mujer y una acusación fabricada por motivos aberrantes para inculpar a un adolescente de 17 años. Sufrimiento y dolor inauditos causados tanto por los asesinos de la mujer de 35 años, como por la policía judicial, los agentes del Ministerio Público y los jueces, quienes mejor solucionaron el crimen por la vía cómoda y expedita de no probar nada ni realizar investigaciones profesionales y exhaustiva, y recurrir mejor al expediente del chivo expiatorio.
La puntual crónica de los hechos ocurridos en 1992 la cuentan Paco Ignacio Taibo II y el periodista y querido amigo Víctor Ronquillo, quienes realizaron una investigación periodística a fondo, publicada a manera de reportaje en el libro El caso Molinet (Artemisa Planeta, 1992). Igualmente, el premiado documental dirigido en 1993 por la cineasta Alejandra Islas sobre este proceso, reveló las contradicciones del caso a través de dramatizaciones y entrevistas con los involucrados, incluyendo al entonces Procurador de Guanajuato, Juan Miguel Alcántara Soria, al abogado defensor, amigos y familiares, así como al periodista Miguel Ángel Granados Chapa.
El venenoso sintetiza los hechos: A mediados de marzo de 1992, el adolescente Pablo Molinet Aguilar, “alto, flaco, con aire de rocanrolero culto y reconcentrado a sus 17 años” y con la voluntad y la cultura necesarias para ser poeta, fue acusado de haber asesinado con lujo de violencia (mediante arma blanca y estrangulamiento) a María Guadalupe Díaz, trabajadora doméstica de su casa de clase media en Salamanca, Guanajuato. La negligencia, la falta de pruebas y de investigación, además de una sospechosa urgencia de los agentes judiciales, llevaron a la instantánea aprehensión del muchacho y a su tortura salvaje e inmediata para arrancarle una confesión. Aquí la primera obsesión recurrente del aparato de justicia mexicano: inventarse un culpable, quien sea, a la brevedad posible.
El proceso viciado continúa con la fabricación del caso a pesar de sus fallas, yerros y abusos: Pablo Molinet es un satánico, pues tiene libros de William Blake y Stephen King, un juego de cartas del Tarot y las paredes de su cuarto lucen frases macabras de Jim Morrison; además, escribe poemas para canalizar su agresividad y sus deseos reprimidos (añade un quesque perito psicólogo); y encima, ¡fuma mariguana! (horror de horrores en la panista y católica ciudad guanajuatense). Pseudo expertos forenses recrean también la cronología de los hechos criminales con argumentos falaces y anticientíficos.
Así arman el caso y, en busca de apoyo social, recurren a la prensa amarillista y los medios de comunicación para de inmediato exigir el linchamiento del ahora ya “homicida narcosatánico”. Hay marchas y manifestaciones en las calles pidiendo su condena eterna. En una semana, Pablo es declarado culpable y enviado a prisión. La prensa titula: “‘Sólo la torturé’, dice el presunto satánico homicida”. Y en su delirio, la MP lo inquiere: “Que diga el acusado si el libro de Juan Rulfo llamado Autobiografía puede influir en la mente de los jóvenes para invocar a Satán... Diga usted si son demoniacos o no los otros libros que le fueron encontrados al acusado”.
Por fortuna, el libro de Taibo II y Ronquillo, y su presentación en la Cámara de Diputados promovida entonces por el casi recién nacido PRD, así como el documental de Islas y la presión de buena parte de los periodistas críticos de aquellos años (Clara Guadalupe García, Arturo Cano, Eduardo Monteverde, entre otros) consiguieron la libertad de Pablo Molinet, luego de que permaneció más de dos años encarcelado. El escorpión celebra ese triunfo de la verdad, mientras se pregunta sobre las similitudes de la actuación de la justicia mexicana en cientos o miles de casos de gente común, tal como en el caso nada común de Cassez y Vallarta, hoy vuelto a poner en discusión por Netflix.
Pablo Molinet finalmente se hizo un poeta y editor reconocido. Ha publicado varios poemarios y en uno de ellos dice: El olor de los pies y el olor de la cabeza / de las ingles y el sobaco / se trenzan en uno solo / que repta en las paredes / es mía esa serpiente. // Soy la cárcel / tu miedo, tu rabia y tu lujuria / las cosas que el miedo ve y la rabia anima y la lujuria aprende / aquí las piedras tienen boca humana y gritan / soy el grito.