Sheinbaum en Sinaloa: ni tregua ni abrazos
La contraofensiva federal a la narcoguerra
Siempre será un refrendo a la esperanza el hecho de que la máxima autoridad nacional, en este caso la Presidenta Claudia Sheinbaum, venga a Sinaloa cuando más se le necesita como señal de que le preocupan y la ocupan dificultades tan graves como lo es la guerra interna en el Cártel de Sinaloa que rebasó la capacidad de cualquier sociedad para sobrevivir entre muertes, miedo y pérdida en general de las garantías constitucionales. Y mayor valor adquiere el respaldo presidencial cuando en la víspera la delincuencia refrendó su indisposición a la tregua, y el Gobierno ajustó la estrategia para combatir al crimen.
Al presidir Sheinbaum en Mazatlán la reunión del Gabinete Nacional de Seguridad determinó la mayor acción del Ejército, Marina Armada y Guardia Nacional contra los grupos del narcotráfico en choque desde el 9 de septiembre, que se resisten a llegar a acuerdos entre ellos para dejar en paz a Sinaloa. Lo que viene parece ser la batalla final haciendo uso de los máximos recursos con que cuenta la fuerza pública federal para pacificar regiones con violencia que adquiere rasgos de terrorismo.
Fiel a su estilo de menos escritorio y mucho territorio, la continuadora de la Cuarta Transformación llegó al estado que al igual que otros han sido convertidos por los hampones en tierra de nadie. Lo estratégico, que es asunto de seguridad nacional, lo trató con carácter top secret en reunión con los secretarios de Defensa, Ricardo Trevilla Trejo; de Marina, Pedro Morales Ángeles, y de Seguridad y Protección Ciudadana, Omar García Harfuch. De esto los sinaloenses sabremos conforme se vaya concretando la gran batalla antinarco definida.
Lo público, que tiene el propósito inmediato de levantarle él ánimo a un pueblo que del encierro durante semanas apenas se anima a retomar los espacios que le pertenecen, lo resumió Sheinbaum en la promesa de nunca dejar solos a los sinaloenses y trabajar junto a éstos en la construcción de paz, con la estrecha coordinación con el Gobierno del Estado. Igual le reclamó a Estados Unidos que allá se consume la droga, de allá vienen las armas y aquí ponemos las vidas de las víctimas de delincuencia organizada. En esto la Presidenta le ofreció coordinación a la Casa Blanca, pero no subordinación.
Eso fue lo que Sheinbaum trajo al “glorioso, trabajador y enorme pueblo de Sinaloa” en su primera visita oficial como Mandataria mexicana y en la parte del cierre de un recorrido por el País, aparte del paquete de apoyo que contiene un nuevo hospital del Instituto Mexicano del Seguro Social en Culiacán, la tecnificación del sistema de riego agrícola en beneficio de 50 mil hectáreas, y el ofrecimiento de seguir apoyando a los productores del campo.
Pero en materia de seguridad pública que es lo que más urge hoy seguramente veremos en las próximas semanas el énfasis del despliegue de equipo militar y policial de reacción terrestre y aérea, e inclusive la mayor labor de inteligencia que se haya hecho durante los más de cien días en que ninguno de los sinaloenses hemos podido despertar sabiendo que tenemos a salvo la vida y el patrimonio, en esta especie de rendición donde utilizamos las icónicas fechas de diciembre con tal ilusión por rescatarnos desde lo personal y social que hasta damos la impresión de implorar la última voluntad concedida antes de ir al cadalso.
Ese que el sábado, día previo a la llegada de la Presidenta a Mazatlán, en los dos frentes, el del gobierno y el de la narcoguerra, hubo códigos de mayor intensidad en la conflagración. El cambio de mando en la Secretaría de Seguridad Pública estatal, con el retiro de Gerardo Mérida Sánchez y la llegada de Óscar Rentería Schazarino, sigue siendo la apuesta a los generales y tácticas castrenses, mientras que el ataque del narco en la colonia Guadalupe Victoria de Culiacán, con saldo de dos jóvenes mujeres y hombres asesinados, es la respuesta del hampa al llamado a pausar las beligerancias.
En tal atmósfera que para la abrumadora mayoría de sinaloenses pacíficos trae efectos de más desaliento sobre el abatimiento ya reinante, el mensaje de Sheinbaum es gota de esperanza en medio de la sequía de confianza que comienza a generalizarse. Con la estancia durante días en Sinaloa del Secretario de Seguridad Pública federal, Omar García Harfuch, y ahora la visita de la Presidenta, no queda duda de que el régimen del segundo piso de la 4T está apoyando con todo al Gobernador Rubén Rocha Moya en esta circunstancia súbita e inesperada de lucha cruenta entre los hijos de Joaquín Guzmán Loera y los de Ismael Zambada García.
Esa unidad de instituciones federales y estatales, pactada en el búnker de seguridad pública instalado ayer en Mazatlán, empezará a rendir resultados de inmediato. La ciudadanía lo notaremos y el Cártel de Sinaloa lo sentirá, pudiendo ser el principio de la recuperación de márgenes del tranquilidad y legalidad que permitan reconstruir lo bastante que está dañado.
Sinaloa ya es mancha cruenta,
En el mapa de la narcoguerra,
Que el Cártel o la Presidenta,
Deben borrarle a esta tierra.
A algunos les espanta que la Senadora Imelda Castro proponga una tregua navideña a las células locales del narcotráfico que se confrontan entre sí sometiendo en el terror a la gente de bien, pero los colegios de abogados, sectores productivos y las familias apelan a ese mismo modo de alto al fuego que permita algo de paz en las celebraciones de Navidad y Año Nuevo. Pacificar, haya sido como haya sido, es más desesperación que consigna. ¿Dónde vivían los ahora asustadizos cuando en pasadas narcoguerras el regreso de la tranquilidad fue por pactos firmados con sangre en el Cártel de Sinaloa?
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