Roxana Rubio, el PAN y el legado ruin
Un partido derruido por la perversión
Con sólo un diputado en el Congreso del Estado, sin gobernar en ningún municipio y arrinconado como cuarta fuerza política, el Partido Acción Nacional está por iniciar en Sinaloa la era en que será dirigido por una mujer, Roxana Rubio Valdez, a quien las manecillas del reloj albiazul le marcarán más rápido el tiempo en que tendrá que encontrar bastantes piezas perdidas del rompecabezas panista y dignificar un liderazgo de antemano cuestionado, con la agravante de la disminuida militancia fragmentada en el extravío ideológico.
No es exagerado plantear que, en el microcosmos partidista local, Acción Nacional es percibido en el cementerio de estrellas que alguna vez brillaron tanto que su mismo fulgor las encegueció y las hizo perder el rumbo. ¿Cómo es posible que las siglas que obtuvieron victorias electorales en dos elecciones presidenciales se apagaran de pronto al grado de la imperceptibilidad para las generaciones jóvenes de sufragantes?
Para responder a la pregunta, Sinaloa representa un caso digno de estudio por la senda que el PAN fue tomando hacia el descrédito. Si en algo ha sido persistente el partido es en reincidir en prácticas que lo acercan demasiado al desprestigio como primera condición para que suceda el colapso moral. Toda ideología en crisis primero pasa por la alteración de equilibrios, convicciones, egos y ambiciones, el tránsito súbito de lo armónico a lo desordenado.
Siendo así, con la muerte de Manuel Clouthier Del Rincón, todavía no resuelta en cuanto a la posibilidad del crimen político, comenzó el declive de la genuina doctrina panista. La primavera blanquiazul que tuvo como protagonistas también a Javier Calvo, Ernesto Ruffo, Luis H. Álvarez, Humberto Rice, Rafael Morgan, Esteban Zamora, Jorge Del Rincón, María Serrano y Luisa Urrecha, por mencionar a algunos, trasmutó al otoño gris cuando más se esperaba la germinación esplendorosa de la filosofía fundacional de Acción Nacional.
Luego, la llegada del PAN al Gobierno de México desnudó al partido en la impúdica era de los principios de ornato. Con Vicente Fox Quezada y Felipe Calderón Hinojosa en la Presidencia se puso en evidencia que el viejo régimen priista venía impreso en la vestimenta añil y pese a la envoltura alucinante la sociedad identificó la ausencia del cambio. La transformación que ofreció Acción Nacional era, para no variar, igual al gatopardismo donde la simulación le sirve de pantalla a todos los modos de prostitución del poder.
Y en Sinaloa el PAN le entró a dicha depravación. En 2010 traicionó los postulados de Manuel Gómez Morín y decidió cohabitar con la delincuencia y la corrupción organizadas en aquel episodio donde el priista Mario López Valdez llegó al gobierno arropado por el panismo, finalmente dejándole a ese partido la cobija más sucia que el palo del gallinero. Pero aún no era suficiente y en 2013 le sirvió de plataforma electoral a Lucero Sánchez López, vinculada a las actividades criminales del narcotraficante Joaquín “El Chapo” Guzmán, para que se postulara y ganara la diputación local por el Distrito 16 de Cosalá.
Desde entonces al PAN le gustó reducir su estatura ética al ras de la perversión. Sus alianzas electorales, en 2018 con el Partido Sinaloense y en 2021 con el PRI, lo delataron en la desesperación por levantarse de las caídas causadas por la degeneración crónica, la que han remarcado, uno tras otro, los dirigentes estatales en las dos décadas recientes desde que Luis Roberto Loaiza inició en 1999 y cerró en 2015 el último de los liderazgos decorosos.
Ahora le toca el turno a Roxana Rubio, cuya ratificación por los órganos internos se da por hecho después de un proceso de designación marcado por la violencia y la deserción que agudizó las pérdidas a tal grado de que uno de los diputados locales, Adolfo Beltrán Corrales, decidió separarse de la bancada del PAN en el Congreso. ¿La llegada de una mujer a la dirección estatal será suficiente para rescatar al partido de la ruta a la intrascendencia en que va? Si por la víspera se saca el día, el panorama pinta mal.
Acción Nacional está lejos de plantearse el propósito de ganar elecciones en Sinaloa porque antes de eso la dirigencia y los militantes tienen que ganar el partido. Sin ropajes de lentejuelas ni ardides del muerto resucitado, el reto es generar empatías en ciudadanos que dentro de dos años volverán a voltear a los lados en busca de la propuesta política que reactive la esperanza para un nuevo tramo, del 2024 a 2030.
Lo que ocurra o deje de suceder en el ínter es responsabilidad de Roxana Rubio. Detrás de ella hay la cauda de dirigencias fracasadas que manejaron al PAN estatal como canonjía personal o de grupos, y no fueron capaces de alzar la mirada más allá del sol porque en la sombra prosperan mejor sus intereses. Por lo pronto, el hecho de que una mujer llegue por primera vez a liderar a los panistas sinaloenses, sí debiera ser motivo de confianza.
Los sentimos caballeros,
El dictamen es muy sencillo:
Quisieron ser panaderos,
Y chamuscaron el bolillo.
Otro que no la está pasando nada bien es el Movimiento Regeneración Nacional donde arreció la pelea por obtener la candidatura presidencial del lejano 2024, cuando López Obrador deba dejar el cargo. Morena se ha convertido en un factor incómodo inclusive para el Presidente y si él quisiera hoy mismo podría disolver la institución política pilar de la llamada Cuarta Transformación y mañana aparecer con nuevo partido repleto de militantes y seguidores. O bien dejar que Claudia Sheinbaum y Ricardo Monreal se molonqueen y sacarse de la manga a otro precandidato.