Previo a la llegada del nuevo milenio, corrieron por todos los medios una y mil expectativas acerca del surgimiento de una nueva actitud entre los individuos; que las circunstancias nos convertirían en personas más responsables con nosotros mismos, con los demás, con el medio ambiente y que, por ello, se construiría un entorno social armónico. A la fecha, nada de eso ha sucedido ni se ven trazas de que acontezca, pues el sentido bélico continúa presente, la violencia social se mantiene incólume, la corrupción gubernamental ofende y ni se diga de la alarmante degradación que están sufriendo los recursos naturales.
En lo que toca a nuestro país, en el tema político, sí podemos decir que hemos sido testigos de dos sucesos trascendentales. El primero de ellos, desgraciadamente, no pasó a mayores; me refiero a que el domingo 2 de julio del 2000, la fuerza ciudadana, capitalizada por Vicente Fox Quesada, abanderado por la alianza partidista PAN-Verde Ecologista, logró derrotar en las urnas al candidato del PRI, Francisco Labastida Ochoa, arrebatándole la presidencia del país, la cual, a lo largo de 71 años sucesivos, corrió a cargo de actores políticos emanados del llamado partido tricolor.
Con un discurso desafiante al sistema y una retórica que sembró la percepción de un cambio, Vicente Fox Quesada conquistó la simpatía de cerca de 16 millones de votantes, cantidad suficiente para convertirse en el primer Presidente de la República surgido de la oposición, después de Francisco Ignacio Madero, en el año 1911.
El ahora ex Presidente en desgracia política, prometió a la ciudadanía acabar con los viejos vicios del sistema, diciendo que con sus pesadas botas aplastaría a las alimañas enquistadas en el gobierno, significadas por la corrupción, el ejercicio abusivo del poder, la miserable situación laboral que sufría la clase trabajadora, la paupérrima situación de los sistemas de salud y educación; todo ello, recogido en el slogan de campaña: “México ya; el cambio que a ti te conviene.”
Pero nada de eso aconteció, ya que el guanajuatense y antiguo ejecutivo de Coca Cola, optó por la vía de la comodidad que significa no asumir de forma efectiva el papel de factor de cambio y si bien es cierto que para ello no contaba con la mayoría legislativa, también es una realidad que le tocó gozar de la bonanza petrolera, la cual, no fue aprovechada para mejorar sustancialmente los servicios públicos de salud y educación, ya que optó por aplicar los gananciales petroleros a dilapidarlos en el gasto corriente, incrementando la burocracia federal y repartiéndolo entre las entidades federativas, sin la etiqueta de recursos de uso exclusivo para salud, educación e infraestructura pública.
Como quien dice Vicente Fox Quesada, en su momento, también fue un rayo de esperanza para el futuro nacional, que quedó en un pasajero destello que no alcanzó a convertirse en un faro alumbrador para el futuro nacional.
Tras su decepcionante gestión, Vicente Fox logró que su sucesor, tras un cuestionado proceso electoral, fuera Felipe Calderón Hinojosa, mismo que gobernó siguiendo el guion priista de mirar de soslayo los males nacionales, realidad que posteriormente capitalizó el PRI para arrebatarle a los panistas el mando nacional y entregárselo a Enrique Peña Nieto, quien encabezó una de las gestiones federales más corruptas de nuestra historia.
Y de nueva cuenta, en el 2018, se prendió un nuevo rayo esperanzador en la figura de Andrés Manuel López Obrador, cuyo brillo se empaña por su fracaso en la gestión de la seguridad pública, la educación y la salud, mientras que la impunidad, la violencia y la corrupción se muestran rozagantes de salud.
Transcurridas más de dos décadas del nuevo milenio, no hay avances integrales en la construcción de un mejor país y ni tampoco se ve, que estemos asumiendo la responsabilidad que como ciudadanos nos corresponde para empujar en ese sentido. ¡Buenos días!