rfonseca@noroeste.com
rodifo54@hotmail.com
El 2020 llegó a su fin. Algunas personas enviaron el mensaje de que lo despidiéramos sin gratitud y con alegría porque terminaba su pesadilla. Sí, es cierto que nos trajo dolor, enfermedad, ausencias, soledad y sufrimiento; sin embargo, recordemos que las catarsis y purificaciones son también necesarias.
No todo es necesariamente malo, subrayó Catón en Reforma, el 26 de diciembre:
“Este año fue muy malo. Pero si podemos decir ‘Este año fue muy malo’ -o sea si estamos con vida- eso quiere decir que entonces no fue absolutamente malo… Hemos pasado días de sombra. Para los que perdieron por la pandemia un ser querido esos días fueron de dolor. Tendrán unos el consuelo de su fe, otros el de sus filosofías, pero para todos vendrá el paso del tiempo… No traerá el olvido -lo que se amó jamás se olvida-, pero con él, con el tiempo, vendrá la paz del alma. El recuerdo será entonces bálsamo y confortación”.
Lo que más tratamos de olvidar es, en ocasiones, lo que persistentemente se resiste a naufragar en el Leteo, o río del olvido, de acuerdo a la mitología griega. En efecto, el olvido y el recuerdo se unen poderosamente, por lo que se debe hacer un delicado y minucioso trabajo de jardinería, dijo José Emilio Pacheco:
“Recordar u olvidar es hacer una labor de jardinero, seleccionar, podar. Los recuerdos son como las plantas: hay algunos que deben eliminarse rápidamente para ayudar al resto a desarrollarse, a transformarse, a florecer”.
De igual forma, el antropólogo francés Marc Augé afirmó: “Los recuerdos son moldeados por el olvido como el mar moldea los contornos de la orilla… El olvido, en suma, es la fuerza viva de la memoria y el recuerdo es el producto de ésta”.
¿Cultivo recuerdo y olvido?