¿Tiene razón Peniley Ramírez comparando las similitudes en seguridad entre Calderón y Sheinbaum?

    Espero que Sheinbaum lo tenga claro, toda su política de seguridad fracasará si continúan apagados los fusibles de la rendición de cuentas, tal como sucedió en los tres sexenios anteriores.

    La periodista Peniley Ramírez hizo notar en su columna del sábado pasado en Reforma que mientras la Presidenta Claudia Sheinbaum afirma que “no va a regresar la guerra contra el narco de Calderón”, el Secretario Omar García Harfuch detalló una lista de componentes que enseñan lo contrario. En efecto, tal como ella lo compara, muchos compromisos de ahora son similares o iguales a los compromisos de entonces.

    Si Calderón prometió y Sheinbaum promete medidas muy parecidas asociadas a la prevención, ¿está bien o mal? Si se parece el compromiso del fortalecimiento de la entonces Policía Federal y ahora de la Guardia Nacional, ¿está bien o mal? Si él hablaba de fortalecer la inteligencia y ahora se promete lo mismo, ¿es lo adecuado o es un error? Si uno y la otra coinciden en prometer la creación de sistemas y tecnologías, usando la información bajo estrategias focalizadas, coincidiendo además en priorizar la reducción de los delitos de alto impacto, comenzando por el homicidio intencional, ¿debemos reprobar o celebrar? Y si Calderón y Sheinbaum tienen perfecta coincidencia en ofrecer el fortalecimiento de las policías locales, ¿palomita o tache?

    Para quienes hoy viven en la polarización que no admite grises y todo es blanco y negro, el texto de Peniley es una fácil veta de escándalo. La observación de la periodista es importante y merece análisis, no escándalo, si bien, lo sabemos, mucha gente -cada vez más- se acomoda en la postura fácil que renuncia al análisis cuidadoso.

    Comencemos por lo primero: en México el conocimiento sobre lo que funciona y lo que no en seguridad pública es raquítico. No hay un solo foro especializado consolidado aquí, mientras hay decenas de redes de producción e intercambio de conocimientos en torno a la seguridad y la policía en otras partes.

    Van solo algunos ejemplos: en 1979 nació la Police Foundation en el Reino Unido; en 1968 nació el National Institute of Justice en Estados Unidos; a principios de siglo inició funciones la Canadian Police Association; desde 2015 funciona la Red Interamericana de Desarrollo y Profesionalización Policial de la Organización de Estados Americanos; hace varios años funciona el Blog Sin Miedos, en la categoría de Seguridad Ciudadana del Banco Interamericano de Desarrollo; por 25 años ha funcionado la National Association for Civilian Oversight of Law Enforcement y en 2004 nació el African Policing Civilian Oversight Forum.

    El Comité Internacional de la Cruz Roja promueve desde hace décadas la profesionalización policial en clave de derechos humanos y dejo al final el caso más reciente: en 2023 nació la Plataforma de Evidencias en Seguridad y Justicia, que incluye 700 casos evaluados y 91 tipos de soluciones, todo pasado por evaluaciones.

    Hay muchos, muchos más foros. En cambio, México no cuenta con espacios de esta naturaleza y personas de nuestro País o instituciones participan en algunos espacios internacionales de manera marginal, si bien desde el 2003 nació el Instituto para la Seguridad y la Democracia (Insyde), centro de pensamiento pionero que creamos precisamente para promover la reforma policial democrática y que lanzó el primer modelo de certificación policial ciudadana en América Latina.

    Cada una de las promesas de antes con Calderón y de ahora con Sheinbaum, las que sean, parecidas o no, deben ser contrastadas con el conocimiento más avanzado en estos temas. No es bueno o malo en sí mismo lo que prometen, y tampoco debemos aplaudir o censurar el hecho de que coincidan o no. Ese no es el punto. El punto es que cada promesa, cada política, cada decisión sea contrastada a través de la evaluación de impacto con los medios científicos y técnicos idóneos; todo, a su vez, atravesado, al menos en nuestra perspectiva, por los enfoques de derechos humanos, género e interculturalidad.

    En 2001 se publicó una investigación monumental basada en la revisión de más de 500 libros, artículos y reportes publicados en los últimos 30 años, estudio que produjo cuatro criterios que fijan los estándares básicos de una reforma policial democrática: la Policía debe ofrecer la más alta prioridad operativa al servicio de las personas; la Policía debe rendir cuentas ante la ley, no ante el Gobierno; la Policía debe proteger los derechos humanos, especialmente aquellos que son necesarios para el tipo de actividad política ilimitada que es el sello distintivo de la democracia, y la Policía debe ser transparente en sus actividades.

    Por cierto, caminando por los pasillos del INACIPE, el ya finado David Bayley, acaso el más influyente investigador hasta hoy en la materia policial y quien condujo esta descomunal investigación, me insistió: si el Estado no crea los foros que maduren los faros de conocimiento policial, deberán hacerlo ustedes sentándose a tomar café y perseverando por mucho tiempo y con la mayor de las paciencias. En esto estamos.

    Más allá del tema policial, nosotros decidimos contrastar toda política de seguridad con estos cuatro criterios. No aceptamos la validez de política alguna contra ellos y, en cambio, buscamos, identificamos, monitoreamos y en su caso promovemos las que se compadecen de estos ejes fundamentales.

    Y tenemos la certeza de que solo un modelo comprehensivo de rendición de cuentas como este, promovido por la ONU, puede asegurar el control democrático de la policía y de las políticas de seguridad. Por eso el objetivo estratégico número uno en nuestro trabajo es lograr que se implante un modelo así, sea cual sea la política ofrecida, venga del color que venga.

    El fracaso estrepitoso de Calderón y el que le siguió con Peña y López Obrador, según nuestro análisis, no es porque prometen una cosa o la otra, sino porque prometan lo que prometan no ha llegado ese control democrático, decidiendo cada presidencia alejar las decisiones y la implementación de la verdadera evaluación para, en estricto sentido, evitar rendir cuentas.

    Espero que Sheinbaum lo tenga claro, toda su política de seguridad fracasará si continúan apagados los fusibles de la rendición de cuentas, tal como sucedió en los tres sexenios anteriores. La posible continuidad del apagón es lo que preocupa acá, más con el correlato desbordado de la contracción civil y la expansión militar.