Hoy es Nochebuena y mañana Navidad. Para todos constituye una fecha especial, memorable, mágica y única. Es tiempo de dar gracias por los acontecimientos buenos que hemos vivido; pero, también, momento oportuno para asimilar los dolores, pérdidas y reveses que nos han estremecido.
El don de Dios a la humanidad nos debe fortalecer y capacitar para compartirnos nosotros, también, a los demás; y, en la medida de lo posible, remediar o mitigar sus limitaciones y carencias.
Hoy es una fecha especial para dar gracias, como señaló el Papa Francisco. Indicó que no debemos olvidar las consecuencias de la pandemia: “No debemos olvidar, porque el largo período de la pandemia ha dejado sus huellas. No solo consecuencias materiales, económicas; también ha dejado huellas en la vida de las personas, en las relaciones, en la serenidad de las familias. Y por eso hoy les deseo sobre todo serenidad”.
Precisó que serenidad no quiere decir que todo marche bien en nuestra vida y que no existan problemas: “Me gustaría desear tranquilidad especialmente a vuestros hijos, a los niños y niñas, porque han sufrido mucho con el encerramiento, han acumulado mucha tensión. Es normal, es inevitable. Pero no debemos ignorarlo, debemos reflexionar, tratar de comprender, porque salir mejor de la crisis no sucede por arte de magia, debemos trabajar sobre nosotros mismos, con calma, con paciencia. Los niños también pueden hacerlo, naturalmente con la ayuda de sus padres y, a veces, de otras personas, pero es importante que ellos mismos sean conscientes de que las crisis son etapas de crecimiento y requieren un trabajo sobre sí mismos”.
La serenidad está indisolublemente unida a la paz, por ello, acentuó Bergoglio, debemos ser sembradores de paz. ¿Cómo hacerlo? Siendo sinceros y honestos, recomendó sencillamente el Papa.