Salpicar a Rocha para limpiar a Cuén
Tergiversando la verdad de ‘El Mayo’

OBSERVATORIO
    Sin la probada presencia del Mandatario estatal le están lanzando misiles de ataques y críticas donde desdibujan la participación del fundador y dirigente del Partido Sinaloense de Sinaloa y sobredimensionan la no intervención del titular del Gobierno del Estado.

    Qué estuviera pasando hoy en Sinaloa en caso de que el Gobernador Rubén Rocha Moya hubiera acudido, mediando primero la correspondiente “invitación”, a la reunión del 25 de julio en el sector Huertos del Pedregal en Culiacán, a la que según afirmó en una carta Ismael Zambada García sí asistieron Héctor Melesio Cuén Ojeda y Joaquín Guzmán López. Si aún así, sin la probada presencia del Mandatario estatal le están lanzando misiles de ataques y críticas donde desdibujan la participación del fundador y dirigente del Partido Sinaloense de Sinaloa y sobredimensionan la no intervención del titular del Gobierno del Estado.

    Desde hace más de medio siglo en Sinaloa ha sido moda transexenal tatuarles a los políticos en turno el estigma de narcogobiernos. Los encuentros y compadrazgos que Leopoldo Sánchez Celis (1963-1968) y Antonio Toledo Corro (1980-1986) sostenían con los capos de aquellos tiempos, popularmente conocidos como gomeros por procesar la savia de la amapola, son aún la marca indeleble generalizada con alevosía contra quienes ejercen la función pública en el solar los 11 ríos.

    Ahora la presunción de inocencia en materia de narcopolítica resulta arrasada por las especulaciones que luchan por instalarse como verdad arbitraria que aplaste a la realidad real. Se puede pasar por alto el peso de la prueba si la percepción logra instalarse en masas ávidas de contenidos sensacionalistas, nunca pasados por los tamices de la información responsable. Así, la palabra que da Zambada recibe estatuto de veracidad sin que valga la pena someterla a procesos de confiabilidad, pero de cualquier manera distorsionada para usarla en rituales de canonización.

    Nunca dice “El Mayo” que haya saludado a Rocha o algún emisario de éste en la reunión a la cual Zambada le atribuye la convocatoria a Joaquín Guzmán hijo “para ayudar a resolver las diferencias entre los líderes políticos de nuestro estado” y en cambio es específico en resaltar que “mientras caminaba hacia el área de reunión vi a Héctor Cuén y a uno de sus ayudantes. Los saludé brevemente antes de entrar a una habitación que tenía una mesa llena de frutas”, ni tampoco confirma la presencia de Iván Archivaldo Guzmán Salazar que le dijeron también estaría allí.

    Pero a los que quieren ver al Gobernados a fuerzas metido en esta narcointelocución no les conviene interpretar al pie de la letra el guión del episodio que es cardinal en la trama que puso a Zambada a disposición de la justicia de Estados Unidos, y crucial a la vez para guiar la narrativa hacia la autenticidad que se conocerá cuando inicie el juicio contra el icónico jefe del narco en Sinaloa y México. Mientras tanto, a aquellos que quisieran ver arder el territorio desde El Carrizo a La Concha les queda material para postular la ingobernabilidad así sea dicha teoría peligrosa para las familias sinaloenses predominantemente pacíficas.

    Hay que recordar que no obstante que en la memoria reciente dominan los dos Culiacanazos que pusieron en vilo a los ciudadanos de bien, por la toma violenta de la capital de Sinaloa que hizo el narco en octubre de 2019 y enero de 2023, el pasado está marcado con sospechas de coexistencia entre crimen organizado y políticos con la característica de que funcionarios, crimen y opinión pública normalizaron dichas avenencias. Con Sánchez Celis se vio como simples cosas que pasan el hecho de que el entonces líder del Cártel de Guadalajara, Miguel Ángel Félix Gallardo, fuera antes custodio personal del entonces Gobernador y una vez convertido en capo apadrinara la boda de Rodolfo Sánchez Duarte, hijo de quien presidía el Poder Ejecutivo.

    Con Antonio Toledo Corro recrudeció la empatía entre el Gobierno y el narcotráfico pues la mariguana brotó a la vista de todos, hasta en valles agrícolas. Las aeronaves de Félix Gallardo aterrizaban en la pista del rancho Las Cabras propiedad de quien gobernaba el estado, mientras que la célula criminal que comandó Manuel Salcido Uzeta, “El Cochiloco”, era percibida como extensión de la administración pública estatal. Posteriormente, a pesar de que traía la propuesta de un Sinaloa con civilidad y legalidad, al gobierno de Francisco Labastida Ochoa (1987-1992) lo salpicó el tema de la narcopolítica por el llamado “cuartelazo”, que consistió en el operativo militar de abril de 1989 que aprehendió a los jefes de las policías estatal y de Culiacán, efectuado días después del arresto de Félix Gallardo.

    Durante los seis años que gobernó Juan Millán Lizárraga (1999-2004) sus opositores y críticos le plasmaron la etiqueta de narcopolítico, misma que se evidenció y recalcó el 11 de septiembre del último año del sexenio con el asesinato del narcotraficante Rodolfo Carrillo Fuentes que develó la participación como guardaespaldas de uno de los comandantes de la Policía Ministerial del Estado, Pedro Pérez, al mando éste del jefe de la corporación, Jesús Antonio Aguilar Íñiguez.

    Otro capítulo del eterno signo ominoso que ha acompañado a los gobernadores se dio en el período de Mario López Valdez (2011-2016) donde abundaron las narcomantas acusándolo de proteger a una célula del narcotráfico y atacar a otra, además del secuestro de Frank Armenta, uno de los escoltas de Malova, que perpetró la delincuencia organizada para obligarlo a denunciar los supuestos vínculos del político mochitense con el Cártel de Sinaloa.

    En fin, a todos los casos los ha acompañado la conjetura de la renuncia de los gobernadores en turno sin ocurrir aún cuando hubo pruebas fehacientes de contubernios con el narcotráfico. Ahora la maquinaria de la especulación es aceitada de nuevo sin que alguien presente pruebas de que Rubén Rocha recibió invitación, o insinuación, a encontrarse con “El Mayo” y que por haberla rechazado haya incurrido en delitos que le atribuyen y que colocan cortinas de humo para poner a salvo a los verdaderos protagonistas.

    Reverso

    A veces da abundante cosecha,

    El cultivo de la especulación,

    Pues aquel que con mentiras barbecha,

    Obtiene buena zafra de extorsión.

    Preguntándole al viento

    ¿Sabía el dirigente nacional del PRI, Alejandro Moreno Cárdenas, de esta vieja amistad entre Ismael Zambada y Héctor Melesio Cuén, o se benefició de ella al otorgarle la candidatura priista a Diputado federal pluri al que era el líder de facto del Partido Sinaloense?

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    sicairos6204@gmail.com

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