Médico especialista en Neurofisiología y
Neuroinmunología. Investigador Sinaloense
alberto.kousuke@uas.edu.mx
Después de una aparente disminución de casos de Covid-19 en algunas partes del país, algunas de las restricciones impuestas están siendo paulatinamente retiradas.
Los números de casos nuevos se mantienen estables o a la baja en algunas ciudades, sin embargo, en otras áreas están aumentando. Tras observar este aumento de casos de coronavirus, resulta razonable pensar en una segunda ola de coronavirus, una resurgencia de infecciones.
El problema es que a México todavía no lo abate la segunda ola, ya que ni siquiera hemos salido de la primera. El virus simplemente se encuentra esparciéndose a nuevas poblaciones o resurgiendo en lugares donde bajaron la guardia prematuramente.
Con el propósito de disminuir el número de contagios y muertes por coronavirus, así como de mantener la capacidad de atención del Sistema Nacional de Salud, nuestra nación suspendió la actividad de todos los sectores no esenciales.
Han pasado meses desde la última vez que disfrutamos del ruido, humo, hacinamiento, bebidas alcohólicas adulteradas, gente sudada, escuchar la misma canción de siempre, y el fanfarroneo que caracterizan a algunos antros sinaloenses.
Mientras algunos bares, salones de belleza, tiendas, y gimnasios han reanudado sus actividades, decenas de disk jockeys (DJs), publirrelacionistas (RPs), meseros, y guardias de seguridad aún no tienen idea de cuando regresarán a trabajar.
Dichos establecimientos se encuentran en un dilema: mantener las puertas cerradas y arriesgarse a la pérdida de su negocio y sustento económico, o utilizar la vía legal para permanecer abiertos y potencialmente exponer a empleados y clientes a un virus que ha cobrado la vida de 63,000 mexicanos.
Los centros nocturnos son un medio de cultivo perfecto para el coronavirus. Dichos establecimientos se caracterizan por albergar cientos de jóvenes adultos en un espacio confinado.
Asimismo, todos sabemos que algunos operadores de dichos establecimientos se caracterizan por hacer caso omiso de las reglas de seguridad y salud.
Si no son capaces de restringir la entrada de menores de edad y armas al centro nocturno, resulta inverosímil creer que mantendrán las reglas de distanciamiento para evitar más contagios por coronavirus.
¿Qué han hecho algunos propietarios de antros para sobrevivir?
Entrepreneurs alrededor del mundo han intercambiado su licencia de alcohol por una licencia de comida/alcohol o permiso de restaurante (a la par de su licencia de alcohol existente), un trámite facilitado por sus respectivos gobiernos.
Asimismo, otros de ellos han modificado el modelo operativo de los centros nocturnos para adecuarse a la situación actual, todo bajo estrictas normas de distanciamiento e higiene.
Afortunadamente, esta pandemia no inició en México y podemos utilizar como referente otros países en donde este virus atacó primero.
Europa y Asia han sido elogiadas por mantener la pandemia a raya y reactivar su economía de manera paralela. Sin embargo, la economía y las personas tienen un límite para “aguantar” el distanciamiento social y la falta de actividad.
Países como España, Holanda, Suecia, Francia, Reino Unido, Alemania, Italia, Korea, etc., se encuentran en la segunda ola de coronavirus. En la mayoría de los casos, esta nueva marejada de infecciones está directamente correlacionada con la reapertura de centros nocturnos y la actividad de adultos jóvenes (“Coronavirus Disease 2019 Outbreak at Nightclubs and Distribution Centers after Easing Social Distancing: Vulnerable Points of Infection”).
México aún no sale de la primera ola. Para un país que ha cerrado sus escuelas, abrir los antros es una prioridad surrealista.