Juan Alfonso Mejía López
juanalfonsomejia@hotmail.com
Twitter: @juanalfonsoML
La política no es lo que era, lo que no es necesariamente malo. Dejó de emocionar, de proponer, de convocar; con una pequeña acotación: no la política, porque su naturaleza es la misma, son los políticos. Demasiado cálculo y poca convicción.
Los instrumentos son otros, es verdad, y eso explica en parte el fenómeno. Por ejemplo, hoy son las redes sociales las que nos obligan a mirar con otros ojos, trastocando para siempre la lógica de la representación, porque ahora el vínculo es de manera directa y personalizada; antes fue el voto, en el que primero sólo podían hacerlo unos cuantos, dependiendo de sus riqueza, hasta que esta forma de expresión se masificó; la radio metió a los políticos a las casas de los ciudadanos, pero nunca a tal nivel como lo hizo la televisión; el dinero, la plaza pública, el estudio de televisión y ahora el celular, han sido mecanismos trascendentales para entender la política de otro modo. Sin embargo, no hay peor ciego que quien no quiere ver.
Esta semana asistí, por lo menos, a cuatro eventos donde nace esta reflexión. Evidentemente, uno de ellos es el Tercer Informe del Gobernador Quirino Ordaz Coppel; mientras le hablaba a más de cinco mil asistentes pensaba en lo que lo tiene ahí, no como Gobernador, sino como el mejor evaluado del país por espacio de 14 meses. Mientras los otros gobernantes que lo acompañan en el “TOP” del ranking tienen un año al frente de sus estados, Ordaz Coppel tiene tres; esto es, a pesar del desgaste, encabeza las preferencias de su gente.
Los otros tres eventos fueron dos con jóvenes, uno el Premio Estatal del Deporte con mi compañera Paola Moncayo y el COBAES y Sergio Mario Arredondo; el último se trata de la Asociación de Profesionistas de Sinaloa y su nueva presidenta Dra. Itza María de la Cruz.
La política trasnochada tiene políticos anquilosados al frente de ella, por eso creo que el Gobernador de Sinaloa puntea todas las encuestas: porque entiende, administra, y ejerce el poder de otra forma. Pero este razonamiento es consecuencia, no es causa; lo entiende, lo administra y lo ejerce diferente porque está pendiente de lo que pasa con el ciudadano, no con el político.
El destino de la presente y la próxima generación mexicana estará definido por los ciudadanos, no por los políticos, mucho menos por sus partidos. Los eventos de jóvenes a los que asistí como la Asociación de Profesionistas tienen puntos en común: primero, tienen una causa, no un empleo, lo hacen por amor a la camiseta, no por obligación; segundo, no hay fuero que valga, son ciudadanos de “a pie”, jóvenes ejemplares, no extraordinarios, que inspiran por su convicción; tercero, nadie los representa ni buscan representar a nadie, hablan en su nombre y lo hacen de tú a tú; cuarto, por sus venas corren ideas de lo que quieren y los motiva, probablemente no lo entendamos en su totalidad aun, pero una cosa sí es segura: lo de ayer, ¡ya fue!
A esta reflexión añadiría un elemento adicional, quizás menos motivador para algunos, pero sí muy aleccionador sobre los nuevos tiempos. La geometría electoral de México cambió; de poco sirve entender la identificación política desde el ámbito de los partidos ni de las ideologías. No sería la primera ocasión en que esto sucede en el territorio político nacional.
En los años de la alternancia, en los ochentas y los noventas, lo que verdaderamente identificaba a un elector era su deseo, o NO, de mantener al PRI en el poder. Lo mismo sucede ahora, pero con Morena. ¿Qué tiene que ver esta visión con la reflexión que antecede esta interrogante?
La última elección en Puebla a la gubernatura durante el mes de junio es reflejo de que no estamos viendo lo que nos dicen los ciudadanos, andamos extraviados. Todos los análisis que he leído abordan esta temática a partir del triunfo de los partidos (Morena y la tercerización de la elección entre Morena, PRI y PAN), siendo el PRI quien le hizo el trabajo sucio a Morena; lo mismo hizo el PAN en Estado de México en el 2018, ambas elecciones resultando favorables para el hoy partido en el poder.
NO obstante, Puebla es un buen ejemplo de lo importante que resulta aprender a “mirar con otros ojos”. Si bien es cierto que Morena ganó la gubernatura con 44.8 por ciento de los votos, también es verdad que el número de votos de los ciudadanos que no votaron por este partido es mayor: 790,989 (PRI-PAN) Vs 685,498. Al final, ganó Morena porque no le presentaron una alternativa viable; o bien, porque escucharon demasiado a los partidos y poco a los ciudadanos.
Se respiran tiempos de cambio, en los que el futuro de nuestro país no se definirá en la mesa de un despacho; más bien, será cerca del sentir de un pueblo que siente y resientes las viejas y nuevas formas de hacer política; tengo esperanza de que su aspiración conlleve la consolidación de las reglas del juego democrático y no decida tirarlas por la borda, de manera franca o simulada.
Que así sea.