Realce mediático del capo en decadencia. Rafael Caro, un devaluado trofeo para EU

OBSERVATORIO
18/07/2022 04:18
    Caro Quintero no es ahora la amenaza real para Estados Unidos cuando las organizaciones criminales de las drogas sintéticas momifican a las viejas leyendas del narco. Ni es para México la gran hazaña el hecho de detener a un hombre que estuvo preso durante 28 años y al obtener la libertad se convirtió en criatura del monte siempre escondido en madrigueras que cambiaba cada semana e inclusive sin pistoleros por el miedo a que éstos lo delataran y cobraran la recompensa de 20 millones de dólares que se ofreció a cambio de su cabeza.

    Más que una cuestión de justicia, para Estados Unidos la reaprehensión de Rafael Caro Quintero es un asunto de honor. El despliegue propagandístico por su recaptura, con el preludio de la reunión del Presidente Andrés Manuel López Obrador con su homólogo estadounidense Joe Biden y el impacto desvanecido por el desplome del helicóptero donde murieron 14 elementos de la Marina, da recapitulaciones de más al imaginario colectivo que también rehace al viejo y alicaído capo hasta convertirlo en trofeo de oro de la guerra antinarco en México.

    Caro Quintero no es ahora la amenaza real para Estados Unidos cuando las organizaciones criminales de las drogas sintéticas momifican a las viejas leyendas del narco. Ni es para México la gran hazaña el hecho de detener a un hombre que estuvo preso durante 28 años y al obtener la libertad se convirtió en criatura del monte siempre escondido en madrigueras que cambiaba cada semana e inclusive sin pistoleros por el miedo a que éstos lo delataran y cobraran la recompensa de 20 millones de dólares que se ofreció a cambio de su cabeza.

    La trascendencia del operativo conjunto del 15 de julio en Choix, realizado entre la Drug Enforcerment Administration y la Marina Armada de México, tiene que ver con la leyenda del considerado narco de narcos, ese mito contemporizado por las series de Netflix, y que por fin las leyes de Estados Unidos tendrán a su disposición al acusado de participar en el asesinato del agente de la DEA Enrique Camarena Salazar, en febrero de 1985. De allí proviene el estrépito gubernamental y mediático, sin repercusión alguna en la actual configuración del Cártel de Sinaloa.

    A lo más que llegó Caro Quintero en sus 9 años de libertad es a financiar pequeños plantíos de amapola en las márgenes de los arroyos de las montañas y organizar a campesinos de las regiones limítrofes en el llamado triángulo dorado del narcotráfico para comprarles la cannabis a mejores precios que como la pagaban los anteriores intermediarios, nada parecido al plantío de mariguana en el rancho de mil hectáreas “El Búfalo” que le destruyó el Ejército en noviembre de 1984. Cuando en situación de ex presidiario retornó a sus terruños le pidió permiso al Cártel de Sinaloa con un planteamiento más humanitario que de ninguna manera significó el resurgimiento del imperio que antes encabezó.

    En ese tiempo lo autorizaron Joaquín Guzmán Loera e Ismael Zambada García con la condición de que no alterara el establishment sinaloense del narco. Una vez recapturado “El Chapo” en febrero de 2014, los hijos de éste le respetaron el acuerdo con una estricta vigilancia a sus operaciones no obstante que en realidad la relación más cercana la mantuvo Caro Quintero con “El Mayo”. A ambos les cumplió con no interferir en el trasiego de narcóticos en Sinaloa ni instalar laboratorios de drogas de diseño como el fentanilo.

    Las pocas veces que bajó a Babunica contrataba a gente, en su mayoría hijos de quienes fueron sus pistoleros en los años que fundó el Cártel de Guadalajara, para que cuidaran su estadía en el poblado que siempre fue su cuna y madriguera. Luego se perdía durante días, solo, con los víveres suficientes y se movía en guaridas donde guardaba lo necesario para resistir, que únicamente él conocía. Si acaso constituía algún peligro para Estados Unidos y México era por formar un mini cártel en Caborca, Sonora, con fines de sobrevivencia criminal, por más que la narrativa oficial lo infle como amenaza para la seguridad nacional.

    Esta es la realidad, aunque para propósitos del trending topic a veces es necesario ver la autenticidad con cierta mirada de inocencia. Qué importa el personaje cuando el fin es el que justifica todos los medios y la inventiva le resulta útil a gobiernos que necesitan de distractores en sus crisis de imagen o presentar logros que, aunque paupérrimos, les fascinan a las audiencias. El streaming se había quedado corto: a Caro Quintero no lo encontraron ni la DEA ni la Marina; lo halló el perro “Max”.

    Pero quienes sí conocen la verdadera historia de esplendor, caída y resistencia de Caro Quintero, que son los habitantes de la sierra alta de Badiraguato que desde Santiago de los Caballeros y Babunica lo vieron construir en los ochentas un imperio con la mariguana y en 2013 regresar buscando algún bastión del tráfico de mariguana y cocaína para sobrevivir en sus últimos años, la entienden más que aquellos que desde las moles de cemento se asumen como expertos en desentrañar lo que ocurre en la escarpada sierra de Sinaloa, Chihuahua y Durango. La ficción del gran golpe al narco mexicano por encima de la verdad de quien le dedicó casi una década a evaporarse frente a la misión de la DEA por llevárselo a Estados Unidos.

    Y Rafael Caro irá a aquel País solamente a morir. La justicia gringa lo tiene y corregirá la afrenta del crimen contra uno de los suyos, aunque lo haga 37 años después. Lo que persistirá en las laderas de la Sierra Madre Occidental es el eco del muchacho que a los 13 años se vio obligado a hacerse cargo de sus 10 hermanos, siendo así uno de tantos que elige la vía del narcotráfico para vencer la pobreza pero sin lograr derrotar a su propio destino.

    Reverso

    Dan lo mismo esos finales,

    Donde nomás le falta elegir,

    Si a él le gustaría morir,

    Entre rejas o matorrales.

    Honores sin justicia

    Resultará fácil y más conveniente para el Gobierno Federal decretar que la muerte de 14 marinos en el cumplimiento del deber nada tiene que ver con reacciones del crimen por el operativo para recapturar a Rafael Caro Quintero. Así la desgracia que lastimó a las Fuerzas Armadas no hace mella en la conjetura del exitoso operativo antinarco y la opinión pública quedará conforme con el homenaje a los valientes sacrificados. Pero el pueblo sabio ya percibe esto como otra mentira y al paso del tiempo lo entenderá como más impunidad concedida a la delincuencia organizada.