México multiplica casi cinco veces la tasa mundial promedio de homicidios intencionales y aproximadamente 10 veces si se trata de víctimas masculinas. Esta evidencia y montones de reportes oficiales e independientes confirman que el País continúa en el extremo de las violencias, la delincuencia, las violaciones a los derechos humanos y la impunidad. Pero en esta ocasión no me interesa abundar en la evidencia, sino discutir una pregunta cuya relevancia me parece indiscutible: ¿qué están aprendiendo la llamada clase política y la sociedad a lo largo del País, en medio de la prolongada crisis?
Son en realidad varias preguntas: cuándo estamos ante gobiernos que aprenden a reducir las violencias, cuándo estamos ante gobiernos que aprenden a evadirlas y cuándo ante los que aprenden a vivir de ellas. Me consta que estamos ante los tres casos, más allá de la retórica oficial que disciplina a la sociedad bajo la promesa -no cumplida- de la seguridad, la justicia y la paz.
Lo he insistido -y lo seguiré haciendo-, el Estado mexicano ha hecho lo necesario para que hoy no sepamos qué funciona, qué no funciona y qué es promisorio en seguridad ciudadana, acceso a la justicia y construcción de paz. Por tanto, no tenemos un registro nacional de evidencias que nos indique quién ha caminado por el camino correcto, quién lo ha intentado y quién continúa tomando decisiones a favor de lo que no funciona, con respecto a la promesa oficial.
Tenemos fotografías parciales de algunos gobiernos que sí han comenzado a aplicar metodologías de comprobación y pueden ofrecer argumentos fundados en el conocimiento generalmente aceptado. Son mínimas, frente a un entorno nacional donde el discurso oficial sigue anclado a la retórica que busca convencer -y muchas veces lo logra- a través de la manipulación emotiva, en paralelo a la verificación de los hechos. En este sentido, destaca que se puede llegar al final de un gobierno culpando de la crisis irresuelta a los gobiernos anteriores.
El centro de mi reflexión apunta a dimensionar que el extremo de la preocupación ya fue más allá de la crisis misma de las violencias y estamos hablando de una clase política que forma gobiernos que aprenden a coexistir con ellas, montados en el apoyo o la tolerancia social mayoritaria. Me concentro en dos tipos de testimonios a mi alcance; el primero enseña operadores políticos que dicen haber entendido que “no hay remedio, solo se puede gobernar aceptando la crisis y tratar de resolverla representa más costos que posibles beneficios, por lo cual evadirla y hacer todo lo posible por reducir su visibilidad es la mejor decisión estratégica”; el segundo, muestra que “la única manera de gobernar es aprender a construir acuerdos con los grupos armados, aceptando su impunidad”.
No tenemos ni tendremos un rastreo histórico de este aprendizaje de la clase política, pero los indicios se acumulan. Mis entrevistas continuas con operadores institucionales permiten formular la hipótesis según la cual estos dos aprendizajes avanzan mucho más rápido que el desarrollo de herramientas y competencias para reducir las violencias, la delincuencia, las violaciones a los derechos humanos y la impunidad. En pocas palabras, el Estado mexicano estaría aprendiendo más a coexistir con la crisis que a resolverla.
Los incentivos dominantes apuntan hacia allá porque la sociedad no tiene capacidades autónomas suficientes de articulación masiva de la censura y sí en cambio se tejen “desde arriba” amplias redes de clientelas políticas que operan eficazmente para desactivar cuestionamientos y exigencia de rendición de cuentas.
Entonces el relato dominante de lo que nos está pasando no es lo que nos está pasando en materia de violencias, delincuencia, acceso a la justicia, violación a derechos humanos e impunidad, dada la debilidad crónica de los núcleos sociales activos orientados a visibilizar la barbarie.
Ninguna tasa de homicidios será un escándalo transformativo si desde la clase política domina el aprendizaje que prefiere administrar la crisis antes que resolverla y además la neutralización clientelar de la sociedad es eficaz.
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@ErnestoLPV
Animal Político / @Pajaropolitico