La toma de posesión de Donald Trump y los mensajes que se emitieron a lo largo de la jornada dan cuenta de un posicionamiento arrollador que anuncia una agenda radical: hay que refundar las políticas públicas y los modos de hacer política en los Estados Unidos. Se redefine de raíz la política migratoria, ambiental, comercial, de derechos humanos, de relaciones con el exterior; en fin, si analizamos las órdenes ejecutivas signadas por Trump el día de ayer, lo que propone es una carta de navegación diametralmente distinta de la que conocíamos. Y la afectación no es exclusiva para México.
Hay que señalar que emitir órdenes ejecutivas es una práctica común del Ejecutivo estadounidense, pero que, en muchos casos, se trata de hacer explícita su carta de intenciones y luego el Congreso puede revocar u obstaculizar, no todo lo que se firmó el lunes tiene el mismo peso. Pero los propósitos están ahí.
En ese arranque arrebatado de Trump encuentro cierta similitud con el inicio de Sheinbaum. Se abren muchos frentes de batalla, se insiste que la legitimidad emana del pueblo, se subraya que ellos son los representantes de dicha voluntad y que se cumple con ese mandato, no hay diálogo con los que no piensan igual, en fin, la agenda es aquello que ellos interpretan como la voluntad de sus electores. Parece que se han encontrado con la horma de sus zapatos.
El problema es que, más allá de las proclamas que se puedan hacer desde ambos lados de la frontera, lo que tenemos es una agenda muy compleja de temas a resolver, que no se solucionan con ideología sino con pragmatismo. Y en eso estamos lejos de una situación ideal. La diplomacia desplegada en los últimos años está muy lejos de los momentos de gloria que llegó a tener; el desprecio por los foros multilaterales, los organismos internacionales, las visitas de Estado pueden pasar factura en el peor momento.
Pero adicionalmente, mucha de la fortaleza de la diplomacia, además de observar la liturgia convencional, deviene de estar sustentada en amplios consensos internos. No ha sido el caso. Y al pragmatismo también lo hemos ido dañando: la ilustración más reciente es la cancelación de la encuesta intercensal por parte del INEGI. Le hemos ido quitando datos duros a la administración pública. Hoy que tendríamos que tener mejor información y con más transparencia para combatir las proclamas del norte, nos empeñamos en bajar la calidad de nuestra gestión pública.
Lo ineludible ya llegó: hay que atender de manera emergente la migración masiva y la nueva realidad que habremos de vivir en la frontera, y todo ello sin recursos ya que el presupuesto aprobado disminuyó los montos tanto para la atención consular en EU como para el Instituto de Migración. No hubo ninguna previsión por parte del ejecutivo ni de los legisladores.
En el tema del combate a la delincuencia organizada, los cambios que puedan darse en la estrategia a partir de la nueva orden ejecutiva firmada por Trump, pueden ser de dimensiones mayores. Sin duda la inestable correlación de fuerzas que padecemos a partir de la captura de “El Mayo”, se podrá ver aún más alterada.
Y en la relación comercial, si bien Trump tuvo un acercamiento moderado (no anunció ningún arancel, sólo revisión profunda de los convenios) no dejó duda de sus intenciones: habrá una renegociación muy compleja.
En ese escenario, lo que se ocupa frente a las proclamas son los datos duros; frente a las amenazas, estrategias pragmáticas, atractivas. En fin, la emergencia está aquí, ojalá acertemos a hacerle frente de la manera más inclusiva y sensata.