Rubén Rocha, Carl Schmitt y el Primer Día

    El doctor Rubén Rocha Moya es un hombre con un recorrido intelectual más largo que el inquilino de Palacio Nacional, pero como político, salvo en su estilo más conciliador y discreto, no se ha atrevido a romper los esquemas que ha establecido el tabasqueño. Hacerlo puede costar muy caro y él lo sabe

    Todos sabemos quién es Rubén Rocha, pero quizá pocos lectores sepan quién es Carl Schmitt. Lo invité a este artículo porque, aun habiendo sido prominente ideólogo del nazismo, es uno de los teóricos de la política más leídos en los recintos académicos por el acento que concede a las emociones para entenderla. Schmitt, al igual que Chantal Mouffe, una de sus estudiosas, concluye que las pasiones son intrínsecas y necesarias en la política. Para ellos, los afectos son fundamentales en un discurso atractivo para las masas. Estas, sostienen el teórico alemán y la intelectual belga, son más emocionales que racionales.

    Recordando a Schmitt y a Mouffe es que puede interpretarse el discurso con el que Rubén Rocha Moya asumió el poder. Desde una perspectiva ortodoxa y tradicional, las palabras que pronunció el nuevo Gobernador son desconcertantes porque carecieron de solemnidad y estructura convencional. A diferencia de López Obrador en su primer discurso como Presidente, el líder que establece los paradigmas de los comportamientos políticos dentro de la 4T, Rocha Moya no leyó un discurso, lo cual sería lo de menos porque hay oradores que improvisan y son magistrales, sino además se alejó del tono épico y convincente que AMLO sí le imprimió al suyo.

    Ambos apelaron a las emociones, pero el nuevo Gobernador de Sinaloa dobló la apuesta porque, aparte de recordar las tesis amloistas de favorecer a los pobres y enumerar las primeras inversiones de su gobierno, ya pactadas con el Presidente, la mayor parte del tiempo de la ceremonia inaugural fue dedicada a saludar a sus invitados especiales y a su familia con un estilo desenfadado, alejado de solemnidades.

    En realidad, durante su campaña, el Dr. Rocha practicó el mismo estilo discursivo y conductual que mostró el pasado 31 de octubre. No hubo contraste ni diferencia. Es decir, ni durante las acciones proselitistas en busca del voto ni en su primer discurso como Gobernador aparecieron las tesis estratégicas propias, aclimatadas a Sinaloa, de la 4T. Tendremos que esperar el programa de Gobierno para verlas.

    Así pues, si el manejo político emocional fue efectivo durante la campaña no habría porque cambiar de estrategia el día del ascenso al Poder. La muestra de ello es que, en la primera encuesta de popularidad de Rubén Rocha Moya, ya como Gobernador, el 73 por ciento de los consultados concede su confianza en él. No fue el 81 por ciento de la primera medición de AMLO, pero arriba de 70 por ciento es muy alto para un gobernante.

    No hay un líder político atractivo, aun el más racional, sin poder emocional; pero si el contenido emocional se impone sobre las ideas bien afincadas y programadas con solidez intelectual el gobierno tendrá bases endebles, y la estabilidad no podrá durar mucho.

    Precisamente, una de las características de los gobiernos populistas es la enorme importancia que le otorgan a las emociones y el manejo de ideas básicas y repetitivas, tal y como lo hace Andrés Manuel López Obrador. El Dr. Rubén Rocha Moya es un hombre con un recorrido intelectual más largo que el inquilino de Palacio Nacional, pero como político, salvo en su estilo más conciliador y discreto, no se ha atrevido a romper los esquemas que ha establecido el tabasqueño. Hacerlo puede costar muy caro y él lo sabe.

    El primer día de gobierno de Rocha Moya fue semejante al de López Obrador: recibir al grupo social más lastimado y reclamante de la coyuntura. AMLO atendió a los familiares de los estudiantes de Ayotzinapa y Rocha Moya a las madres y otros familiares de las y los desaparecidos.

    Esas dos primeras reuniones fueron esperanzadoras, pero esperamos que en el caso del Dr. Rocha Moya no quede en eso porque los padres y madres de los estudiantes de Ayotzinapa se empiezan a desalentar de los pocos avances en el esclarecimiento de la desaparición de sus hijos. Aquí, la intervención de la Dra. Patricia Figueroa, Subsecretaria de Derechos Humanos en el nuevo gobierno, será clave para que las exigencias de Las Rastreadoras se cumplan. Patricia Figueroa tiene una trayectoria como periodista y académica impecables, la cual despierta esperanzas de que cumpla con el gran desafío que tiene enfrente.

    También durante su primer día de gobierno, el hijo célebre de Batequitas amaneció con conflictos políticos municipales inéditos en la historia de Sinaloa.

    En Badiraguato, su municipio materno, Cosalá, El Fuerte, Escuinapa, Guasave y, sobre todo, Mazatlán, revelan que el ambiente político no es nada benéfico para un buen inicio ni para la estabilidad del estado. Estos municipios de diferentes maneras y a diferentes escalas enfrentan desencuentros de los políticos locales e, incluso, dentro de sus incipientes gobiernos.

    Habría que conocer más a fondo qué pasa en cada municipio, sin embargo, es evidente que el ascenso de una nueva formación política tanto al poder estatal como a casi todos los municipios, más el papel importante que juegan los poderes fácticos de diferente índole, hacen muy compleja la transición de una forma de dominación política a otra.

    En Guasave, por ejemplo, los regidores morenistas se oponen al nombramiento de Adán Camacho Gámez, como Secretario del Ayuntamiento, que dicta el Alcalde Martín Ahumada Quintero, quien como Camacho perteneció hasta hace muy poco al PRD, y ahora aparecen con los colores de Morena. Es evidente que el nuevo grupo de Ahumada Quintero llega a desplazar a los viejos morenistas, como sucede en muchas partes, y eso está generando un fuerte conflicto local. En Escuinapa, por otra parte, el que se concedan cargos de primer nivel a personas procedentes de Mazatlán y sin arraigo y conocimiento de los asuntos del municipio ya ha generado abundantes críticas. Es evidente que el PAS no tiene suficientes cuadros políticos en este municipio y los está importando del puerto.

    El caso municipal más grave es el de Mazatlán, tan serio que puede provocarle a Rubén Rocha su primer conflicto político de repercusiones estatales e incluso nacionales. Aquí la disputa por el poder es feroz entre el Químico Benítez, quien comete muchas torpezas, y Melesio Cuén, con una enorme ambición de poder, en la cual Mazatlán es central para buscar su candidatura al Senado. Más temprano que tarde el Dr. Rocha tendrá que intervenir. Es de pronóstico reservado cómo se resolverá el embrollo, pero si el Gobernador se tiene que inclinar por un lado, lo más probable es que lo haga en favor del PAS porque es su aliado. Por si fuera poco, “El Químico” políticamente ya significa muy poco.

    Y aquí la política emocional cuenta muy poco, lo que impera es el frío cálculo.