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El 28 de diciembre del año 2017, un joven de 25 años de edad llamado Tyler Barris, residente de Wichita, Kansas, en Estados Unidos, llamó al 911 para informar falsamente de un crimen en curso. En la llamada se hizo pasar por otro joven de nombre Andrew Finch. Tyler afirmó que estaba en una residencia -dando el domicilio de Andrew-, y dijo que le había disparado fatalmente a su padre y mantenía a otros familiares a punta de pistola, que había derramado gasolina por toda la casa y amenazaba con incendiarla.
Los elementos de la policía del condado de Wichita llegaron en minutos a la casa donde supuestamente se había cometido el crimen, dispuestos a usar la fuerza letal. Andrew Finch, sin saber qué sucedía, abrió la puerta de su casa, gritó y los policías descargaron sus armas dando muerte a un joven totalmente inocente.
A esta práctica de hacer llamadas falsas con el objetivo de movilizar a la policía hacia alguien en particular, se le conoce actualmente como SWATTING. El término viene de SWAT (Special Weapons and Tactics), un tipo de unidad de policía altamente militarizada de los Estados Unidos que lleva armas de fuego de gran potencia y que tiene autoridad para el derribo de puertas.
Traigo el tema en mi columna de hoy, porque parece ser que esta práctica se está popularizando en Sinaloa. El pasado jueves una persona llamó al 911, diciendo que en el interior de la Escuela Secundaria Técnica 72 ubicada en Culiacán, un alumno portaba un arma de fuego y planeaba usarla contra sus compañeros. En respuesta a esa llamada, acudieron policías armados al plantel, seguramente dispuestos a usar la fuerza letal.
Sin embargo, al realizar una inspección en su salón se comprobó que no portaba una pistola. “Estaba muy nervioso, pero estaba desarmado”, afirmaron los policías.
En rueda de prensa, el Secretario de Seguridad Pública Estatal detalló que “por las características de la voz y el tono, se pudo constatar que quien hizo la llamada era un hombre adulto, el cual sí proporcionó el nombre de un estudiante que cursa en ese plantel”.
Es decir, se trató de una llamada del exterior, con el objetivo de afectar a un niño en particular directamente. No fue sólo una broma pesada.
Días antes, en Mazatlán ocurrió algo muy parecido. En este caso ocurrió en la preparatoria CBTIS 51. Las autoridades recibieron mensajes de amenazas sobre un posible tiroteo contra estudiantes. La policía llegó armada también al plantel y descubrieron que se trataba de una falsa alarma.
Afortunadamente en ambos casos recientes, no ha ocurrido una tragedia como la ocurrida en Kansas en aquel año 2017. Pero sin duda hay el enorme riesgo de ocurrir en cualquier momento.
¿Qué tal si los policías que llegaron armados a estas dos escuelas estuvieran un poco más nerviosos y se dejan llevar por un impulso de reacción?
En respuesta a la muerte de Finch, la legislatura del estado de Kansas aprobó un proyecto de ley en el año 2018 para establecer que, la creación de una falsa alarma que resulte en lesiones o muerte, sea considerado como delito grave, y actualmente se castiga con sentencia de prisión entre 10 y 41 años.
¿No será momento de legislar en torno a este tipo de prácticas en Sinaloa?
Es cuanto...