Dentro de la humanidad creada, Dios se buscó un pueblo que creía en un solo Dios invisible, todopoderoso, infinito y misericordioso y preparó a ese pueblo conduciéndolo por un camino de desierto constante, de esfuerzo y silencio en perenne peregrinación, poniendo a prueba su fe, perdonando sus traiciones y ceguera, inculcándole por medio de los profetas la esperanza en la vida eterna y en la futura presencia en el mundo, del mismo Dios.
He aquí uno de los primeros misterios y de una primera incongruencia: ¿un Dios infinito que se presenta finito?, ¿un Dios invisible que se hace visible? El pueblo no sabía cómo ni cuándo, pero esperaba y tenía fe, aunque en muchas ocasiones dudó y claudicó creyendo en otros dioses, generalmente de piedra o representativos del mal.
La increíble solución de Dios fue enviar al Dios hijo, que era Él mismo, a salvar y redimir a la humanidad con ideas y conceptos no aceptados ni tolerados en ese tiempo como el perdón, el amor, la misericordia, una vida eterna frente a una vida pasajera en este mundo y en la fe no sólo en un Dios infinito, sino también en el Dios Hijo y Dios Hombre como encarnación del propio Dios y todavía más, en la existencia del Dios Amor entre el Padre, el Hijo y la humanidad, esto es el Dios Espíritu Santo, la trinidad santa.
Para meditar en esta Semana Santa, conviene consultar y escuchar las palabras y pensamientos del Padre Ignacio Larrañaga en su obra “Itinerario hacia Dios”:
“Cuando no se ora nada, Dios... es una palabra vacía, un ‘don nadie’. Cuando se deja de orar, Dios deja de ser alguien. Si no se ora, el cristiano se las arregla para vivir como si Dios no existiera”.
“La oración requiere esfuerzo, no violencia, esperanza, no ilusión, paciencia y perseverancia. La vida con Dios es vida de fe y abandono, que son caminos silenciosos, oscuros, difíciles y secos. La fe no es sentir, sino saber; no es emoción, sino convicción; no es sensibilidad, sino certeza”.
“Dios otorga la fe en forma gratuita a todos, porque Dios es así: desconcertante, imprevisible y no siempre a nuestros esfuerzos por buscarlo, corresponderá la gracia de encontrarle, en suma, hay que tener constancia y paciencia”.
“Para una vida de fe, los enemigos están dentro de nosotros pero también los amigos están dentro de nosotros, y el primer capítulo de la liberación interior consiste en hacerse amigo de sí mismo”.
“Hay hechos y situaciones algunas posibles de solucionar y otras son simplemente imposibles. Para las primeras hay que poner todo el esfuerzo para solucionarlas con nuestro esfuerzo y la ayuda de Dios, pero, ante problemas sin solución como lo que ya sucedió y es un hecho consumado ante lo cual no debemos preocuparnos ni esforzarnos, son hechos consumados, es un imposible de cambiar y solo queda resignarse, entregarse al Padre dejando todo en sus manos, en silencio y en paz”.
“Ante un fracaso, un resentimiento o una calumnia, habría que depositarlas serenamente en manos del Padre, con un “hágase tu voluntad”, barriéndolos de la mente para que no te sigan torturando, pues las cosas existen mientras existan en tu mente; porque, ¿quién sufre? ¿el que odia o el que es odiado? El que es odiado vive preocupado mientras que el que odia vive despreocupado de ti y de tus cosas”.
“Dios organizó la creación dentro de un sistema de leyes: el universo con leyes como la gravitación universal y la conducta humana con la ley de la libertad. Ante la pregunta de ¿por qué Dios permite las desgracias de sus hijos? Pues porque el Padre, que respeta su creación y la autonomía de sus propias leyes físicas de la naturaleza, respeta también la ley de la libertad concedida a la humanidad creada pues Dios es lógico consigo mismo, lo cual quedó demostrado cuando permitió que su hijo padeciera y muriera en la pira de un desastre. Por lo tanto, el único consuelo que queda frente a los rudos golpes de la vida, es la salida de la fe”.
“Somos pozos infinitos que infinitos finitos jamás lograrán saciarlos; sólo un infinito puede llenar un pozo finito pues fuimos creados por un infinito a su medida, semejanza e imagen”.
“Los actos más decisivos de la vida se toman a solas, se sufre a solas, se muere a solas”.
“No podemos preocuparnos de los demás, si sólo nos preocupamos de nosotros mismos”.
“Jesús no sabe de venganza. Al contrario, sabe perdonar setenta veces siete, devolver bien por mal”.
“El programa de santificación es: sentir como Jesús sentía, pensar como Jesús pensaba, hablar como Jesús hablaba, amar como Jesús amaba, pisando siempre sus pisadas”. Amén.