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    No pueden, los ciudadanos de este país, sino congratularse por las enormes riquezas naturales que posee este país, soporte ideal para insertarse entre las economías con un desarrollo sostenido. La clave está en elegir buenos gobernantes, honestos y patriotas, con una visión clara para sacar a las regiones y al país del subdesarrollo y activar su economía en todas sus potencialidades.

    En el actual gobierno de la cuarta transformación -lo enfatizamos, partiendo de hechos concretos-, se está revolucionado la infraestructura del país y se ha estabilizado su economía en niveles históricos, como no veíamos en décadas. En el pasado, sólo conocíamos el incremento de la pobreza de manera catastrófica y el ingreso a la lista Forbes de nuestros hombres más ricos, el país más desigual del mundo. Con el gobierno de la Cuarta Transformación hemos conocido la reducción de esa franja de pobreza. Esto demuestra gráficamente que un buen gobierno produce resultados en bien de las clases marginadas, es una ley dialéctica infalible.

    El factor político es esencial para la buena marcha de la economía de un país. Ahí estribó, durante décadas, el estancamiento de nuestra economía: padecimos pésimos gobernantes. Además, en su mayoría eran unos reverendos corruptos y antinacionalistas por añadidura, entregados a las élites económicas del país y serviles hasta la ignominia a los interese extranjeros. Esa ha sido, lamentablemente, sin darle vueltas al asunto, la fuente de nuestra debacle histórica.

    Por eso es tan importante el golpe de timón dado por la cuarta transformación. Por ese camino la economía de este país prospera, la sociedad en general alcanza nuevos estadios de bienestar, colocando al país, en poco tiempo, entre los que tienen un desarrollo sostenido. Esta es la causa material que ha producido optimismo entre los ciudadanos y los ha llevado a apoyar el rumbo que viene impulsando el gobierno de Andrés Manuel López Obrador. Los ciudadanos ven, con hechos tangibles, sin palabras vanas, los programas de bienestar y las magnas obras, lo que concita el apoyo popular a un gobierno para todos.

    Mientras el gobierno de la 4T avanza cada vez con mayor certeza y los ciudadanos ven mejoras en su economía, con hechos que no pueden ocultarse, la oposición fanática fracasa en sus críticas sin ton ni son, sin plantear más alternativa que una vuelta al pasado de corrupción, al que ningún ciudadano quiere volver.

    En la actualidad se vive una etapa histórica y las acciones del gobierno lopezobradorista han traído grandes acontecimientos, que deben ser valorados en toda su dimensión. Es importante ver con sumo cuidado la actual coyuntura política, analizarla y, con esmerada responsabilidad, tomar nuestras decisiones, buscando siempre lo mejor para bien del pueblo; esa debe ser la premisa infalible.

    Por fortuna, esta gran nación cuenta con una ciudadanía muy politizada, imposible de ser manipulada por los retrógradas y sus medios tradicionales, que anhelan regresar al pasado, donde una élite usufructuaba los bienes de la nación en su beneficio, mientras el pueblo sufría las peores penurias en todos los sentidos. Que ese pasado no vuelva jamás, porque el pueblo decidió ser el autor de su destino. Y vemos en los hechos que lo está logrando, pese al abismal atraso en que se encontraba el país, nuevos vientos soplan en favor de los que menos tienen, se consolidan las metas que nos proyectan como un país con progreso para todos, sin cortapisas.

    En la actualidad está a punto de darse el inicio formal de las campañas políticas, que culminarán en la elección presidencial del 2 de junio del 2024, donde se va a poner en juego avanzar o retroceder. Tomando en cuenta el pulso del pueblo, su estado de ánimo, su nivel de participación, podemos decir que está garantizada la continuidad de la cuarta transformación. El pueblo es sabio y no se equivoca en identificar, en toda coyuntura, a sus enemigos históricos, así como a sus aliados. En la actualidad camina con paso firme, con certeza indómita, por el rumbo del proyecto de regeneración. Los partidos políticos, que representan el pasado, no tienen futuro, van a rumiar su contundente derrota.

    Mientras la ciudadanía se apresta, con optimismo, a celebrar su victoria, que va a disfrutar en junio próximo, la oposición está moralmente derrotada en toda la línea: no tiene futuro frente a la potente corriente popular que enarbola la bandera del progreso y bienestar.