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Días lluviosos fueron el marco para despedir a un buen amigo; a todo un personaje de nuestra comunidad. Me refiero a José Héctor Rojas Saucedo, conocido por la sociedad mazatleca como Chepe Rojas, quien, a lo largo de su vida profesional, se destacó como un excelente reportero gráfico; siempre con el encuadre y el ángulo perfecto que ilustraban las crónicas de los reporteros en las páginas de El Sol del Pacífico, y posteriormente, de su última casa laboral, Noroeste Mazatlán.
Tuve el gran honor de contar con su aprecio. Fuera del terreno de los eventos sociales, infinidad de veces nos encontramos en las matinales caminatas por el malecón, y en no pocas ocasiones, en el estadio de béisbol, recinto en el que me platicaba de lo orgulloso que se sentía de su nieto, José Manuel Orozco y reprochaba que los dirigentes del equipo local le brindaran pocas oportunidades para desarrollar sus facultades para la pelota profesional.
Recordaré siempre al Chepe, apreciando su don de gente bien nacida y su entrega al ejercicio de la profesión que eligió, para darle vuelo a su talento innato de cazador de los tiempos exactos para plasmar una buena fotografía. Hasta pronto, estimado Chepe, tus amigos nos sentimos orgullosos de haber tenido la oportunidad de convivir contigo, y tus familiares, seguramente honrarán tu memoria, como lo que fuiste, un gran ser humano.
Y a propósito de seres humanos extraordinarios, tomo el camino, para en un primer entre, destacar la labor de las llamadas rastreadoras, grupos en su mayoría compuestos por mujeres, que buscan a sus desaparecidos; no inquiriendo culpables, sino con el propósito de encontrar el paradero de sus tesoros, como ellas dicen, para sembrar el final de la terrible incertidumbre que las ahoga en el profundo mar de la incertidumbre, que inicia a partir del terrible suceso que las afecta.
México registra una alarmante cifra de más de 100 mil desaparecidos desde el año 2006 hasta el 2021, según cifras de la Comisión Nacional de Búsqueda y del Comité Contra la Desaparición Forzada, dependiente de la ONU, la que observa que el incremento de desapariciones, se dio a partir del gobierno de Felipe Calderón y de ahí en adelante, no ha parado.
Ante la indolencia de la burocracia judicial y el desespero de los familiares de los desaparecidos, el esfuerzo particular, encabezado por mujeres se dio a la tarea de ir tras el paradero de los suyos, a costa de poner en riesgo sus vidas, tal y como ha sucedido con muchas de ellas, listado en el que desgraciadamente, ha quedado apuntado el nombre de la elotense Rosario Lilian Rodríguez Barraza.
Hasta ahora, el tema de las ausencias forzosas solo ha servido para crear una inservible burocracia, mientras que las rastreadoras, hacen valer el dicho de que las madres defienden como unas leonas la vida de sus hijos que, en este caso, se trata de dar con el paradero de los suyos, no para encontrar culpables, sino para poner fin a la amarga incertidumbre que las aqueja y hacer valer su compromiso: “Te buscaré hasta encontrarte”.
Y siguiendo por la ruta de la gente de bien, permítaseme compartir con ustedes, que los Osuna Hi y sus ramificaciones familiares, estamos celebrando el 95 aniversario de nuestra madre Guillermina Hi Solano, quien nació el domingo 11 de septiembre de 1927.
La maestra Guillermina inició su vida laboral de 40 años, cumplidos los 15 años de edad, en el medio rural mazatleco, haciendo su debut en El Salto; de ahí pasó a San Marcos, después fue transferida a La Noria y antes de ser movida a la zona urbana, llegó a Puerta de Canoas, donde se ganó el cariño y respeto de sus habitantes, de tal suerte, que algunos viejanos la identifican como la señorita Guille o la Guille del Beto, pues justamente ahí, encontró el amor en la persona de nuestro padre Alberto Osuna Tortolero, a quien además, alfabetizó.
Somos afortunados por tener estos ejemplos de vida, y en lo particular, por contar con una madre que nos ha prodigado amor incondicional y el referente de una existencia honrada. ¡Buenos días!