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Miles de dosis de autoengaño son ahora lanzadas a través de la radio y la televisión. Gobierno, partidos políticos, entidades privadas participan en el ejercicio de profunda deshonestidad. Resulta que los mexicanos siempre somos solidarios, lo llevamos en la entraña y el 2020 mostró nuestra grandeza interna. Dejemos de mentir y mentirnos.
El desplome ético de nuestro País es devastador. 2020 fue un año de pirotecnia verbal para distraernos del horror. ¿Se acuerdan de la rifa? Los recuentos de lo que se dijo acongojan: ofensas, calumnias, ataques viles, insinuaciones perversas. Pocos gobernantes cuidan sus palabras y ponderan el impacto de lo que sale de su boca. Diputados y senadores enfrascados en un espectáculo vergonzoso, de dimes y diretes, de moquetes como engaño visual. Qué pensarán los jóvenes de esos “servidores públicos” que se gritan majaderías porque carecen de argumentos. Qué pensar de los conteos sobre los miles de mentiras que se han proferido desde la Presidencia.
Acaso será demasiado exigir que los senadores actúen invocando la serenidad y templanza que están en el origen de esa casa de la nación. Por qué dedicarse al servicio público cuando las corruptelas florecen en todas las marcas políticas con modalidades renovadas. ¿Robarnos es solidario? No finjamos demencia, los candados institucionales no bastan si los servidores son escapistas profesionales. Insultos y mofas a medios y periodistas de largo cuño como Ricardo Rocha o López Dóriga y muchos más, son tolerados por millones. El golpeteo desde el poder, es ilegal, pero -aún más grave- es inmoral. No hay un código mínimo de comportamiento presidencial. Burlarse de la legislación electoral que mandata no intervenir desde el poder en los procesos, es burlarse de los mexicanos. Cuando un alto juzgador es capaz de modificar el engrose y la resolución del pleno del TEPJF, algo está muy podrido. Banxico controlará la inflación y defenderá la paridad del peso, pero rodeado de tiburones.
Ahora que tanto se menta a los liberales, los políticos deberían recordar a algunos clásicos como Franklin, Washington, Rousseau y otros que invocaron el término “religión civil” ese cultivo de las convicciones y los sentimientos que conforman ciudadanos que respetan la ley y sus propósitos. Todos, gobernantes y gobernados, deben acatarla. Sin una ética ciudadana, ejemplar en los gobernantes, México no es confiable. En el 2020 usar cubrebocas se convirtió en una clara prueba de la convicción ciudadana de mirar por los otros. Nos fue pésimo, el mal ejemplo y el cinismo, de gobernantes y gobernados, retrataron un verdadero desprecio por la vida del otro. ¿Solidarios? Qué decir de la cuenta de los decesos que se convirtió en una mentira oficializada.
Deberá haber un homenaje permanente a los trabajadores del sector salud que, desprotegidos, dejaron su salud y con frecuencia la vida, por sus conciudadanos. Pero por cada uno de esos héroes de bata blanca, hubo varios políticos que recortaron presupuestos sin siquiera conocer a las instituciones a las que ahorcaron. Esos personajes se empequeñecieron en su interior como ciudadanos y demostraron que sus intereses rastreros eran más poderosos que la mínima empatía por lo que vivían sus compatriotas. Las muertes, el sufrimiento, la pobreza, la escasez de medicamentos, la lista de agravios es larga. Sin escuchar razones desaparecieron fideicomisos, atacaron instituciones de beneficencia sin conocer siquiera sus actividades. Allí está ese México sin “religión civil”, peor aún, desalmado en el que un mexicano es el peor enemigo de los otros mexicanos.
Se perdieron muchas vidas, demasiadas; la pobreza gangrenó a México, pero lo peor fue el desfile de amorales que mostraron su pequeñez. Ante el reto, no crecimos, no en nuestras convicciones ciudadanas, no en nuestros comportamientos. ¿Solidarios? Son momentos de reflexión. No mintamos. Comparémonos con otros y parémonos frente al espejo.
Qué triste 2020.