Lázaro es un nombre hebreo que significa “Dios ha ayudado”. Hay, al menos, dos personajes con este nombre en la Biblia. Uno, el amigo al que Jesús resucitó, hermano de Marta y de María, una comprometida familia de Betania, cuya casa Jesús visitaba (Jn 11,5).
En un texto de Lucas (16,20) se nos habla de un pobre hombre llamado Lázaro, que yacía en la puerta de la casa donde vivía un hombre rico y anhelaba comerse las migajas que caían de la mesa de banquetes. Es sintomático que el hombre pobre tiene nombre (Lázaro), mientras que al rico se le ha llamado Epulón, pero este nombre sólo quiere decir “el hombre que banqueteaba”.
En la literatura existen algunos Lázaros, y otros son llamados lazarillos. Una novela española picaresca y anónima (1554) es conocida como “La vida de Lazarillo de Tormes y de sus fortunas y adversidades”.
El siglo pasado, Morris West escribió una trilogía sobre el papado: Las sandalias del pescador, Los bufones de Dios y Lázaro. En el primero, narró la elección de un Cardenal venido del bloque socialista. En el segundo, el Colegio de Cardenales obligó a Gregorio XVII a abdicar porque recibió una visión apocalíptica. En el tercero, León XIV va a ser operado del corazón y un grupo terrorista islámico planea un atentado contra su vida.
En la historia eclesiástica, Lázaro de la Garza y Ballesteros fue el Obispo, de la entonces Diócesis de Sonora, que inició la construcción de la Catedral de Culiacán, además de edificar el actual edificio del Ayuntamiento (originalmente Seminario) y el Panteón San Juan.
Valgan todos estos comentarios para magnificar la resurrección de Lázaro Fernando Rodríguez Gastélum, Premio Sinaloa de las Artes 2024, quien fue elevado al Olimpo de los sinaloenses inmortales.
¿Reconozco el quehacer cultural?