Vivimos en una época marcada por la digitalización, donde las conexiones virtuales y las redes sociales forman parte esencial de la vida cotidiana, especialmente para los jóvenes. Sin embargo, lo que en un principio se presentaba como una oportunidad para ampliar horizontes y facilitar la comunicación, se ha convertido en una fuente de nuevos desafíos para la salud mental.
El tiempo excesivo frente a pantallas, ya sea en computadoras o celulares, está comenzando a impactar gravemente la vida de muchos jóvenes. El aislamiento, la ansiedad y la sensación de desconexión con el mundo real son síntomas que, cada vez con mayor frecuencia, los afectan. Las horas invertidas en interacciones virtuales a menudo sustituyen las relaciones presenciales, volviendo escasos los momentos de contacto humano que son esenciales para el bienestar emocional.
El mundo digital ha creado una realidad paralela que, aunque atractiva, puede llegar a ser tóxica. Los jóvenes se ven atrapados en una burbuja, donde las imágenes y las interacciones superficiales predominan, pero el calor humano y las conexiones profundas están ausentes. Este fenómeno no sólo genera soledad, también puede desencadenar serios problemas como la depresión y, en los casos más graves, conducir a consecuencias fatales como el suicidio.
Ante esta realidad, surge una necesidad urgente: aprender a gestionar el uso de la tecnología de manera saludable. La clave está en encontrar un equilibrio, en usar las herramientas digitales para mejorar la comunicación, el conocimiento y las oportunidades, sin caer en la dependencia o permitir que afecten negativamente la vida personal. Los vínculos sociales y los afectos no pueden ser sustituidos por una pantalla; los momentos de cercanía con familiares y amigos, el disfrute de las experiencias cotidianas son irremplazables.
Es fundamental reconocer que el bienestar mental en la era digital debe ser una prioridad. No podemos permitir que las nuevas tecnologías dominen nuestras vidas a tal punto que nos deshumanicen. Necesitamos herramientas y estrategias que nos permitan hacer un uso consciente y saludable de estas plataformas, sin perder de vista lo más importante: el valor de las relaciones humanas y la vida fuera de lo virtual.
Por ello, es imperativo que la salud mental se convierta en una asignatura esencial en las escuelas, desde la primaria hasta las universidades. Educar a los jóvenes en el uso responsable de las tecnologías, así como en el manejo de sus emociones, es clave para prevenir futuros problemas y para fomentar un crecimiento personal que incluya tanto el ámbito digital como el real.
La salud mental en la era digital no es un lujo ni un tema secundario; es una asignatura urgente que debemos abordar para proteger y acompañar a las nuevas generaciones en su camino hacia un bienestar integral.
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El autor es director de Iniciativa Ciudadana para la Promoción del Diálogo A. C.
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