El sistema fiscal mexicano se caracteriza por recaudar poco y redistribuir mal, y desde Fundar hemos señalado por mucho tiempo y en diferentes espacios su regresividad. Creemos firmemente que mientras el Estado mexicano siga evitando recaudar más a través de impuestos realmente progresivos, como los impuestos a la propiedad o a la riqueza, y no elimine el tratamiento preferencial a las personas ultrarricas y a las empresas extractivistas, continuará siendo un Estado fiscalmente débil que prioriza la acumulación por encima de la igualdad y el bienestar.
Además, México es el país que menos recauda entre los miembros de la OCDE, con sólo el 17 por ciento de su PIB. Como resultado, el financiamiento para políticas y proyectos estratégicos, así como para programas sociales e infraestructura educativa o de salud, ha sido, es y seguirá siendo insuficiente. La manera en que se cobran impuestos en México, además de impedir el cierre de las muchas brechas de desigualdad existentes y la extrema concentración de la riqueza, continúa promoviendo actividades económicas que perjudican al medio ambiente, en lugar de apostar por la sostenibilidad y el cuidado de la vida.
Es en este contexto en el que debemos recurrir a nuevos paradigmas para encontrar soluciones que busquen transformar la realidad desde la raíz. Uno de ellos es la Economía Feminista, corriente de pensamiento que busca visibilizar las dimensiones de género que han sido ignoradas en el estudio de la teoría económica dominante, cuestionando la división sexual del trabajo y poniendo atención en el reconocimiento del trabajo no remunerado.
Esta perspectiva teórica, metodológica y política, además de reconocer los impactos diferenciados en las condiciones de vida y trabajo de mujeres y hombres, también propone centrar la discusión en las condiciones de la reproducción social y la sostenibilidad de la vida, en lugar de enfocarse exclusivamente en los mercados y la producción (1).
Por ello y con el objetivo de promover la investigación económica y el análisis de políticas desde una perspectiva de género e interseccional, en 1992 surge la Asociación Internacional de Economía Feminista (IAFFE), una comunidad global de académicas, activistas, teóricas y profesionales que comparten el propósito de abrir nuevas áreas de investigación económica, fomentar reflexiones críticas y enriquecer el discurso económico desde los feminismos.
Este año, durante la 32 edición de la Conferencia anual de la IAFFE, nos reunimos participantes de todo el mundo para compartir sobre los problemas más apremiantes que enfrenta la sociedad y proponer soluciones desde la Economía Feminista.
Durante la conferencia “Atrapad*s entre la revolución digital y una crisis de la democracia: respuestas de la economía feminista para el futuro”, se alcanzó un consenso sobre cómo la crisis de la democracia trasciende actualmente los contextos nacionales y culturales, impulsada por múltiples desigualdades que cruzan entre sí. Paralelamente, este fenómeno conlleva retrocesos en materia de género, creando un círculo vicioso de políticas regresivas, polarización social y crisis económicas.
Las políticas económicas y sociales basadas en una ética feminista e interseccional juegan un papel crucial en romper este círculo vicioso, pues al poner a las personas y la sostenibilidad de la vida en el centro, se pueden plantear soluciones que consideren y busquen transformar las relaciones sociales, incluidas las asimetrías de poder, así como las causas estructurales que moldean las dinámicas económicas y políticas actuales.
En este contexto, desde Fundar nos hemos propuesto repensar la fiscalidad desde la Economía Feminista con el objetivo de vincular la justicia fiscal con la justicia de género y la justicia climática. Lo que implica reconocer que las decisiones de los Estados en materia de impuestos, presupuesto y endeudamiento tienen efectos diferenciados sobre hombres, mujeres y otros grupos históricamente discriminados. Además, estas decisiones tienen el poder de desincentivar (o incentivar) ciertas actividades económicas perjudiciales (o beneficiosas) para el planeta y la reproducción social. Por ejemplo, mientras que el sistema tributario otorga un tratamiento preferencial a las empresas mineras y cobra menores impuestos al dinero generado por las inversiones de las personas ultrarricas, no contempla deducciones fiscales hacia actividades relacionadas con los cuidados.
Repensar la fiscalidad desde la Economía Feminista es esencial para avanzar hacia una sociedad más justa y sostenible. Al integrar la perspectiva de género en la toma de decisiones fiscales, es posible crear políticas que no sólo promuevan la igualdad, sino que también protejan el medio ambiente y fortalezcan la democracia. La justicia fiscal, de género y climática están intrínsecamente vinculadas, y sólo a través de un enfoque integral podremos romper el círculo vicioso de desigualdades y crisis que enfrentamos hoy en día.
Espacios como la Conferencia anual de la IAFFE y la colaboración con otras organizaciones que busquen romper paradigmas desde lo heterodoxo deben continuar funcionando como semilleros de reflexiones e ideas, que después deberán traducirse en acciones concretas de política pública.
—
La autora es Andrea Larios Campos, investigadora en el programa de Justicia Fiscal de @FundarMexico.
—
1. Enríquez, Corina. Revista Nueva Sociedad. Economía feminista y economía del cuidado. Aportes conceptuales para el estudio de la desigualdad.