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“La insensatez es hija del poder”, la expresión es de Barbara Tuchman, la brillante historiadora estadounidense. Con esa brújula en la mente escribió un texto fantástico, La marcha de la locura, una historia de la sinrazón de Troya hasta Vietnam. La sinrazón surge cuando los poderosos niegan la realidad, cuando la insensatez se apodera de ellos. En ese momento las naciones peligran.
En poco tiempo el Presidente cumplirá dos años en el gobierno. La insensatez ha sido la constante. ¿Qué cosecha se imagina para sí mismo? “A nosotros no nos interesan los negocios privados...”, dijo hace unos días. El problema es que 90 por ciento de los empleos los genera el sector privado en sus distintas escalas. La declaración es muy reciente, pero lleva dos años aplicando ese principio y, claro, la inversión privada se ha desplomado. Niega la realidad al no comprender que sin ese empuje no habrá recuperación.
Niega la realidad pues sin reactivación económica potente no habrá recaudación que alcance. Los mensajes ofensivos hacia la IP comenzaron con la cancelación de NAIM por problemas de corrupción. Las cuatro letras son ya monumento a la insensatez. Nunca se demostró que la hubiera y nada los detuvo; enterraron cientos de miles de millones de pesos. El FMI lo advirtió hace unos días: en el 2021 la inversión productiva no llegará al 20 por ciento del PIB, menos aún al 25 ofrecido por el Gobierno. La inversión histórica más alta se logró en 1981, 31 por ciento. Qué envidia. Según el Fondo la 4T tendrá la tasa más baja de siete sexenios. Lo previsible: el Presidente no cambiará su postura, así es imposible recuperar la confianza, el crecimiento y empleo serán magros. Según el CEESP en el 2024 el PIB per cápita estará más de mil dólares por debajo del 2018. Mucho tiempo perdido.
Sin la inversión y las tecnologías de las grandes empresas, el sector energético de México, Pemex en particular, es y será una pesadilla. Irene Espinosa, subgobernadora del Banxico, lo ha advertido con toda claridad. Las finanzas públicas están bajo presión por esa empresa. Pemex podría perder la nota crediticia. Seguiría el grado de inversión de México. Previsible. Las energías limpias son el futuro, no para la 4T. De nuevo la negación. Las consecuencias son previsibles: ante la necedad los inversionistas se van del País, o se detienen, caso Iberdrola. Hay miles de millones de dólares de otras empresas que ya buscan nuevos destinos. La Secretaría de Energía espanta y la CRE tiene detenidos 140 trámites, detrás de ellos hay 22 mil 500 megawatts potenciales. Lo previsible: mayor dependencia, retraso tecnológico, incumplimiento del Acuerdo de París, impacto en productividad y severo daño a la salud de los mexicanos. Insensatez pura. La realidad no perdona.
Pero México es una de las economías más abiertas del mundo y el TMEC así lo garantiza, de ahí la carta de los legisladores estadounidenses a su Presidente denunciando el “trato regulatorio preferencial”. Tienen razón y además es una política pública abierta. ¿Quién durará más en el poder, la 4T o los EE.UU.? La corrupción ha sido la megaexplicación de todos nuestros males.
¿Se acuerdan de los 500 mil millones de pesos invocados en la campaña? Nunca aparecieron. El autoengaño aquí es el simplismo. La corrupción es un problema grave y está en todas partes, incluida la 4T. Pero los problemas de México son mucho más complejos. Negar la complejidad es, de nuevo, negar la realidad. Los altísimos costos del simplismo van del NAIM a la perversa desaparición de los fideicomisos lograda sin argumentos, con barricadas, pasando por las estancias infantiles. Pero hay más en el horizonte, el pleito y persecución contra los laboratorios imputados de todos los males, la negligencia de Cofepris, la ingenuidad de pensar que el Estado mexicano puede, de la noche a la mañana, implementar un aparato de distribución de medicamentos, está ya generando desabasto. Era previsible, se negaron a verlo.
La sinrazón nos gobierna, estamos en riesgo.