Regrésenos salvos a los desaparecidos
Exigir a Gobierno e implorar al crimen

OBSERVATORIO
14/04/2025 04:02
    No bajemos la guardia en defensa del prójimo privado de la libertad por criminales porque equivale a darnos por rendidos en la búsqueda de paz para nosotros y los nuestros.

    Afortunadamente, ayer tuvo buenos efectos el llamado social para que los liberaran sanos y salvos, y ya están con sus familias los dos enfermeros y un camillero del Hospital Civil de Culiacán que el 9 de abril desaparecieron, igual que un promedio de casi seis personas diarias desde el 9 de septiembre de 2024, las cuales se esfumaron como si la tierra se las hubiera tragado. Este desenlace alentador es un exhorto a que el Gobierno federal y estatal se preocupe y ocupe de todos los casos, con el mismo empeño que realizan las búsquedas las familias, amigos y una sociedad cierta de que este tipo de infortunios acechan a los hogares, llegando así a otras conclusiones confortantes.

    De Andrés Alfonso, Miguel y Jesús Ángel dejó de conocerse su paradero desde que circulaban a bordo de un automóvil en el sector Los Pinos de Culiacán, activándose enseguida las fichas de búsqueda, y movilizando a las horas la Fiscalía General del Estado las acciones de localización. Hoy a las 8:00 horas, partiendo del nosocomio, sus compañeros de labores del Hospital Civil iniciarían movilizaciones en el intento por movilizar también a la Fiscalía General del Estado a que presente buenos resultados.

    Nunca será aceptable ni normal que la gente desvanezca así ante la estrategia de seguridad pública que involucra a miles de militares, marinos, guardias nacionales y policías estatales, ni que el sistema de videocámaras enceguezca al suceder las desapariciones. Inadmisible que los sicarios afecten a los pacíficos moviéndose en convoyes con sus arsenales para diseminar desdichas con la violencia estructurada y prolongada.

    El Gobernador Rubén Rocha Moya está emplazado a direccionar tantos operativos, pesquisas y labores de inteligencia militar y policial que sean necesarios para dar con el paradero de los desaparecidos y traerlos con sus familias. Más de mil 200 sillas vacías en las mesas hogareñas durante el cisma en el Cártel de Sinaloa, y decenas de familiares por cada caso en entornos de desesperación, y el miedo que permea generalizándose, requieren de la respuesta legal y humanista que sosiegue a Sinaloa.

    Y como ciudadanos, tal como lo hicimos en apoyo a los trabajadores del Hospital Civil, por cada sinaloense desaparecido tenemos que volvernos muy visibles en la exigencia de encontrarlos. Que sean cual sean las circunstancias que detonaron la privación ilegal de la libertad quienes las cometen sepan que las víctimas nos duelen, intranquilizan y las queremos de regreso como contraseña de que algún barrunto de humanidad persiste aun en medio de la barbarie.

    No bajemos la guardia en defensa del prójimo privado de la libertad por criminales porque equivale a darnos por rendidos en la búsqueda de paz para nosotros y los nuestros. Aquí no cabe la normalización de la bestialidad que asedia pues al hecho de caer en la aceptación de la presente adversidad el crimen la interpretará como señal de rendición. Salgamos todos, como uno solo, a ponernos al lado de los desaparecidos y sus familias.

    Qué importa que le tengamos que exigir a las autoridades que los ubiquen y los retornen, o implorarle al crimen organizado que ofrezca compasión con las víctimas. Ellos mismos, los delincuentes, tienen padres, hijos, esposas y hermanos a los que de seguro no desean verlos apartados a la fuerza de donde les corresponde estar que es al lado de sus familias. Ese ejercicio de colocarse en el lugar de los desaparecidos suele activar algunas emociones en favor de las liberaciones.

    Emplazar al Gobierno, por supuesto, a transmutar de la acción de contar a las víctimas, a mostrar mayor eficiencia en protegerlas y devolverlas al seno familiar. Por cada desaparición forzada el crimen reduce al Estado a simple espectador de la crueldad de la narcoguerra y lo anula como garante de la legalidad que es el principal pilar de la gobernabilidad. Cuando las instituciones ministerial y judicial son percibidas dando más evasivas que justicia, cuidando entonces con la población que queda a merced del hampa.

    Ya estuvo bien de tantos días de vivir creyendo que la delincuencia tiene permiso para mantenernos en permanente miedo, noches largas velando nuestras zozobras y jornadas a medias que en cuanto oscurece cercenan la confianza. Al menos necesitamos evidencias de que los desaparecidos están en algún lugar, vivos e íntegros, y que de un momento a otro aparecerán en el umbral de las puertas de sus casas.

    Denos de vuelta a los desaparecidos, el Gobierno desde la acción legítima y el crimen desde algún barrunto de conmiseración, para entender que todavía podemos rescatar algo de lo bastante que como sinaloenses hemos perdido. Si lo logramos con Andrés Alfonso, Miguel y Jesús Ángel, también podemos tener de regreso a los demás.

    Reverso

    A los hermanos perdidos,

    Vamos juntos a buscarlos,

    En sabuesos convertidos,

    Hasta poder encontrarlos.

    Robacarros violentos

    También urge en Sinaloa el replanteamiento de la estrategia contra el robo de carros, por el intolerable número de despojos y el modus operandi que exhibe la participación de crimen organizado que utiliza armas de grueso calibre en delitos que anteriormente cometía la delincuencia común. ¿A dónde van a parar los vehículos último modelo que son despojados encañonando a los propietarios de estos? No basta ya la hipótesis de que los utilizan los malandros para sus enfrentamientos en la narcoguerra. Esto se trata de policía especializada y de la voluntad de la Fiscalía, por aquello de que se le quiera endosar la responsabilidad a la fuerza pública federal. Esto apremia a medidas drásticas y dejar de lado la reacción tibia, respuestas irreflexivas y el envalentonamiento que la impunidad causa en los robacarros.