¿Sinaloa seguro? La realidad lo desmiente. José Alfredo y Fernando, futuros truncos
Pocas horas después de las movilizaciones del domingo 18 de abril en Los Mochis y Culiacán, en protesta por la manera bestial en que un hombre le quitó la vida al perro “Rodolfo”, fueron asesinados dos jóvenes estudiantes de la Universidad Autónoma de Sinaloa, José Alfredo y Fernando, al cruzar el retén instalado por criminales en la zona de Tepuche, municipio de Culiacán, ese territorio de nadie donde la barbarie se normaliza sin el gemido siquiera de la tierra que se traga a los muertos y expele cenotafios como última huella de las víctimas.
Los dos estudiantes se dirigían a Culiacán debido la emergencia médica de un tercero, pero a la hora equivocada se introdujeron en la franja de seguridad que el gobierno les ha concesionado a los sicarios del narcotráfico y sin misericordia ni remordimiento recibieron la descarga de armas de grueso calibre. Nadie dijo nada, ni siquiera la institución educativa en la que estaban a punto de graduarse, dejándole a las familias de los inmolados el doble martirio del crimen y la impunidad.
Sin el ánimo de sobredimensionar los dos delitos que en el contexto que corresponden exceden los límites del raciocinio humano, sí aportan ambos hechos los rasgos de la autenticidad que nos arrincona poco a poco en la incivilidad. La agresión animalesca que le quitó la vida al perro “Rodolfo” y el atentado inhumano contra José Alfredo y Fernando no son, ni por asomo, la propensión de todo un pueblo hacia lo patibulario, no obstante que sí muestra los rastros de las abominaciones que hemos dejado regadas en el trayecto al salvajismo.
Una de las pocas voces que se alzaron, con la energía y puntualidad oportunas, es la de la periodista y académica Carmen Aída Guerra Miguel, la que ha dedicado su vida a defender a los segmentos vulnerables de esta región de por sí indómita. Ella, maestra de uno de los muchachos caídos en el corredor del crimen, fue de los primeros sinaloenses en exigir justicia. “No se puede recuperar la vida de mi querido ex alumno Fernando Monzón, de 25 años de edad, ya próximo a graduarse de la carrera de abogado en la UAS; le arrebataron la vida junto con su primo cobardemente y sin motivo un grupo de encapuchados”.
Y cuestionó: “si ya hay conocimiento de otros crímenes en ese crucero que lleva a La Guásima, ¿esperan más viles homicidios por el gusto de matar, para actuar?”. “No sé si las autoridades de nuestra máxima casa de estudios tengan conocimiento, ya que no he visto un reclamo para que se investigue, uniéndose al dolor de los padres de estos dos jóvenes universitarios. Confío en la actuación pronta y expedita de la Fiscalía. Mi solidaridad y cariño para sus desolados padres y familiares”.
Otros docentes universitarios se sumaron al reclamo de justicia. “Conocí a Fernando y era un muchacho fuera de serie, con una vibra y energía muy positiva, muy amable y servicial; yo también estoy consternado por esta injusticia. Los muchos años de complicidad nos golpean a cada rato. No sabría decir por qué la Universidad no ha hecho pronunciamiento, pero siempre valdrá la pena hacerlo cuando se trate de vidas humanas”. “Hace años que se perdió la sensibilidad social en la UAS. Terrible que jóvenes universitarios pierdan la vida por violencia y no haya ningún movimiento de protesta en la universidad”. “Protestan por el perrito Rodolfo y son omisos en estos terribles crímenes”.
Carmen Aída Guerra y los académicos sumados a la indignación representan la impotencia de sinaloenses que recogen a los muertos en las refriegas del hampa y enseguida se sientan a esperar quién sigue en la secuencia irracional que nos reduce a observadores de nuestra propia desgracia. La quinta esencia de la impunidad generalizada porque las autoridades dejan hacer y les dan vía libre a los gatilleros, y los deudos de los caídos junto a los muertos que le ofrendan al suelo entierran también sus historias y resignaciones.
Así, mientras la ráfaga le arrebataba la vida a dos jóvenes que se disponían a un futuro distinto fundado en carreras profesionales, paradójicamente en las redes sociales tomaban fuerza las numerosas manifestaciones ciudadanas que exponían la indignación por el caso “Rodolfo”, el can que casi un mes antes, el 21 de marzo, fue atacado por un sujeto desquiciado que literalmente destazó al animal porque había mordido a su novia. Por fortuna aquí operó la justicia expedita ya que el 26 de abril un Juez de Control y Enjuiciamiento de Los Mochis vinculó a proceso al presunto responsable y le determinó prisión preventiva.
Todo esto va en discordancia con la proclama del Presidente Andrés Manuel López Obrador, hecha en la conferencia de prensa mañanera del lunes, en la cual Sinaloa vive, por decreto, una reducción en la incidencia de homicidios dolosos. Y por si alguien no está de acuerdo va adjunta la justificación de que pacificar a México “ha costado mucho porque varios de los casos están vinculados al crimen organizado y esta es una situación regional”.
Aquí seguimos tolerantes,
Viendo cómo se tragó la tierra,
A dos jóvenes estudiantes,
Que no eran parte de la guerra.
El conflicto creciente en el Ejido Reforma, sindicatura de Quilá, donde un particular reclama la propiedad de un predio recreativo que le pertenece a la comunidad, ha escalado a las amenazas y sacado a relucir armas de fuego, situación que plantea la urgencia de que la Fiscalía General del Estado, la Comisión Nacional del Agua y demás autoridades involucradas actúen antes de que se tengan que lamentar hechos trágicos, como estuvieron a punto de ocurrir la noche del 23 de abril. No esperen a que la sangre llegue a la laguna en disputa porque ya para entonces la ley servirá de nada