En los últimos días los sinaloenses hemos sentido temor e incertidumbre ante la ola de violencia generada por los grupos del crimen organizado, sobre todo en la capital del estado. Esta situación ha llevado a las familias a resguardarse en sus hogares, tal como lo hicimos en aquellos años de pandemia. Por supuesto la economía ya lo ha resentido; algunos comercios han tenido que cerrar sus puertas, y seguramente muchos trabajadores han sido despedidos.
Un sector de la población que siempre en estos casos es la primera en ser azotada, es la de los músicos. Aquellos que viven de la alegría y de la fiesta, en estos casos son los primeros en sufrir la escasez de trabajo, tanto que en días recientes se han plantado decenas de ellos en la plazuela Álvaro Obregón a pedir el apoyo de la ciudadanía.
Esta incertidumbre suele provocar egoísmo en muchas personas; esa actitud de ocuparse sólo en el beneficio propio y de los suyos. Sin embargo, la historia nos ha enseñado que en tiempos de crisis es cuando más debemos cooperar unos con otros.
Hasta hace 10 mil años, las pequeñas comunidades nómadas conformadas por cazadores y recolectores tenían su división de trabajo y códigos propios de cooperación para sobrevivir, cuando un individuo faltaba a esos códigos, lo excluían socialmente y lo más probable ante un territorio hostil, era su muerte. La cooperación individual y colectiva siempre ha sido pues, una forma de sobrevivencia.
En estos días no es muy diferente, ahora es cuando más ocupamos de solidaridad y cooperación entre nosotros. La solidaridad es la suma de recursos intangibles que una comunidad pone a disposición de sus miembros a través de mecanismos informales de relación, estos recursos pueden materializarse en forma de favores, cooperación y ayuda.
En los vecindarios, distritos o municipios de la entidad debemos dar nuestra mano a quien la necesite, y no discriminar o estigmatizar. Para el historiador israelí Yubal Noah Harari, esta capacidad de cooperar en gran escala ha sido la clave para que el ser humano reine en el planeta sobre todas las demás especies. Y en la actual crisis no puede ser la excepción.
He leído gratamente que, en Culiacán, Sinaloa, existen agrupaciones civiles que han salido a dar su ayuda en los últimos días a personas y familias menos favorecidas, incluso arriesgando su propia vida.
Un ejemplo es el de un grupo de jóvenes que dispusieron una iniciativa en Quilá, sindicatura al sur de Culiacán, donde acondicionaron un centro de acopio para ayuda de refugiados. Usando las redes sociales, convocan a apoyar a la gente que no ha podido salir de sus viviendas por la situación de inseguridad, de las zonas a donde los proveedores no pueden llegar, y sobre todo donde la gente no puede salir a trabajar y buscar su sustento. Así que están reuniendo despensas para entregar a los prácticamente damnificados por la violencia en esa zona de Culiacán.
Por su parte, el Banco de Alimentos de Culiacán, cuya labor lleva a miles de personas apoyo alimentario desde hace décadas, en esta situación está haciendo todo lo posible para llevar los apoyos a las comunidades.
A todas ellas y ellos ¡¡mil gracias!!
UAS no es volver al pasado
La nueva Ley Orgánica que recién acaba de aprobar el Congreso del Estado, que nos devuelve el voto libre, secreto y universal a estudiantes y trabajadores de la universidad para elegir a nuestras autoridades directamente, no significa que volvamos a aquellas prácticas de despilfarro de dinero en bandas musicales y carnes asadas que interrumpían la vida académica, como algunos argumentan. Pues hay un nuevo artículo en esta ley que prohíbe hacer campaña y proselitismo durante el proceso de selección, y quien lo haga, quedará automáticamente fuera de la contienda.
La paridad de género y la gratuidad de la educación son otras virtudes progresistas de esta nueva ley.
Bienvenida la democracia a la universidad.
Es cuanto...
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omar_lizarraga@uas.edu.mx