A mi madre

    Este año la economía mexicana estará un poco mejor que en 2020.

    La lentitud en el ritmo y el desorden en el proceso de vacunación, la apertura apresurada de escuelas privadas y el pico de contagios que tendremos tras las vacaciones de Semana Santa, sin duda, comprometerán el dinamismo económico.

    Sea por su investidura, talante optimista o tranquilidad que le produce acceder a información que desconocemos los ciudadanos de a pie, el Presidente piensa lo contrario.

    "Yo espero que este año vamos a crecer en general -dice López Obrador-. Los más conservadores hablan de 3.5 por ciento de crecimiento; yo estimo que vamos a crecer 5 por ciento este año, vamos a ir superando la crisis económica". Más allá de lo que piensen los conservadores, dado que ellos no tomarán las decisiones clave que determinen el rumbo económico del País, la cuestión es saber, primero, si el Presidente miente, y cuáles son las razones por las que lo hace. Indagar este segundo asunto nos permitirá mantenernos a la distancia de la ingenuidad o, como mínimo, dejar de indignarnos/sorprendernos cuando sonriente nos dice que mejoraremos en el terreno económico. Me explico.

    En el informe “Panorama Social América Latina 2020”, publicado recientemente por la CEPAL, se describe de manera detallada el conjunto de desafíos que en materia combate a la pobreza, bienestar social y activación económica enfrentará la región.

    En el primer capítulo se dice que “Debido a la pandemia, y pese las medidas de protección social de emergencia que se han adoptado para frenarla, la pobreza y la pobreza extrema alcanzarán niveles que no se han observado en los últimos 12 y 20 años, respectivamente, y la mayoría de los países experimentarán un deterioro distributivo. En 2020, se proyecta que la tasa de pobreza extrema se situaría en un 12.5 por ciento y la tasa de pobreza alcanzaría el 33.7 por ciento. Ello supondría que el total de personas pobres ascendería a 209 millones a finales de 2020, 22 millones de personas más que el año anterior. De ese total, 78 millones de personas se encontrarían en situación de pobreza extrema, 8 millones más que en 2019” (CEPAL, 2021:28).

    Asimismo, el informe señala que: “La contracción de la actividad económica generada por la pandemia, y las consiguientes pérdidas de puestos de trabajo y reducción de los ingresos laborales, provocarán también un crecimiento del conjunto de los estratos de ingreso bajo, así como un proceso de movilidad descendente en los estratos de ingreso medio.

    Esto se debe a que las familias de los estratos medios y de la parte superior de los estratos bajos obtienen sus ingresos principalmente a partir del trabajo, sobre todo asalariado, y no suelen ser destinatarios de las políticas y los programas de protección social”. (CEPAL, 2021:29). Dicho en pocas palabras: crecieron los estratos de nivel económicamente bajos y se contrajeron los de nivel medio.

    El informe ofrece varias razones para sustentar sus pronósticos. La crisis del Covid-19, se apunta, “encontró a América Latina en un período de bajo crecimiento que, aunado al deterioro de la economía mundial y las necesarias restricciones de movilidad impuestas por los gobiernos para minimizar los aspectos sanitarios de la pandemia, ha redundado en una fuerte disminución de la actividad, la ocupación y los ingresos percibidos por el trabajo”. La reducción del 7.7 por ciento del PIB en América Latina “significa un retroceso a niveles similares a los registrados a mediados de la década de 2000 e implica el crecimiento de la pobreza y la desigualdad” (CEPAL, 2021:49).

    El conjunto de las 263 páginas del informe muestran datos, estadísticas, proyección y conclusiones que no corresponden con el optimismo de AMLO, de ahí que es fácil inferir que su pronóstico de crecimiento, más que un dato fiable, es una burda mentira. La pregunta es si él la ve como tal y, si fuera el caso, saber cuáles son las razones o, mejor dicho, excusas, que le llevan a no hablar con la verdad.

    Sissela Bok, una filósofa norteamericana que ha trabajado durante muchos años investigando los entretelones de las mentiras, dice que cuando a una persona la descubren mintiendo, buscará atenuar su falta de tres maneras: “En primer lugar, puede sugerir que lo que se ve como una falta no es realmente una falta. En segundo, puede sugerir que, aunque ha habido una falta, el agente no es realmente culpable porque no es responsable. Y, por último, puede sugerir que, aun cundo ha habido una falta, y aun cuando el agente sea responsable, en realidad no se le puede culpar porque tiene buenas razones para hacer lo que hizo”.

    Las excusas pertenecientes al primer caso, podrían girar en torno a que el pronóstico del cinco por ciento era una estratagema en contra de sus adversarios, una exageración que se dio al hilo de la conversación o, incluso, una fantasía derivada de un buen deseo. Por tanto, el Presidente, con la mano en la cintura, podría decir, que no mintió.

    Con relación al segundo tipo de excusas, como dice Bok, “el mentiroso puede afirmar que su intención nunca fue engañar, o que no estaba en pleno uso de sus facultades, tal vez estaba ebrio, o hablaba dormido, o fue coaccionado para que engañara”. En este caso, a lo sumo, el Presidente podría admitir que su intención nunca ha sido engañar a nadie, pero jamás aceptaría que falseó información porque está loco, llegó borracho o dormido a la mañanera o el equipo de gente ultra proba que le rodea le dio otros datos para engañar al pueblo.

    Por lo visto, la respuesta se encuentra en el tercer grupo de excusas, mismas que echando mano de “razones morales” defiende que, bajo ciertas circunstancias, las mentiras deben ser permitidas, con el fin de: 1) evitar el daño; 2) producir beneficios; 3) actuar con equidad; y, 4) no renunciar a la veracidad.

    Estas cuatro razones, por ejemplo, podrían “traducirse” en los siguientes términos: 1) decir que el crecimiento será negativo o de uno por ciento, como mucho, generará desconfianza, ahuyentará a los inversores presentes y futuros; 2) anunciar, a contrapelo de los informes de los expertos internacionales, que el crecimiento será del cinco por ciento podría atraer inversiones, tranquilizar a los sectores internos y bajar un poco la tensión actual; 3) declarar dicho crecimiento puede darle un respiro a los actores que por el momento han sido los más afectados, empresarios y empleados; y, 4) “podría argüir que su mentira ha sido en aras de la veracidad y la honradez, o al menos algo que se le parezca: que mintió para mantener la confianza en su propio gobierno”.

    Habrá quien diga que, bajo ninguna circunstancia, la mentira es válida. Lo cierto es que la verdad pura y dura, en ocasiones puede llegar a generar más daño que bien. El problema es que, sin haber razones morales de por medio, la mentira se vuelva cosa de todos los días.

    Y, por no dejar, van unas cuantas preguntas al margen: ¿Hay algún tope que limite las miserias que se exhiben en las mañaneras? ¿No es tiempo ya de reconsiderar su duración y permanencia?