Lo de menos es que no haya suficientes vialidades de acceso al aeropuerto de Santa Lucía, como se ha documentado en estos días. O que se vayan a requerir más de dos horas de viaje desde el centro de la Ciudad de México. Tampoco que se haya inaugurado solo con 12 operaciones aéreas al día, ridículo, mientras el actual Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México (AICM) realiza casi 900. Ni que sólo una línea internacional, propiedad del gobierno venezolano que encabeza Nicolás Maduro, casualmente, haya anunciado un vuelo semanal meramente simbólico desde Caracas. Tampoco que el tren interior sea inexistente o que los 226 locales comerciales estén vacíos. Ni siquiera que los efectos -incluidos accidentes fatales- de las construcciones hayan afectado a millones de habitantes de la zona.
Lo verdaderamente grave es que la operación simultánea del llamado Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles (AIFA) -en cuya construcción se han gastado más de 116 mil millones de pesos- y el AICM resulta técnicamente inviable y el objetivo de aliviar la saturación que padece éste último es imposible.
Así.
Controladores aéreos, especialistas en materia aeronáutica y organismos internacionales del ramo lo han alertado a lo largo de los últimos dos años, ante la cerrazón del Gobierno federal. Así lo advirtió en diciembre pasado, como aquí consigné, la controladora de tránsito aéreo María Larriva Sahd, con más de 27 años de experiencia. “No se puede operar simultáneamente”, dijo tajante.
Para cumplir su objetivo central, el de aliviar la saturación de la actual terminal aérea de la capital, el nuevo aeropuerto tendría que absorber un 30 por ciento de las operaciones actuales del AICM, unas 300 mil al año, y mover a 15 millones de pasajeros, lo que es sencillamente inalcanzable.
Para dar una idea, el pasado mes de febrero el AICM tuvo 24 mil 916 operaciones, lo que en promedio significa 889.8 al día. El AIFA sumará en su primer mes apenas 360 despegues y aterrizajes y tres aerolíneas nacionales moverán en conjunto un máximo de 56 mil 520 pasajeros, un promedio de mil 884 por día. De hecho, solo despegarán de Santa Lucía seis aviones cada día: Viva Aerobús volará a Guadalajara y a Monterrey, Volaris a Tijuana y a Cancún, mientras que Aeroméxico lo hará a Villahermosa y a Mérida. Y los seis de regreso. Punto.
Adicionalmente, el tema del rediseño del espacio aéreo del Valle de México para la entrada en operación del aeródromo de Santa Lucía sigue haciendo ruido. Resulta que el rediseño generó rutas más largas, demoras en el aire y en los aeropuertos de origen -aseguran pilotos aviadores, controladores y expertos-, lo que expone a 2.5 millones de habitantes. Hay denuncias interpuestas por vecinos ante instancias internacionales.
Es un desastre.
Para empezar, ni siquiera se trata de un nuevo aeropuerto. En realidad es una ampliación de la base aérea militar de Santa Lucía. Andrés Manuel lo vendió como alternativa al Nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México (NAICM), cuya cancelación justificó mediante una consulta gansito aun antes de asumir la Presidencia.
En su primera etapa (2022), el cancelado aeropuerto de Texcoco iba a alcanzar las mil 480 operaciones al día, (esto es, 540 mil 500 aterrizajes o despegues anuales) con una capacidad de transportación de 70 millones de pasajeros. Tendría 96 puertas de contacto más 68 posiciones remotas. Tres pistas con longitudes de 4 a 5 kilómetros, que permitirían tres despegues o aterrizajes simultáneos. De primer mundo.
En su etapa final, prevista para después de 2024, alcanzaría las 2 mil 740 operaciones diarias (más de un millón anuales) y tendría una capacidad de 135 millones de pasajeros al año y la posibilidad de contar con seis pistas, que permitirían tres aterrizajes y tres despegues de manera simultánea.
Por su parte, el flamante AIFA inaugurado este lunes por el Presidente, tendrá 14 puertas de contacto y 11 posiciones remotas. Una pista central y otra secundaria, ambas de 4.5 kilómetros de largo, así como una tercera pista de uso militar de 3.5 kilómetros.
Otro problema toral, obvio por lo demás, es el de la limitada conectividad del aeródromo de Santa Lucía. Hace unos días, el director general del Consejo Internacional de Aeropuertos en América Latina (ACI-LAC), Rafael Echevarne, indicó que para que la terminal en Santa Lucía se convierta en un punto de conexión relevante a nivel de tráfico aéreo, es necesario que cuente con conectividad hacia la Ciudad de México y el AICM.
“No nos vamos a encontrar una situación en donde una aerolínea como Air France vuele al Felipe Ángeles; no lo va a haber, precisamente por las vías de comunicación. Si la función de este aeropuerto es realmente convertirse en un aeropuerto importante, entonces necesita conexiones tanto de vuelos como al centro de la ciudad y eso no se está dando”, indicó Echevarne en entrevista para El Financiero.
En cambio, dijo, el AIFA tendrá una vocación doméstica, con vuelos punto a punto como los iniciales a ciudades grandes (Monterrey, Guadalajara y Tijuana) y centros turísticos, como Cancún, que son los principales mercados en cuanto a demanda de transporte aéreo. Estará pues muy lejos de ser el gran aeropuerto internacional, “a nivel de los mejores del mundo” que ha presumido el Presidente.
Para colmo, el costo de la construcción del AIFA se ha incrementado en casi 40 mil millones de pesos por encima de lo planeado. El 17 de octubre de 2019, tras anunciar el inicio de la obra, el Presidente Andrés Manuel López Obrador aseguró que el AIFA tendría un costo máximo de 75 mil millones de pesos; sin embargo, en 2020 declaró que la inversión final sería de 80 mil millones de pesos, pero para el mes de mayo de 2021 la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP) ajustó el monto previsto a 84 mil 956 millones. Hasta hoy es ya de 115 mil 981 millones de pesos.
El lunes 21 de marzo Andrés Manuel López Obrador (en flagrante violación por cierto a la veda que prohíbe la difusión de acciones de gobierno con motivo de la consulta ciudadana del próximo 10 de abril) inauguró su aeropuertito de juguete. Válgame.
LA GUERRA DE CLAUDIA. Alto costo político puede tener para la jefa de Gobierno capitalina, Claudia Sheinbaum Pardo, las maniobras que ella impulsa para arrebatarle a Sandra Cuevas, pero sobre todo a la oposición, la crucial alcaldía Cuauhtémoc que Morena perdió junto con otras ocho demarcaciones en las elecciones del pasado junio. Ya antes buscó entorpecer la adecuada transición al retrasar el proceso de entrega-recepción en las alcaldías ahora opositoras, para luego aplicarles arbitrarios recortes presupuestarios y coartarles sus atribuciones legales. Ahora, en alianza con René “El Ligas” Bejarano y su esposa Dolores Padierna, la aspirante morenista derrotada, busca de plano quitar a Cuevas del cargo para poner a alguien afín a ella en la alcaldía. Su actitud denota ante todo su desesperación y la de su jefe por la pérdida de la Ciudad de México, ante los comicios presidenciales de 2024. Ojalá, por ella, que rectifique: de seguir así el daño será irreversible.