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A 167 días de la pandemia que ha hecho entrar a México en la peor crisis sanitaria y económica de mi generación comparto una de las experiencias más gratas que me tocó vivir, no sin antes agradecer a los miles de servidores de la salud pública y privada que literalmente se han muerto en la raya por atender al límite de sus posibilidades y en condiciones muchas veces infrahumanas a cientos de miles de mexicanos.
Se trata de una fundación privada que merece ser reconocida por su labor: Salud Digna, fundada por un exitoso empresario al que, advierto, no tengo el gusto de conocer, Jesús Vizcarra.
Salud Digna presta un valioso servicio de diagnóstico que se traduce en la prevención y posibilidad de un tratamiento oportuno. Los diagnósticos tempranos son cruciales: pueden salvar más vidas que incluso las mejores intervenciones realizadas a destiempo. Detectar un cáncer temprano aumenta las probabilidades de sobrevivir; si la osteoporosis -una epidemia silenciosa- se atiende a tiempo se pueden evitar fracturas de cadera y la necesidad de intervenciones quirúrgicas; si a un niño se le detecta debilidad visual se remedian problemas de aprendizaje; si la hipertensión es descubierta a tiempo se evitan infartos e insuficiencia renal.
Salud Digna ofrece una multitud de servicios de laboratorio, ultrasonido, lentes, rayos X, mastografía, papanicolaou, densitometría, electrocardiograma, tomografía y nutrición. Lo hace a precios accesible, con citas prácticamente inmediatas, en instalaciones impecables y perfectamente organizadas, con equipo médico de vanguardia y personal administrativo entrenado que brinda un trato eficiente y cálido.
Acudí cinco veces a sus instalaciones para practicarme a mí o a un familiar la prueba PCR para Covid. Después de mi grata experiencia indagué cómo surgió esta iniciativa y descubrí que la variedad y calidad de los servicios prestados por estas clínicas es comparable -a veces mejor- a la de muchos laboratorios privados.
Tuve la oportunidad de conocer a Mario Zúñiga, gerente de la sucursal Coyoacán, quien amable y profesionalmente me orientó y contestó a todas mis preguntas. Lo vi hacer lo mismo con otros pacientes. En ocasiones posteriores entrevisté a algunas de las personas que hacían fila para practicarse diversos estudios. Todas confirmaron mi experiencia: buen trato, orientación, magníficas instalaciones, citas programadas con poco tiempo de espera, resultados por vía electrónica y precios accesibles.
Una mastografía cuesta en promedio 980 pesos en un laboratorio privado, en Salud Digna la obtienes por 220; un Papanicolaou, 660 pesos, versus 150; una densitometría, mil 500 pesos contra 180 o; un electrocardiograma, 680 pesos, frente a 100. La prueba PCR, que en promedio cuesta en un laboratorio privado 3 mil 750 pesos, en Salud Digna cuesta mil 300.
Salud Digna comenzó hace 15 años en Sinaloa con exámenes de la vista y mastografías para personas de bajos recursos. A precios de 2020, el examen de vista y un par de lentes se obtienen por 180 pesos. Hoy existen más de 90 clínicas en 30 estados, una en Estados Unidos y dos en Nicaragua. Para 2019 había beneficiado a 15 millones de personas y se había constituido en el tercer proveedor del País, después del IMSS y el ISSSTE.
Cuento todo esto porque Salud Digna es un ejemplo de iniciativa desde el sector privado que facilita el acceso a servicios de salud clave y de calidad a precio accesible en un país con un sistema de salud público desbordado y en el que los precios de la medicina privada son prohibitivos para la mayoría de la población. Al centrarse en la detección temprana de los padecimientos evita que éstos avancen y con ello la necesidad de hospitalización, intervenciones y utilización de camas. Al presentar una opción atractiva en términos de costo y de calidad, libera recursos del sistema de salud pública.
Es pues un ejemplo de cómo una iniciativa privada puede atender uno de los grandes problemas nacionales de forma competitiva y eficiente. De que los empresarios pueden ser un aliado fundamental del Gobierno y ayudar a enfrentar los retos del País. Una iniciativa que atiende primordialmente a los más desprotegidos pero también a las clases medias de todo el País.
Es, pues, modelo de una política social desde el ámbito privado bien pensada y ejecutada que, además, es autosustentable. Cada peso aportado por los pacientes es reinvertido en las clínicas para cubrir los gastos de operación.
Un modelo digno de emular sin olvidar que iniciativas como ésta no eximen al Estado de proveer los bienes y servicios a los que está obligado.