Sociedades resilientes y consciencia social

ALDEA 21
    No obstante, el concepto de resiliencia ha cobrado un mayor auge en las áreas de la psicología y la sociología para explicar y tratar momentos de estrés y adversidad que afecta la vida individual y comunitaria. Pero es al psicólogo norteamericano, Norman Garmecy, a quien se le atribuye la definición más aceptada, quien afirma que es la capacidad para recuperarse y mantener una conducta adaptativa después del abandono y la incapacidad inicial al iniciarse un evento estresante, además de sostener que la resiliencia no implica sólo la invulnerabilidad al estrés sino la habilidad de recuperarse de eventos negativos.

    De acuerdo con el científico español Elisardo Becoña, el término de resiliencia procede del latín, de la palabra “resilio” que significa volver atrás, volver de un salto, resaltar, rebotar. En un principio se entendía por resiliencia la resistencia de un cuerpo a la ruptura de un golpe o la capacidad de un material de recobrar su forma original después de someterse a una presión deformadora. Por lo que es claramente un concepto de la física y la ingeniería civil, que después fue adoptado por las ciencias sociales.

    No obstante, el concepto de resiliencia ha cobrado un mayor auge en las áreas de la psicología y la sociología para explicar y tratar momentos de estrés y adversidad que afecta la vida individual y comunitaria. Pero es al psicólogo norteamericano, Norman Garmecy, a quien se le atribuye la definición más aceptada, quien afirma que es la capacidad para recuperarse y mantener una conducta adaptativa después del abandono y la incapacidad inicial al iniciarse un evento estresante, además de sostener que la resiliencia no implica sólo la invulnerabilidad al estrés sino la habilidad de recuperarse de eventos negativos.

    Así se adaptó el concepto de “resiliencia social”, que surge en la década de los 90, cuando el geólogo británico, William Neil Adger, en su artículo “Resiliencia social y ecología”, la define como la habilidad o capacidad de una comunidad para afrontar una tensión, perturbación o cambio externo, producto de cambios políticos, sociales o ambientales que afectan su estructura social”.

    Con este antecedente, ahora se proponen las “sociedades resilientes”, como aquellas poblaciones que enfrentan traumas y conflictos colectivos en los cuales influyen aspectos psicosociales, además de las respuestas individuales al estrés. Sin duda una de las crisis recientes más severas, es la actual pandemia de Covid 19, que después de poco más de dos años, trajo consigo costos importantes para la salud mental con evidentes síntomas de estrés postraumático que elevaron los niveles de ansiedad, frustración y aburrimiento.

    Sin embargo, en nuestro país, todo parece indicar que lo terrible de la experiencia vivida con la pandemia, no ha modificado nuestros hábitos y formas de vida. El ambiente colectivo se percibe más en la necesidad de dar vuelta a la página intentando borrar las amargas experiencias ante la urgencia de volver a la antigua normalidad y dejando de lado la reciente advertencia de adaptarse a una “nueva normalidad” que en la realidad cotidiana no se observa que haya llegado para quedarse, sino que por el contrario, tantos los más rígidos protocolos sanitarios y las nuevas prácticas sociales distintas, se ven desaparecer junto con la apresurada necesidad de volver a las costumbres de convivencia antes de la llegada del Covid 19 a nuestras vidas.

    Al parecer la experiencia no dejó una enseñanza que modificara nuestra forma de pensar y de actuar como sociedad. Y aquí es donde cabe preguntarse si como sociedad fuimos capaces de desarrollar un comportamiento de resiliencia social.

    Se podría decir que sí logramos hasta cierto punto una resiliencia comunitaria, como afirman algunos especialistas, que la entienden como aquella capacidad comunitaria para responder a las adversidades, protegiendo a los individuos y compensando las debilidades, logrando sobreponerse de las dificultades.

    Si bien el concepto de sociedades resilientes se asocia, antes de la pandemia, al tema ecológico, las dificultades meteorológicas y sus consecuencias con los desastres naturales y todo aquello que amenaza a nuestra civilización a partir del cambio climático, el concepto de sociedades resilientes, sostiene el analista mexicano Alán Santacruz Farfán, son una opción para fortalecer las relaciones internas de individuos entre sí, que forman grupos relacionados, que construyen comunidades preocupadas por el grupo y por el individuo. Estas relaciones se basan en la confianza, el diálogo, la empatía, y la reciprocidad, como sus principales capitales sociales, dedicados a la gestión colectiva de los riesgos.

    Ahora bien, en nuestro caso mexicano, esta capacidad “demostrada” de resiliencia social durante la pandemia, que despertó todas aquellas virtudes sociales y colectivas, al parecer ahora se retiran para que todo vuela a ser como antes, como si nada hubiera pasado o como si la necesidad de haber cambiado, ante un “acto de resiliencia colectiva” fuera un aprendizaje temporal que ya no es necesario para enfrentar los fenómenos que como sociedad nos destruyen igual. Como si todo aquello que se hizo y se resistió ante la mortal pandemia se hubiera tratado más de sobrevivir el Covid 19, para luego seguir sobreviviendo de nosotros mismos. Para destruirnos nosotros y no el virus.

    De ahí que la importancia de ampliar el concepto de sociedades resilientes, como aquellas capaces también de superar toda situación que atentan contra su bienestar, que no se trate sólo de resistir y sobreponerse, sino de aprender y construir sociedades aptas para desarrollar conciencia social, de resiliencias capaces de resistir, superar y transformar la sociedad con inteligencia y conciencia en favor de la vida.

    Hasta aquí mis reflexiones, los espero en este espacio el próximo martes.