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En este tiempo en que rigen la prisa y rapidez, es necesario aminorar la velocidad y caminar con ritmo lento. No es que idolatremos a los pasivos y perezosos, pero tampoco debemos caer en la impaciencia del que quiere cocinar todo en ollas de presión. La prisa aturde, divide, enferma y no permite trazar con objetividad ni precisión el rumbo de nuestra vida. Lo urgente se convierte muchas veces en enemigo de lo importante.
En efecto, no somos partidarios de la corriente “slow”, pero tampoco queremos convertirnos en pilotos fórmula uno en la autopista de nuestra vida, ni precipitarnos en el vacío para que nos engulla la famélica cascada del absurdo.
Nuestra vida es un asunto muy serio, como para conducirnos sin freno y sin mirar por el espejo retrovisor. No debemos enrolarnos como reclutas en la espiral del hacer, hacer y más hacer. Necesitamos detenernos, hacer una pausa, respirar profundo, observar detenidamente, saborear el momento y disfrutar los regalos de la naturaleza.
Tonino Guerra, poeta, novelista, dramaturgo y guionista italiano, quien colaboró estrechamente con varios directores de cine de su época, entre los que se cuentan Federico Fellini, Michelangelo Antonioni, Francesco Rosi y Vittorio De Sica, por citar algunos, indicó que para lograr la creatividad era necesario practicar la lentitud:
Creativa es aquella persona que sabe mirar de forma siempre nueva y original el mundo en el que vive. Vamos demasiado deprisa. Es necesario tener la posibilidad de detenerse, mirar las cosas hermosas, meditar, pensar en nosotros, mirar las puestas de sol. Pero veréis qué pasa si le preguntáis a cualquiera por la calle: ¿Cuándo ha sido la última vez que te has parado ante una puesta de sol? ¡Es una pegunta muy importante!”
¿Voy demasiado aprisa? ¿Recapacito en mi caminar? ¿Practico el ritmo lento?