Sin tetas no hay paraíso (¿o sí?)

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    omar_lizarraga@uas.edu.mx
    Para muchos, el hecho de alterar su cuerpo natural es un acto que responde a estereotipos impuestos por los medios de comunicación masiva y la hipersexualización de la mujer. En el caso de Sinaloa, seguramente la ‘narcocultura’ que todo lo hace ostentoso y a mayor escala, ha tenido una influencia en el modelo estético de la mujer sinaloense. Desde este enfoque, las mujeres que se practican este tipo de cirugías, son víctimas inconscientes de una ‘violencia simbólica’ en un sistema históricamente patriarcal.

    Sin tetas no hay paraíso” es el título de un libro escrito por el colombiano Gustavo Bolívar, mismo que ha sido convertido en película y telenovela con gran éxito internacional. La historia es sobre una joven de origen humilde que anhela hacerse una cirugía de aumento de busto, para así acceder a un mundo de lujos; paseos en yates, viajes, fiestas y demás.

    Aquí en Sinaloa esa es una historia que se replica casi todos los días. Mujeres de todas las edades y clases sociales, que aspiran a tener un cuerpo moldeado; con una cintura a forma de reloj de arena, con labios voluminosos y anchas caderas. No importa cómo lo logren, ya sea mediante ingresos propios, mediante “cundinas”, o con el apoyo de un novio adinerado.

    Según la Asociación Mexicana de Cirugía Plástica, México ocupa el tercer lugar a nivel internacional con más cirugías estéticas realizadas, solo después de Estados Unidos y Brasil. Y a nivel nacional, Sinaloa se encuentra entre las primeras cinco entidades con mayor número de estas cirugías. La más practicada es la liposucción, seguida del aumento de senos.

    Para muchos, el hecho de alterar su cuerpo natural es un acto que responde a estereotipos impuestos por los medios de comunicación masiva y la hipersexualización de la mujer. En el caso de Sinaloa, seguramente la “narcocultura” que todo lo hace ostentoso y a mayor escala, ha tenido una influencia en el modelo estético de la mujer sinaloense. Desde este enfoque, las mujeres que se practican este tipo de cirugías, son víctimas inconscientes de una “violencia simbólica” en un sistema históricamente patriarcal.

    Para otros, la estética corporal es una forma de empoderamiento femenino, pues muchos estudios sociológicos han dado cuenta del “capital” que representa la belleza física en estos tiempos. Se ha comprobado que las personas físicamente atractivas tienen mejores empleos, salarios más altos, y más opciones de emparejamiento.

    También es cierto que, desde el imaginario colectivo un cuerpo estilizado dice mucho del sujeto, habla de su status socioeconómico y de sus hábitos; dice mucho de quién se es en la sociedad: cuál es su círculo social, y a qué clase social pertenece, todo en base a elementos de comparación con otras.

    Una crítica a este enfoque sería que ese empoderamiento femenino a través de la corporalidad, sólo se da a nivel individual. Que la mujer como género, sigue siendo oprimida y sexualizada. Que el grueso de las mujeres que no tiene acceso financiero para una cirugía estética está en desventaja con las que sí lo tienen. En este caso estaríamos hablando de una paradoja de género, pues al empoderarse unas cuantas, se desempodera a muchas más.

    Si bien el número de cirugías estéticas en Sinaloa y en México ha ido al alza en los últimos años, muchas mujeres también han decidido hacerse la “explantación mamaria”, esto es la extracción definitiva de implantes de cirugías estéticas previas.

    Generalmente se practica cuando la mujer tiene complicaciones médicas, pero muchas mujeres lo hacen por recuperar comodidad y movilidad. Otras se la practican porque los cánones de belleza están cambiando, pasando de un ideal de mujer voluptuosa, a una delgada y atlética.

    A mí me gusta pensar que se trata de un movimiento feminista de resistencia totalmente consiente y racional, contra el sistema global sexista y patriarcal que persiste actualmente.

    Es cuanto...